Las asambleas de ciudadanos en defensa de la vida, que se han multiplicado por toda la provincia, no necesitan “pagar” a nadie para que diga lo que sus integrantes dicen abiertamente. La publicación en la tapa del diario El Independiente (22 de diciembre de 2008) de una supuesta maniobra para escrachar al gobernador Luís Beder Herrera mediante el pago a una “joven santiagueña” es tan burda como peligrosa. Los riojanos nos enfrentamos a momentos duros y debemos exigir a los periodistas honestos y sobre todo honrados, la máxima responsabilidad. No a la obediencia debida dentro de los medios, respeto a la Constitución Nacional, a la libertad de expresión y a la prensa libre. Con esa publicación y otras menos explícitas, El Independiente entró en un juego de difícil pronóstico, pero cuyo mecanismo se pudo apreciar en la década del `70, antes y durante la vigencia de la dictadura militar. Por Carlos Ruiz
En primer lugar, las asambleas de ciudadanos en defensa de la vida, que se han multiplicado por toda la provincia, no necesitan “pagar” a nadie para que diga lo que sus integrantes (entre los que me incluyo) dicen abiertamente. ¿Alguien puede creer que Marcela Crabbe pagó para que una ignota “santiagueña” llevara una bandera de “El Famatina no se toca”, cuando ella misma (y todos los asambleístas) han levantado esa bandera por todo el país? Las asambleas en contra de la minería a cielo abierto nunca se han callado ni se han escondido. Siempre han pedido el diálogo abierto, el debate honesto y han planteado las dudas que esta política minera trae para la población de las zonas afectadas, que no son solo las aledañas a los proyectos, sino que abarcan toda la cordillera y provincias enteras. La respuesta del gobierno siempre ha sido la misma: nada. Peor aún, se ha mentido descaradamente al pueblo.
Pero el caso de El Independiente merece la reflexión de todos los riojanos. La nota publicada lo desconecta definitivamente con su rica historia, esa historia que es negada y escondida debajo de la alfombra por sus actuales integrantes.
El diario El Independiente llegó a ser el diario de mayor tirada en el país en relación a la población. Vendía más que Clarín, proporcionalmente. Sus notas periodísticas expresaban el sentir del pueblo y lo acompañaban reflejando con honestidad y calidad periodística sus luchas, grandes y pequeñas.
El 12 de octubre del 70, el diario pasó a ser una cooperativa de trabajo. Su línea editorial reflejaba ese compromiso con valentía, en un contexto difícil. Ello se perdió con el golpe del 76 y el diario publicó una ominosa editorial de la que nunca se retractó hasta el día de hoy.
Con el retorno de la democracia en 1983, los trabajadores que habían estado presos y su fundador Alipio Paoletti intentaron regresar a sus puestos de trabajo. La cooperativa les negó el ingreso y les enrostró sus “renuncias”. Las renuncias –en la que no solo renunciaban a sus puestos en el diario sino que se comprometían a no ejercer “nunca más” el periodismo- habían sido firmadas bajo coacción por los militares y en el caso de Paoletti directamente falsificada.
El diario en democracia nunca volvió a ser el que era antes del golpe. Su línea editorial ha sido ambivalente y ya no tan consustanciada con las causas populares.
La nota sobre la “mujer santiagueña” es una burla al periodismo, la une directamente con las notas difamatorias de su otrora competidor El Sol, de los setentas. El diario El Sol, aparecido el 2 de mayo de 1972, propiedad de Tomás Agustín Álvarez Saavedra, fue el medio en el que se denostaron las luchas sociales y desde el que se elaboraron las listas negras que desembocaron en el golpe y que convirtieron a La Rioja en la provincia con mayor cantidad de presos políticos, en proporción a su cantidad de habitantes.
El primer director del diario El Sol fue Eduardo Menem y escribieron personajes como José Ricardo Furey (que sigue trabajando en el senado junto al senador Carlos Menem), el profesor Alejandro Lucero, Roberto Pastor Avila y otros. Desde sus páginas se encargaron sistemáticamente de desprestigiar la pastoral del obispo Angelelli, a quien llamaban “Satanelli”, y toda lucha popular que pudiera aparecer. A Alipio Paoletti, director del diario El Independiente y al staff del diario de entonces, se los vinculaba permanentemente con causas de drogas y movimientos subversivos se llamaba “alipiosos” a los supuestos “delincuentes”. Angelelli, luego fue asesinado (en un hecho que la justicia todavía no ha logrado esclarecer) igual que dos de sus sacerdotes y un campesino y muchos de los integrantes del diario El Independiente, que pasaron en la cárcel los años del proceso militar o tuvieron que exiliarse.
A ello se suma el hecho que el otro diario de tirada provincial de La Rioja, el diario Nueva Rioja, habría sido adquirido por Roberto Catalán, el nefasto juez de la dictadura, responsable de la persecución de muchos riojanos.
Los riojanos nos enfrentamos a momentos duros y debemos exigir a los periodistas honestos y sobre todo honrados, la máxima responsabilidad. No a la obediencia debida dentro de los medios, respeto a la Constitución Nacional, a la libertad de expresión y a la prensa libre.