A muy pocos kilómetros de Tinogasta, se encuentra Las Higueritas, un hermoso paraje en donde el sonido de sus aguas cristalinas y el verdor de sus añosos árboles, frutales y vides se enmarcan a los pies de majestuosas sierras rojizas. El paisaje es maravilloso…. Pero ya nada es como antes en Las Higueritas. El agua apenas corre por las acequias. Las vides están secas y las casas y sus habitantes se han convertido en recuerdos.
Por Fernando Berdugo
Nadie imaginaba allá por las décadas de 1950 y 1960 que aquellos señores de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que llegaban a “explorar” los cerros marcarían el destino de este lugar para siempre. Claro, por aquellos años hablar de uranio y radiación era algo casi de ciencia ficción y la “energía nuclear” algo que se consideraba “ultra secreto” por los gobiernos y los organismos oficiales. Pero en busca de eso estaban.
Los años pasaron y la cosa fue quedando en el olvido casi como algo anecdótico y el tiempo y la naturaleza fueron ocultando las heridas que aquellos hombres dejaron en los cerros.
Pero ya nada fue igual. Cuentan los ancianos del lugar que con el tiempo los animales empezaron a enfermarse, a nacer con malformaciones… – es el agua – les dijeron… pero si siempre la usamos y nunca paso nada ? pensaban. Algo extraño pasaba en Las Higueritas.
La gente también comenzó a enfermar… los mas jóvenes se fueron y al poco tiempo le siguieron los mayores. – Y que íbamos a hacer ? Ya no se podía mas – me cuenta doña María con lagrimas en los ojos. La suerte ya estaba echada. Su casa, su trabajo, sus sueños, todo dejaban allí. Es duro decir adiós.
La soledad y el olvido se adueñaron de Las Higueritas. La gente nunca supo que aquellos cerros que supieron cobijarlos nunca sanaron aquellas heridas abiertas decenas de años atrás. Por unos años la calma reino en el lugar pero pronto otros vendrían a revolverle nuevamente las entrañas…. Pero eso…, eso se los cuento mañana