Secreto a voces: nuestros ríos los acarrean. Metales pesados. Y, convocados por el juzgado, somos nada menos que trescientos vecinos formados en esta cola para someternos al análisis que determinará la sentencia que ha de caernos según el resultado químico, si contaminados por cianuro o por metales pesados, ¿acaso pueden acusarnos de envenenamiento suicida?Por Sonia Catela publicado en Página/12

Anteayer, Rubencito, mi niño de cinco años amaneció con vómitos y manchas en la piel. Médico que indica los estudios del caso y aparece el diagnóstico sin sorpresa: arsénico en su sangre.

No me maten a Rubencito. Eso, no.

¿Pero aquí en Jáchal, en quién no corre tal veneno por sus venas?

Otros favorecidos en este sorteo masivo, los mismos trabajadores de la mina de Barrick Gold, quienes ostentan el privilegio de portar nada menos que mercurio en su red arterial.

Nos saludamos unos a otros, vecinos del pueblo ¿víctimas o conciudadanos en lucha? Ambas cosas.

En la cola veo a Vélez y varios otros trabajadores que adolecen de neumoconiosis. ‑-Siento como si me hubiesen llenado los pulmones con vidrio esmerilado‑, cuenta el pobre. Y enarbola nuestra bandera: -‑tanto trajinar de los camiones, movimientos continuos del suelo y las explosiones generan esas inmensas nubes de polvo lleno de arsénico, que es lo que respiramos todo el tiempo. 

Y aquí estamos, en la cola para que ellos finjan que quieren enterarse. Si en lugar de veneno las nubes fueran de polvo de oro, metal que extrae aquí la Barry Gold, bien nos vendría su lluvia. Pero no: llueve muerte.

-‑¿Te acordás cuando tuvimos el derrame de un millón de litros de cianuro?                                

-‑Shhh. Eso no se dice.

-‑Tendríamos que irnos de Jáchal.

–No, los que tienen que irse son ellos, los de la mina. 

Ríos contaminados, el nuestro, y los otros: Blanco, Palca y Las Taguas.

A Rubencito lo contagió algo que comió. En la zona rural las plantas y los animales se riegan o beben agua del río, y luego esos víveres nos bendicen con tales sustancias letales cuando nos alimentamos.

“Morirás de cáncer”, es el mandamiento de la mina Veladero. “Morirás en secreto”, se añade al mismo.

Ululamos, “Jáchal no se toca” y demandamos a los gritos: -‑¿Por qué en el pueblo no hay tratamiento para el cáncer? ¿Por qué el hospital local no se encarga? ¿Por qué tenemos que ir a internarnos en San Juan? Ah, por las estadísticas, para que no reflejen la cantidad acumulada de condenados desde que se instalara Barrick y su mega minería ¿no? Nadie se anima atender esa enfermedad y que los números canten lo que la Barrick no quiere que se sepa.

Barrick, directora de la orquesta.

Pero los de la Funeraria, saben. Y hablan. Acusamos el triple de muertos diarios que hace cinco años.

Ahora gritamos: ¿cuándo piensan atendernos?

Marionetas de la mina a cielo abierto. Así nos quieren.

Pero no obedecemos. Hemos formado nuestro batallón de resistencia, la “Asamblea Jáchal No Se Toca”.

Presentamos informes realizados por la Universidad Tecnológica Nacional sobre el derrame de cianuro. Y marchamos pidiendo respuestas. Hasta hicimos una presentación en los tribunales federales de Comodoro Py exigiendo el cierre definitivo de la mina.

Entre el derrame de septiembre de 2015 y el de septiembre de 2016 hubo no menos de siete fugas de cianuro. Y siguen y siguen. ¿Acaso van a parar?

Abrazo a Rubencito. El arsénico en la sangre puede matármelo. Ellos lo saben. Ellos. Me cuenta Carman, laburante en esa planta que es cadalso: “Si la empresa comprueba que estás enfermo le busca la vuelta para que termines renunciando o no te renueva el contrato. En San Juan nadie va a poner la firma en un certificado médico que diga que la Barrick es quien te enferma”.

Yo sí voy a poner mi firma si llegan a matar a Rubencito. Yo sí. Y el resto también. Tarde o temprano les caerá encima un alud. Pero esta vez será de carne viva. Nosotros.

Referencia: los datos y hechos mencionados en el texto anterior responden a hechos reales, episodios fehacientes y documentados producidos año tras año por la explotación de la mina a cielo abierta de oro, Barrick Gold, en Jáchal, San Juan.

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