Andacollo, Neuquén, Argentina – 03/04/07. No cambiaron demasiado las cosas desde el 1535, cuando el indio Huallpa descubrió el Potosí. En los doscientos años en que fue explotado viajaron a España algo así como 16.000 toneladas de plata y perdieron su vida casi tres millones de personas, la mayoría indios de la mita.
Ahora y en Andacollo, pocas cosas impresionan tanto como que el cerro haya sido atacado por un sinuoso camino por donde transitan los enormes camiones que trepan hasta los socavones. Quizás podría superarlo la sequedad en que ha entrado el arroyo Huaraco y las preguntas que podrían hacerse los pobladores que se abastecían de él. O tal vez que el arroyo Tromen es el portador de las filtraciones de la pileta de decantación amuradas con el material estéril hecho talco que hay en sus nacientes.
Fuente: diario Río Negro
Andacollo, pequeña ciudad de 2.500 habitantes distante 56 km al norte de Chos Malal, ha entrado en la llamada “mega minería” invento de Cavallo y Menem, consistente en eludir toda traba legal para que las empresas mineras se lleven todo a cambio de una mísera regalía del 3%.
Lejos del sueño de los viejos pirquineros, aquellos que lavaban la grava que arrastraba con energía el Lileo. Por lo menos entonces, en el escenario de un paisaje imponente, ellos eran los forjadores de su propia aventura, recolectando lo que la suerte y la paciencia querrían darles. Y aunque nadie les impedía volcar su cuerpo sobre el cauce del río y aguardar largas horas y muchos días a que una pepa de oro transformara definitivamente su historia, hoy ya no se los ve. Resulta más fácil emplearse en la minera y que el oro mixturado con lodo atraviese la cordillera hacia Chile, donde es definitivamente extraído. No envidiamos esa realidad del país hermano porque la fundición que se haga utilizará allí cianuro y arsénico, poderosos tóxicos, en las etapas finales del proceso de extracción. En Andacollo nos quedamos con el mercurio, pero no lo sabemos muy bien, porque la empresa no da cuenta de lo que utiliza en las etapas del proceso de elaboración que lleva a cabo en la localidad. Como tampoco ninguna repartición pública se arrima a controlar. Es que la empresa amenaza con irse si la molestan con esas cosas. En concreto, estamos expuestos a la polución ambiental más agresiva y los neuquinos no podemos siquiera preguntar acerca de los materiales que se emplean, de las filtraciones que se producen desaguando el arroyo Torreón a metros de la toma de agua corriente del pueblo, ni qué cosa vuela como talco por el aire cada vez que un poco de viento cruza la comarca.
Cabe preguntarse cuál es el beneficio de estos emprendimientos cuando se hacen sin resguardo alguno. El cuerpo humano tiene una tolerancia increíble para enfrentar estos venenos, hasta que sucumbe. Padece un largo período de incubación, que puede ser asintomático pero al cabo de diez o quince años las manifestaciones de enfermedades terminales se presentan. Entonces la empresa mirará para otro lado y se desentenderá de los damnificados.
Y cabe preguntarse si para la generación de un puñado de puestos de trabajo se necesita otorgar a estas empresas tantas ventajas que paga todo el pueblo argentino. Exención de impuestos a las ganancias y a la importación de bienes. “Estabilidad fiscal”, que significa lisa y llanamente que ninguna modificación tributaria actual y a futuro les alcanzará. Reintegro de IVA y compensaciones por exportación por puertos patagónicos. Libre paso de las cargas por las aduanas, por donde transcurren con una simple declaración jurada, estando obligado el Estado provincial a aceptar lo que le diga acerca del valor de lo que lleva, la propia empresa. Y por si fuera poco, libre disponibilidad de divisas, o sea ni siquiera deben cambiarlas en el BCRA.
Este despojo no es desarrollo. El oro debería permanecer en las entrañas de la tierra, porque es absurdo pagar tanto para recibir sólo enfermedad y quebranto.
Se chantajea con los puestos de trabajo, que no son otra cosa que un pasaporte a que el trabajador se convierta en un esclavo de su necesidad con una vida a plazo fijo y la comarca sufra las consecuencias de la depredación más salvaje. Además el oro no queda en Andacollo. Podemos suponer muy bien adónde se almacenarán convertidos en lingotes, como que los capitales de la empresa son chileno-canadienses.
Pero si fatalmente el oro debe seguir siendo explotado, el Estado provincial tiene que intervenir para frenar toda polución, proteger a los trabajadores y a la población de la contaminación directa y la de los recursos naturales y exigir una participación más acorde con la equidad por el valor del preciado recurso. Si esas condiciones no son aceptadas, no vale la pena seguir con esta ficción de progreso.
OSVALDO PELLIN (*)
Especial para “Río Negro”
(*) Ex diputado nacional del MPN 1985-1989 y 1993-1997. Ex convencional constituyente por Encuentro Amplio de Neuquén.