Trece años tenía Daniela Cohen Arazi cuando la minera canadiense Meridian Gold se instaló en Esquel, su ciudad natal perteneciente a la provincia de Chubut, en el 2002. La multinacional llegó con la intención de explotar el oro que había sido encontrado allí a partir de la exploración realizada por la minera El Desquite S.A.. Luego de un intenso proceso de lucha, el pueblo esquelense logró que se llamara a un plebiscito el 23 de marzo de 2003, para decidir por si o por no el comienzo del proyecto minero, en el cual ganó por el 81% de los votos el “no”.
Ver también: Presentarán libro sobre lo jóvenes y el proceso del NO A LA MINA en Esquel
Por Federico Caggiano para ANRed
“Participé de las marchas y de algunas asambleas, pero desde mi rol de niña, acompañando ese proceso”, cuenta Daniela sobre lo que recuerda de aquel entonces. Hoy, luego de trece años de aquel plebiscito, se encuentra presentando su libro “Jóvenes a cielo abierto”, en el cual realiza un exhausto análisis sobre el rol de los jóvenes en el proceso del Movimiento No a la Mina originado en Esquel a partir de lo acontecido en 2002/2003, y sobre la importancia de este movimiento en la vida cotidiana de estos jóvenes. “La juventud es un campo muy amplio y se puede definir de muchas maneras, que exceden la franja etaria. Me parecía que era más productivo definir a los jóvenes en base a sus prácticas y a sus experiencias compartidas”, adelanta la autora sobre el enfoque que vierte en su libro.
¿Qué recordás que te haya marcado desde lo humano durante la realización del libro y en relación a tu experiencia personal con el Movimiento de No a la Mina?
Lo que me parece más fuerte de todo esto es la experiencia, el valor y la acumulación organizativa que quedó para muchos de los jóvenes. Hay varios de ellos que hoy en día están militando en otros espacios sociales, culturales, políticos, de género, etc. Tienen como un interés y una sensibilidad social que no es casual y que en muchas de las entrevistas ellos mismos lo decían: estas experiencias los habían marcado, y les había demostrado que el camino es la lucha en la calle y con nuestros pares. Que lo que nosotros querramos conseguir no va a venir nunca desde arriba, desde ningún político, sino que las cosas se consiguen luchando en la calle y organizándose con nuestros compañeros, con nuestra clase o nuestros vecinos. Vivimos en una sociedad en la que todo el tiempo estamos delegando: cada cuatro años votamos presidente, delegamos y que lo resuelva otro. Y esta experiencia es súper palpable y deja en claro que si uno no se mueve las cosas no las va a resolver nadie.
En el libro contás que desde Meridian Gold consideraban que uno de los motivos por los cuales no pudieron llevar adelante el proyecto minero fue una “incapacidad para compartir la información de manera adecuada”, planteando el problema como un simple “error de comunicación y de falta de entendimiento de las partes”. A partir de esta lógica ¿Se podría decir que la empresa no contempla en el proceso comunicacional a los habitantes de Esquel como sujetos, sino como meros receptores?
Claramente desde la empresa no nos tuvieron en cuenta. Tienen una manera de entender la comunicación bastante pobre y triste, como si solo fuera un traspaso de información. Subestimaron totalmente la formación de los habitantes de Esquel, que no eran unos improvisados. Había mucha gente formada que tenía herramientas para poder analizar el proyecto a partir de sus diversas profesiones, y a su vez mucha gente que no sabía del tema se empezó a informar en ese momento, a contactarse con asambleas de otros territorios, y se formó al calor de esa lucha, cosechando un montón de herramientas para discutirle a la empresa y a los gobernantes su postura. No era una cuestión de que “no entendimos lo que ellos querían llevar adelante”, sino que no estamos de acuerdo y no lo vamos a permitir.
¿Que características del caso de Esquel podrías considerar representativas del sistema extractivista?
Por parte de la empresa, en primer lugar intervienen como aliados totales de los gobiernos; después empiezan a armar todo un andamiaje discursivo que intenta plantear a la megaminería como la única posibilidad de desarrollo para esos territorios y como la salvación a todos nuestros problemas: que da trabajo, que da progreso para los territorios en los cuales se instala, que genera movimiento económico. Discursos que en realidad son totalmente relativos. Eso va creando ese mito de que la minería es necesaria y la única herramienta para salir adelante. Y otra herramienta que ellos utilizan mucho es lo que llaman responsabilidad social empresaria, que consiste en dádivas, en asistencialismo a partir del cual juegan con las necesidades más básicas de la población, dando chapas, ropa, alimento, lo que necesiten las familias que habiten en la ciudad. Con eso quieren comprar la aprobación de la gente, y lo que genera es una gran dependencia. Y si uno lo deja avanzar después se vuelve bastante insostenible. Por ejemplo, está el caso de Catamarca, donde la misma gente que vive en Catamarca cuenta que para todo se le pide permiso a la minera Bajo La Alumbrera.
Se privatiza el rol del Estado.
El rol que tiene que cumplir el Estado se ve totalmente desdibujado y lo pasa a cumplir una empresa. No estoy muy de acuerdo con quienes plantean que el Estado está ausente. En realidad está bien presente garantizando que la empresa se enriquezca y se lleve lo más posible, desligándose de las responsabilidades que le competen que es garantizar los servicios públicos. Lo único que garantiza es la represión en caso de que el pueblo diga No. Ahí sí el Estado avanza con su política represiva, tratando de frenar la protesta social.