El conflicto por la instalación de la empresa canadiense dejó sus marcas en los lugareños. Por Daniel Calivares. Pasaron cinco meses desde aquel momento en que el justicialismo, casi por arte de magia, pasó de defender el proyecto San Jorge a  sepultarlo en el archivo legislativo. En las calles de Uspallata se ven muchos turistas y algunos camioneros que frenan en alguna de las varias parrilladas antes de seguir camino a Chile. Pocos de los primeros saben del conflicto que vivió este pacífico lugar hasta  hace algunos meses, y la mayoría de ellos, por no decir todos, ignora que el pueblo que está visitando está dividido por una línea  invisible que separa a las miles de personas que tan amablemente se muestran día tras día.

Casi nada ha cambiado en Uspallata, los  lugareños admiten que, desde aquel 24 de agosto en el que la Cámara de Diputados archivó el proyecto, los enfrentamientos se calmaron y, por más que algunos se encargan de señalar que no existe división alguna, ellos mismos, a la hora de hablar, se refieren a unos y otros como “promineros” y “antimineros”.

Mientras tanto, en el ingreso al pueblo aún perdura una pared con la leyenda “No a la minería  contaminante”. En la calle principal, la misma leyenda se repite y es acompañada por algunos murales o stencils hechos con el ingenio  allejero que se vale de una radiografía y un aerosol.  Las mismas pinturas se reproducen en algunos tachos de basura, irónicamente, donados por San Jorge. En cada uno de ellos, la leyenda dice, justamente: “No a la minera San Jorge”.

El día después

El archivo del  royecto de San Jorge ocurrió el 24 de agosto del 2011. Ese día, durante la mañana, el justicialismo había defendido a capa y espada el  proyecto. A las 18, este quedó archivado, luego de que Francisco Pérez, en plena campaña electoral y sin consultar al entonces gobernador Celso Jaque, les pidiera a los legisladores que dieran marcha atrás con la defensa.

En Uspallata, el sector que se oponía al  proyecto festejó casi al mismo tiempo. Unos días después, la empresa parecía nunca haber estado en la localidad. El programa de radio que poseía la Fundación San Jorge en una de las emisoras y que salía los miércoles dejó de transmitirse. La oficina de la empresa, enclavada en un barrio de Uspallata, hoy sólo tiene una bandera argentina al frente pero ningún distintivo de San Jorge. Sin embargo, “están todavía  ahí presentes”, aseguró Ernesto Benassei, un vecino del lugar.

El asentamiento de San Jorge y el proyecto provocaron peleas desde el principio. Una de ellas la protagonizó, justamente, Ernesto, quien se peleó con el dueño de la casa por alquilársela a la empresa para oficina. “El pueblo está dividido aún”, explica el lugareño, quien asegura que rara vez aparece alguien por esa casa que supo ser la oficina de San  Jorge, pero advierte que a veces va una señora que trabajaba para la empresa. “Estamos listos por si vienen otra vez, esto es como la  alma que antecede a la tempestad”, agregó, mientras disfrutaba del día sentado en una reposera y agradeciendo vivir en lo que él  onsidera  su paraíso.

Cinco meses después
Uno de los principales problemas que veían aquellos que se oponían a San Jorge eran las  consecuencias para Uspallata. Lo curioso es que no hubo necesidad de que la empresa minera se instalara para que dejara una huella en el  pueblo. La mayoría está de acuerdo en un punto: el pueblo está dividido y a su merced.

Aquellos que se consideran antimineros  seguran que el Municipio de Las Heras los está castigando por haberse opuesto al proyecto y por haber demostrado esa oposición en las elecciones del 23 de octubre, cuando el actual intendente, Rubén Miranda, perdió en Uspallata. Irónicamente, los que están a favor  el proyecto, aseguran que Miranda fue derrotado por no haber defendido el proyecto. Una muestra de que San Jorge dividió a Uspallata hasta  a lahora de percibir un mismo hecho.

Cuando uno llega a Uspallata y se instala en el lugar, sólo ve pintadas contra la minería  ontaminante.

Estas aparecen en los ya mencionados tachos de basura o en algunos murales hechos por alumnos del lugar o por el grupo  antiminero. A la hora de explicar por qué no hay pintadas a favor, las hermanas Patricia y Graciela Rosanas, dos defensoras de San Jorge,  aseguraron que las pocas que hacían eran borradas por el otro sector.

Para la Policía es diferente la versión: “No hay pintadas  orque, acá, la mayoría de la gente está en contra”, señaló un uniformado, curioso de ver a un periodista y a un fotógrafo por las calles del  lugar.

La división
No se hace difícil encontrar a quienes estuvieron y están de un lado o del otro. De hecho, viven muy cerca, en algunos  casos, cruzando la calle solamente, por lo que todos los días se ven y, en algunas ocasiones, se saludan. Andrea Fietta fue una de las  personas que se opusieron al proyecto San Jorge.

