Por cada tonelada de roca, Bajo de La Alumbrera, en Catamarca, extrae medio gramo de oro y consume 100 millones de litros de agua. La cantidad de energía que se necesita para movilizar la mina es equivalente a la energía que consume la ciudad de La Plata.
Fuente: CatamarcaYa
Números dorados
Mina Bajo La Alumbrera “necesita del agua para procesar y transportar las 330 mil toneladas de roca que extrae por día.
Si bien hasta mediados del siglo XX las minas subterráneas conformaron la metodología más común para trabajar los yacimientos, hoy, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, la industria metalífera dio lugar a una nueva forma de trabajo: la explotación a cielo abierto. Las minas que adoptan esta modalidad se disponen a modo de terrazas ubicadas en grandes fosas donde se realiza la remoción de vegetación y suelo, se dinamitan toneladas de roca y se utiliza ácido sulfúrico, entre otros compuestos químicos, para obtener el metal deseado.
La particular característica de este tipo de explotación es que requiere el consumo de millones de litros de agua por día y un desproporcionado gasto de energía eléctrica.
Con inversiones -y ganancias- exorbitantes, y enormes pasivos ambientales, la explotación a cielo abierto parece ser la nueva gallina de los huevos de oro de las multinacionales. Gracias a la sanción de la Ley 24.196 que en los 90 lanzó el ex presidente Menem para incentivar la inversión extranjera -estabilidad fiscal por treinta años, pago de regalías menores al 3 por ciento- y al Plan Minero Nacional presentado por Néstor Kirchner en 2004, la explotación de yacimientos creció a pasos agigantados.
En la actualidad, la industria en nuestro país suma 7.950 millones de pesos en exportaciones, mientras que la inyección de capital extranjero -según el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios- subió un 740 por ciento desde 2003. Las expectativas del Gobierno son más que optimistas, teniendo en cuenta que más de trescientos proyectos están en carpeta buscando superar los 500 mil metros cuadrados explotados durante 2007.
Nada mal para un mercado que, en el rubro de exportación de oro, posiciona a la Argentina como el segundo productor de toda América latina. El informe augura, además, que dentro de los próximos ocho años el Estado recibirá inversiones de 38 mil millones de pesos.
Por lo pronto, la gran apuesta está alineada sobre la cordillera andina. San Juan, Catamarca, Jujuy, La Rioja, Mendoza y Santa Cruz se disputan los megaemprendimientos, en su mayoría, a cielo abierto.
No todo lo que brilla es oro
Ubicado a 2.600 metros sobre el nivel del mar, el yacimiento catamarqueño de Bajo de La Alumbrera fue la primera mina de la Argentina en explotar cobre, oro, plata y molibdeno a cielo abierto. Además de la planta de procesamiento, posee un mineraloducto que atraviesa más de trescientos kilómetros y transporta, mediante agua a presión, el concentrado de minerales y químicos como el cianuro de sodio, ácido clorhídrico y los restos de los metales pesados existentes en la roca, como plomo, mercurio y uranio.
A pesar de las exportaciones a España, Alemania, Japón, Canadá y China, que en 2008 dejaron más de mil millones de dólares, la activación de la planta genera conflictos, también en gran escala. Como toda actividad minera que adopta esta metodología, Bajo de La Alumbrera “necesita del agua para limpiar las 330 mil toneladas de roca que extrae por día y también para la cianuración (proceso por el cual la mezcla de cianuro y agua ayuda a despegar el metal adherido a las rocas)” explica el geólogo doctor Isidoro B. Schalamuk, director del Instituto de Recursos Minerales de La Plata.
Así, el yacimiento consume 100 millones de litros de agua por día. Lo mismo ocurre con la electricidad. “La cantidad de energía que se necesita para movilizar la mina es equivalente a la energía que consume La Plata. La desproporción entre lo que se explota y lo que finalmente se extrae es mayúscula: por cada tonelada de roca, se obtiene un promedio de medio gramo de oro”, enfatiza.
La contaminación es otra punta del conflicto. “Uno de los problemas más graves que tiene Bajo de La Alumbrera es su proceso de transporte. El mineraloducto, por el que se traslada el mineral concentrado, atraviesa un relieve muy accidentado en el que muy frecuentemente se producen pérdidas”, afirma Schalamuk.
Urbano Cardozo vive en Andalgalá, y dice que las filtraciones de la mina modificaron la salubridad del río Vis Vis. “Han muerto muchos animales. Los zorros no tienen piel. Vivo a sesenta kilómetros de la mina y, por ejemplo, ya no encontramos abejas. Si antes el agua del río era transparente, ahora tiene espuma”, cuenta.
Frente a la constante demanda social que reclama mayor protección ambiental, el secretario de Minería de la Provincia, José Sinner, defiende al mercado. “Es la única actividad que tiene su ley ambiental, y que exige a las empresas que antes de realizar cualquier trabajo de explotaciónpresenten un informe de impacto ambiental. Tenemos una unidad de gestión en la que monitoreamos permanentemente el entorno de cada uno de los proyectos. La industria minera se localiza cerca de los proyectos y lejos de los poblados y lleva salud, trabajo, educación a centros totalmente relegados por las mismas regiones.”
Luego de la redituable Bajo de La Alumbrera, el gobierno catamarqueño abrió el juego a otros proyectos, entre ellos, el yacimiento de Agua Rica (tres veces más grande que Bajo de La Alumbrera). Con un capital inicial de nueve mil millones de pesos, la megaminera planea imitar los pasos de su antecesora.