En el marco de la actual crisis energética y climática global, la transición hacia energías renovables se ha posicionado como uno de los principales caminos a seguir. Sin embargo, poco se dice en torno a qué implica para los territorios y sus comunidades la explotación de las llamadas “energías renovables”, como el litio. ¿Quiénes están detrás de las “energías limpias” y a quiénes benefician?
Por Camila Parodi para la agencia de noticias BiodiversidadLA
Durante los últimos meses las energías renovables, y en particular el litio, ocuparon un lugar central en los anuncios de inversiones en la Argentina. Esta aparición no es casual, se enmarca en la actual crisis energética global y, centralmente, se relaciona con la relevancia que hoy tiene el litio como materia prima estratégica para el mundo, por su utilización para los dispositivos electrónicos y su aplicación como vector para la acumulación de energías frente a un posible -y necesario- cambio de matriz energética.
Matriz energética
Es una representación cualitativa de la combinación de fuentes de energías que utiliza un país. La matriz energética actual de la Argentina está basada principalmente en combustibles fósiles.
La explotación y el consumo desmedido de energías convencionales (no renovables) como el petróleo, carbón, gas, entre otros, devino en la actual crisis climática. La misma es generada por la emisión de dióxido de carbono que eleva la temperatura atmosférica. Esto se enseña en cualquier clase de biología en la escuela: la emisión de gases incrementan el efecto invernadero y provocan el calentamiento global. Por este motivo, en el Acuerdo de París del año 2015 se acordó limitar el aumento de la temperatura a entre 1,5 y 2 grados centígrados. Pasaron siete años desde entonces y el panorama no es alentador.
Transición energética
Proceso que busca evitar el aumento de la temperatura del planeta a través de la transición hacia energías renovables y la diversificación de las mismas.
Sin embargo, esta definición contiene una trampa. Si bien gran parte de estas energías pueden ser renovables, las formas vigentes de explotación no lo son. En el caso del litio, por ejemplo, aunque se trata de un material “renovable”, ya que podría reciclarse y reutilizarse de las baterías en circulación, su extracción demanda cantidades desorbitantes de agua en lugares donde no abunda, lo que impacta sobre la biodiversidad del territorio y sobre las poblaciones que lo habitan.
Litio
Es un metal alcalino muy ligero que se corroe rápidamente en contacto con el aire. Por este motivo no existe en estado libre en la naturaleza y se extrae únicamente de yacimientos de vetas o por la evaporación de los depósitos de salmueras. Tiene múltiples usos: en la fabricación de acero, esmaltes y lubricantes; en la producción de fármacos para enfermedades psiquiátricas; y en el uso de baterías de automóviles y dispositivos electrónicos celulares, computadoras portátiles, tablets, entre otras.
No sos vos, es el sistema
Otra trampa de este proceso se advierte ante la continuidad de las prácticas de saqueo y explotación, sin reflexión alguna sobre el actual escenario de crisis socio ambiental. Hoy, aquellos países y corporaciones que son principalmente responsables de esta situación continúan encabezando los niveles de consumo energético y la explotación desmedida de los territorios. Lo hacen, a su vez, a través de prácticas sistemáticas de desplazamiento y violencia contra las poblaciones y sus economías locales.
Motivo por el que, lejos de querer remediar el impacto negativo que el modelo de explotación, producción y consumo capitalista ha tenido sobre la vida, se enfilan en una nueva carrera mundial en búsqueda de aquellos recursos naturales que podrían suplantar a los combustibles fósiles frente a su evidente escasez. Eso sí, ahora lo hacen con un discurso teñido de verde y en nombre de la “sustentabilidad”.
Desde esta lógica, los territorios del Sur global funcionan como zonas donde, tanto su biodiversidad y recursos naturales como las formas de organización de sus comunidades, culturas y conocimientos ancestrales son sacrificadas para el desarrollo de los países del Norte global. Esta práctica se replica, de diferentes maneras, desde la conquista europea, desde la cual América Latina y el Caribe funcionan como territorios de reserva de materias primas. Un proceso que se ha intensificado en las últimas décadas, tras la concentración de la tierra y los recursos en manos de grandes corporaciones.
Litio: un interés geopolítico
Hoy, la zona andina que se conoce como el triángulo del litio funciona como ejemplo de ello. Este territorio, que comprende a la puna argentina junto a parte de los países de Chile y Bolivia, posee más del 68% de las reservas de litio en salares de todo el mundo. La reciente condición del litio como commoditie en el mercado mundial ha configurado a dicha área geográfica como un territorio en disputa y de valorización a nivel global.
La forma que adquiere el mineral en la zona del triángulo del litio facilita la explotación, ya que se concentra en grandes niveles en las salinas altoandinas. De forma que, si bien existen importantes cantidades en otras partes del mundo, están dispersas o se encuentran en vetas donde es más compleja su extracción.
A diferencia de Chile y Bolivia, Argentina no cuenta con una larga trayectoria en minería. Sin embargo, durante los últimos 30 años esta industria se ha profundizado. La normativa vigente es la sancionada durante el menemismo, que permite a las corporaciones negociar directamente con los gobiernos locales, acceder a la exención de impuestos por 30 años y pagar el 3 por ciento de las ganancias declaradas, entre otras. A su vez, el seguimiento de impacto social y ambiental es implementado por los mismos gobiernos provinciales, que alientan la llegada de los proyectos mineros a sus territorios.