Hace 17 años dejó el gran alboroto de Buenos Aires y se afincó en la tranquilidad que le  daba Uspallata, y de allí no quiere irse, ya que tiene su casa, sus libros y su negocio de elaboración de tarjetas y otros elementos de  papelería. Ella es, justamente, una de las que tiene la guardia alta ante cualquier posible regreso del proyecto San Jorge.

“Para Año Nuevo  se vio gente que andaba paseando y que se andaba mostrando, que todavía está”, contó desde el living de su casa. Andrea recuerda muy  bien aquel 24 de agosto, cuando la Cámara de Diputados decidió terminar con el proyecto y archivarlo. “El día que se archivaba queríamos salir a festejar y algunos comentaron que no era conveniente porque había gente sensibilizada, que estaba ilusionada con el trabajo.

Acá  no se ve la misma pobreza que se ve en el norte. Puede estar mal, pero no es  gente que está en la miseria, tal vez sueña con un trabajo en  ólares, pero no es gente que no tenga qué comer”, explicó Andrea. Ella es una de las primeras en reconocer  esa fractura en la que se  umió Uspallata durante el conflicto y que aún perdura.

“El pueblo sufre una gran división, desde el lado nuestro decimos que era muy poca  la gente que aceptaba el proyecto, sobre todo era una gran campaña económica de la minera y de la Municipalidad, estaban unidas”, señaló  Fietta, quien reconoce: “Hubo gente que quedó sensibilizada, que se ha peleado.

Alguna se habrá amigado”, afirmó y refuerza que  la ruptura no fue sólo en el pueblo, sino también con la Municipalidad de Las Heras, ya que el oficialismo perdió en las elecciones de octubre y desde ese momento, para Andrea, la Comuna dejó de pensar en Uspallata. “Fue muy llamativo cuando pasó lo de la Legislatura, se cayó  todo al día siguiente, porque ellos tenían un  programa de radio todos los miércoles en el que hablaban del proyecto,  de economía  sustentable, del turismo, y la gente vio eso, vio que desapareció todo de repente, el que no se había dado cuenta, se dio cuenta cuando  todo desapareció”, señaló la mujer, quien no pudo dejar de mencionar al grupo Uspallata 2030, al explicar quiénes eran los que  aprovechaban esos espacios. Del mismo lado que Andrea se encuentra Luis Scordo, un comerciante que tiene una librería en la   calle principal de Uspallata.

El hombre,  a quienes varios de los que se opusieron a la minera lo identifican  como uno de los más combatientes, reconoció la división  aunque le restó importancia, ya que, para él, tarde o temprano iba a suceder. “La división iba a pasar porque hay diferencias hasta étnicas,  porque en un valle todo se amplifica.

Yo, por un lado, lo veo bien, no porque quiera el caos, sino porque los procesos se van dando para  que haya crecimiento, yo hace 30 años que vivo acá, hay diferenciaciones de todo tipo, militares y civiles, porteños contra nativos, mendocinos y sanjuaninos, pero no es tan malo, las etapas se van dando y se va evolucionando todo, lo que pasó es que San Jorge  rebalsó el vaso”, afirmó el comerciante, quien se mostró más del lado de apoyar el turismo para que Uspallata crezca.

No obstante, el dueño  de librería. com no pudo evitar mostrar que,  al igual que mucha gente, la pelea por San Jorge dejó marcas en su ser. “Esa gente va  a buscar cualquier excusa: que somos antiprogreso o comerciantes privilegiados. No es como dicen ellos, es gente que ha dependido del  Estado de curso para obtener todo.

También ha existido un gran lavado de cabeza por parte de la minería a esta gente”, señaló Luis, al  referirse al grupo que se denominó Uspallata 2030.  Un poco más cercano a la reconciliación se mostró Rubén Cortez, quien, junto con Luis  y Andrea, fue uno de los que celebraron el archivo del proyecto. “Yo creo que acá nadie va a buscar que el pueblo se contamine, los que estuvieron a favor era por un tema laboral.

La división no produjo la contaminación social, porque el proyecto se paró a tiempo, pero  estamos con la guardia preparada porque sabemos que el proyecto puede volver”, afirmó Rubén, quien agregó: “Algunos quedaron  resentidos porque nos ven como culpables de que no hayan tenido una fuente laboral”, haciendo referencia al sector más humilde de  Uspallata. DEL OTRO LADO. Tanto el sector denominado Uspallata 2030 como el llamado antimineros no pueden dejar de referirse al otro  sector como “los otros”, mostrando que las diferencias aún persisten. A pocos metros de la casa de Andrea, cruzando la calle, vive  Patricia Rosanas. A 50 metros de allí, su hermana Graciela. Ambas se pusieron a favor de la minera. En el caso de la primera, incluso  estuvo en Legislatura reclamando a favor del proyecto minero y asegura que San Jorge nunca puso un peso para fomentar la campaña a  su favor. “Todo este tiempo que pasó fue  como que le puso un paño frío a la discusión”, explicó Patricia, sentada en el sillón de su casa.  “Pero el tema de la división no pasa por la minera sino por una cuestión política. Si bien la minera era una excusa más para dividir las aguas,  no hay tanta tensión, pero la división sigue y es política. Uspallata es un pueblo muy politizado”, sostuvo la mujer, quien agregó: “Si  ien el tema de la minera se calmó, aún yo tengo fe de que salga porque le daría plata a un montón de gente que se ha tenido que ir.

