Parece increíble que las autoridades que supuestamente se encargan de proteger el medio ambiente, hayan establecido la posibilidad de que se construya una mina a cielo abierto en la sierra nororiental de Puebla. Las montañas que quieren convertir en páramos son de los espacios con mayor conservación del bosque mesófilo, con una gran biodiversidad. Quieren transformar el verde por el gris pardo de las minas abandonadas. Quieren solo los minerales o quieren más el agua, que aquí es muy abundante y es mucho, muchísimo más valiosa que todo el oro del mundo. Por eso, la construcción de hidroeléctricas debe ser frenada también.

Fuente: La Jornada

Un hombre hablaba en su idioma, el masehualtajtol, arriba del escenario de la Casa de Cultura de Cuetzalan. Era, y es, el presidente municipal, Óscar Paula. Detrás de él, sentados en seis sillas, otros tantos funcionarios de su ayuntamiento lo acompañaron el sábado pasado para atender la convocatoria hecha por el Órgano Ejecutivo del Comité del Ordenamiento Territorial Integral, COTIC, los representantes de las ocho juntas auxiliares y de los comités de agua de cada una de las comunidades que están dentro de la demarcación autorizada por la Semarnat a la Minera Autlán. La Federación ha permitido a esta compañía llevar a cabo la exploración del terreno con el objeto de determinar el tipo, la cantidad y la calidad de los minerales existentes en la zona.

Los asistentes miraban a Paula con mucha atención y escrutinio. Lo importante no fue que el auditorio estuviera lleno a reventar; conseguir gente para eso en México no es difícil. Lo relevante fue, y es, que cada uno de ellos representa a una comunidad, a una junta auxiliar, a un comité de agua potable; fueron nombrados en asambleas que se llevaron a cabo en las respectivas localidades durante los meses pasados por convocatoria del Órgano Ejecutivo (OE) del COTIC.

No fue sencillo llegar a esta reunión. El presidente municipal no había respondido al llamado del organismo que representa los ordenamientos Ecológico y Urbano aprobados en 2010. Más aun, el edil dudaba que existiera la autorización de la dependencia correspondiente. No he recibido respuesta de la Semarnat –dijo el político panista– para que me diga si existe o no dicho permiso; incluso he hablado con el presidente municipal de Tlatlauquitepec –centro del proyecto minero– y tampoco ha sido informado. Por ello, tal vez, en algunas comunidades donde Paula fue cuestionado al respecto, respondió que no existía tal autorización. El OE le presentó la documentación disponible, oficial, de Semarnat, de la Secretaría de Economía, y parece haberse convencido, aunque la Federación no conteste su petición.

El alcalde fue contundente: si mi pueblo, representado por ustedes, dijo, se opone a las minas y a otros proyectos, yo me opongo también. Más aun, pidió a la gente no vender ni rentar sus tierras a estas compañías.

Para quienes hemos participado en el proceso de creación de los ordenamientos territoriales vigentes en Cuetzalan, fue un momento muy intenso. Más de cinco años de trabajo nos han enseñado la capacidad organizativa de este pueblo masehual, y hasta de los coyomes, los no indígenas, para cuidar su medio ambiente y su cultura. No es casual que durante el proceso la gente hubiera rechazado la construcción de un megaproyecto turístico en los manantiales, que haya impedido la instalación de una tienda Wal Mart, y hasta que una asamblea, en Tzinacapan, haya echado a Televisa cuando la empresa pretendía hacer de las danzas y los voladores una estrella más, con indígenas/modelos que nada tienen que ver con la estética y la tradición de esta comunidad.

Está usted, señor presidente, entre Casa Aguayo y su pueblo, le dijo un indígena de nombre Benjamín; le pedimos la realización de un cabildo abierto, con todo respeto, expresó dona Rufina Hernández, la secretaria del COTIC y presidente del OE, para que los regidores se comprometan a no permitir la entrada de estos proyectos; estaremos muy pendientes de sus decisiones, le dijeron los ocho representantes de juntas auxiliares que hablaron.

Yo tuve en ese momento la sensación de que el presidente Paula ha comprendido dos cosas: que los proyectos afectarían severamente al medio ambiente y la población, contaminando y haciendo escasear el agua, acabando con el bosque, el cafetal, la pimienta, el huerto, el kuojtakiloyan.

Pero me parece que Óscar Paula ha comprendido, y sería sensato que quienes lo están presionando para que autorice las obras lo entiendan también, que enfrente tienen la legislación, un ordenamiento absolutamente fincado en las normas, y, sobre todo, un pueblo organizado y dispuesto a defender lo suyo, seriamente.

Agua y minas

Parece increíble que las autoridades que supuestamente se encargan de proteger el medio ambiente, hayan establecido la posibilidad de que se construya una mina a cielo abierto en la sierra nororiental de Puebla. Un recorrido por los terrenos de Tlatlauqui que están dentro del polígono autorizado por Semarnat obligan a emplear algunos adjetivos contundentes: insensatez, para empezar. Las montañas que quieren convertir en páramos son de los espacios con mayor conservación del bosque mesófilo, con una gran biodiversidad, reconocida por académicos de todo el mundo y por dependencias responsables que buscan cuidar el medio ambiente. Quieren transformar el verde por el gris pardo de las minas abandonadas.

Y al conocer esos sitios se presenta la reflexión siguiente: quieren solo los minerales o quieren más el agua, que aquí es muy abundante y es mucho, muchísimo más valiosa que todo el oro del mundo. Por eso, la construcción de hidroeléctricas debe ser frenada también.

Da gusto ver que los diputados Ricardo Monreal y Zuleima Huidobro González hayan presentado en la Cámara correspondiente del Congreso de la Unión un punto de acuerdo para que realice un nuevo estudio técnico ambiental en el que participen los pobladores de las comunidades afectadas por los proyectos mineros e hidroeléctricos. Ojalá los partidos registrados opositores a estos proyectos de la codicia tomaran el ejemplo.