Hoy, en la Argentina hay 17 empresas provenientes de siete países distintos que se encuentran involucradas en proyectos para la explotación del litio. De ellas, dos proyectos ya se encuentran activos en el Salar Olaroz de Jujuy y en el Salar del Hombre Muerto en Catamarca; 43 en una etapa previa de exploración y siete en etapa de prospección.
Según el Informe Mensual de Exportaciones Mineras de Argentina, correspondiente al mes de agosto, durante 2022 la exportación de litio fue un 400% mayor que en 2021, superando incluso a las exportaciones de plata y consolidándose como el segundo mineral más exportado después del oro.
Los números arrojados por este informe han sido celebrados por el gobierno nacional y los poderes locales de cada provincia. El avance de estos proyectos extractivistas en el país se debe, en gran parte, a la deuda con el FMI contraída por el gobierno de Mauricio Macri y la necesidad de obtener divisas extranjeras a través de la exportación.
Sin embargo, como vimos previamente, la ganancia obtenida por la explotación del litio con la actual legislación de minería no es significativa. Además de que no permite una soberanía política sobre esta materia prima estratégica, el impacto negativo producido en los territorios es múltiple. Los mismos gobiernos provinciales que acuerdan con las corporaciones son los responsables de realizar las inspecciones ambientales y sociales, así como de implementar las instancias consultivas con las comunidades.
Vivir en un territorio minado
En las poblaciones afectadas por los proyectos extractivistas, la vida cotidiana es muy hostil y compleja. La narrativa del “progreso” y el “desarrollo”, sostenida por las pautas publicitarias estatales, y la falta de información rigurosa sobre la minería de litio pretenden instalar un sentido común a favor de la explotación en los territorios.
Pero no sólo eso, quienes se oponen o problematizan la instalación de este tipo de proyectos son violentadxs, perseguidxs, silenciadxs a través del accionar policial. Asimismo, se ha probado la existencia de grupos paraestatales controlados por las propias empresas mineras que funcionan como cuerpo de choque para marchas, acampes y manifestaciones.
La situación es muy delicada porque la instalación de los proyectos mineros se da en territorios rurales marginalizados. Comunidades que han sido históricamente invisibilizadas y que no cuentan con acceso a políticas públicas que garanticen sus derechos básicos.
Entonces, si bien no se puede juzgar a aquellas personas que aceptan alguno de los trabajos, changas o becas que les otorga la minera, sí podemos advertir que existe una estrategia concreta de división de las poblaciones a través del otorgamiento o no de empleos. A su vez, en lo que respecta a la entrega de becas, las mismas son dadas a las personas más jóvenes en calidad de bono mensual que ronda entre los 18 mil y los 30 mil pesos. Esto genera que las juventudes y sus familias no se manifiesten públicamente contra el accionar minero en sus territorios.
Se trata de un entramado de relaciones, poderes y opresiones bien difícil de desenmarañar a nivel local. Por un lado, hay una brecha económica cada vez más amplia entre las pocas personas que acceden al empleo en la minería frente a quienes se encuentran por fuera de ese ámbito. Además, también es desigualdad y violencia en términos de género: las mujeres y la comunidad LGTBQI+ no sólo tienen menos posibilidades laborales porque son trabajos prometidos para varones sino que, también, los territorios extractivistas se configuran como sistemas y redes de violencia, explotación sexual y trata de personas.
Foto: Susi Maresca
Defensorxs de la puna
Como decíamos, el impacto de la minería de litio en la región andina es múltiple pero también desigual. Allí las comunidades rurales, campesinas e indígenas, cuyas formas de vida están más inmediata y estrechamente ligadas al medio natural, son quienes se hallan más expuestas a los riesgos de los proyectos extractivistas.
Si bien la minería de litio es presentada como parte de las “energías limpias” para la transición energética, utiliza cantidades extraordinarias de agua y por eso es secante. En ese marco, aquellas comunidades que se configuran como territorios hidrosociales, ya que conviven en interrelación con la biodiversidad, son las más afectadas. “Sin agua no hay vida”, manifiestan desde las distintas comunidades y colectivos campesinos que resisten a este tipo de extractivismo hídrico. Desde sus territorios, advierten cambios drásticos en el paisaje y, por ende, en su vida cotidiana.
En la región andina, el litio se extrae de los salares altoandinos. Aparte de su importancia como patrimonio, ya que son antiguos lagos (paleolagos), en la actualidad funcionan como humedales ya que conservan el agua de manera superficial pero también, y mayoritariamente, subterránea. Por ese motivo, los salares son definidos por sus comunidades como “oasis de vida”, porque allí se conserva la biodiversidad de la puna y la vida de quienes la defienden.
La transición será justa o no será
Estamos transitando una crisis climática sin precedentes. ¿Hay que cambiar la matriz energética? Sí, pero no basta. Es necesario alterar la matriz de relaciones y problematizar el consumo energético que tenemos como sociedad. Eso significa, principalmente, reconocer las desigualdades manifiestas y quitar cualquier tipo de privilegio que las sostenga. Para ello, el proceso no puede centrarse únicamente en el cambio de matriz, identificando qué energía es posible de reemplazar para continuar como si nada hubiera pasado.
Este proceso tiene que ser pensado en clave de transición justa e integral, es decir, desde una perspectiva de justicia social y de Derechos Humanos. Para revertir la crisis climática y civilizatoria, la vida tiene que estar en el centro, considerando las particularidades eco territoriales y socioeconómicas en la toma de decisiones.