Porque está bien que cuidemos el medioambiente,  pero cuando no tenés para comer, el medioambiente queda en segundo plano; cuando llega el invierno y la leña no te dura nada, entonces empezás a pensar qué te importa el medioambiente. Esas necesidades siguen estando porque la minera no vino, no hubo mano de obra, no hay consumo”. 

A diferencia de lo que ocurría hace seis meses, la integrante de Uspallata  2030 señala que ya no hay casi carteles ni pinturas con aerosoles en las casas, pero sigue recordando, con un poco de bronca, el papel  ue tuvo la Iglesia en el conflicto, cuando el entonces párroco del lugar, el padre Pablo, se puso a la cabeza de aquellos que se oponían a la  minería y ese rol mediático lo  llevó a ser trasladado del lugar. “Los antimineros los comienza la Iglesia, el movimiento lo inició el cura. 

Después, las marcas a favor y encontra quedaron, pero, yo, sinceramente,  tengo fe en que esto se revierta, porque los que pelearon y  tenían plata para ir a Mendoza y a quejarse la siguen teniendo, y los que no la tenían, siguen así, esto no cambió nada”, señaló Patricia,  quien no dejó de mencionar el famoso dicho “pueblo chico, infierno grande” y Uspallata, a pesar de todo, sigue siendo un pueblo chico. “Nos  conocemos todos, el temade la minería sacó hasta las diferencias personales, pero eran diferencias que ya venían. Hay una división, si bien todos nos conocemos, algunos nos seguimos saludando, y, ahora, las diferencias siguen por otra cosa y muchos de los que están  de un lado o del otro, lo están por política.

La minería marcó algo porque fue el argumentopara pelear por determinadas  cosas, como las  posiciones políticas”, indicó la mujer, quien no niega que políticamente responde al oficialismo lasherino. A ella, tras casi media hora de conversación, se suma Graciela, quien apoya el argumento de su hermana: “La diferencia política es importante, quieren el agua pero el avance del pueblo no lo contemplan. Lo único que dicen es que se puede avanzar en el tema turístico, pero nadie está apostando a eso.  Acá no hay trabajo para nadie o casi nadie. Está bien, tenemos agua, un montón de paisajes pero había mucha gente que necesitaba   portunidades”, explicó y agregó: “Ya no hay manifestaciones, ahora nos masticamos un poco más”. El acuerdo de ambas se nota hasta en  la coincidencia en la opinión,  ya que ambas creen que es difícil que Uspallata olvide esa división, por no decir imposible. “Si bien nos vamos   masticar, yo tengo  mis ideas y ellos tienen las suyas”, dice Patricia, mientras Graciela agrega: “Nos encontramos en la  calle todo  el tiempo. Mientras la gente sienta esa división es imposible y eso se siente todos los días”.

En tanto, la maestra de primaria Susana Guzmán  no tiene el mismo recuerdo que Andrea de aquel 24 de agosto. “El día que dijeron que no,  que se bajaba, era una infinidad de llamados para ver si era cierto porque no entendíamos el motivo, si era sólo una cuestión política.

Nos sentimos remal, era mucha tristeza, angustia de no saber qué hacer en el futuro, qué otra cosa podíamos ofrecerle a la gente, a Uspallata”, relató Susana, minutos antes de  rse de vacaciones con su familia.  “En el Dakar esperábamos hablar con el gobernador, pero no pudimos acercarnos por la seguridad. Es  muy triste ver todos los días camionetas mineras de San Juan y no de acá y ver que otros  pueblos crecen y el nuestro queda estancado”,  manifestó.

Para la docente, igual que para la mayoría, la división existe. “Yo creo que la división la produjo gente con intereses específicos  que ya tenía su negocio armado”, opinó. Guzmán, para quien es mentira que la mayor parte de Uspallata estaba en contra de San Jorge,  gregó:  “No puede ser que por veinte personas que han manejado el pueblo por 20 años se siga así, porque esta gente duplica, triplica los   recios y no hay control”.

De hecho, la docente, que admite admirar la explotación minera en  San Juan y a su gobernador, José Luis Gioja,  señaló que, tras el rechazo a la minera, ella tuvo “una reunión  con el presidente de San Jorge” y afirmó que desde la empresa “no han  hecho ningún otro tipo de  comentario y esperan la parte legal, porque ellos tienen el derecho de reclamar a la Provincia”. Finalmente, la  mujer se lamentó  porque, a su criterio, Mendoza quedará muy atrasada respecto de San Juan si continúa con la misma política minera  actual.