Rico en petróleo y en agua dulce, el Sur argentino instiga las avaricias.
Estado en agonía vendería la Patagonia.

La sospecha corre por la estepa: el gobierno de Buenos Aires pensaría ceder esta inmensa región a los Estados Unidos y a sus bancos a cambio de la desaparición de su colosal deuda

Por Antoine BIGO (enviado especial a la Patagonia)

Martes 4 de marzo de 2003 (Diario “Libération” – Francia)

Petróleo y ovejas. Como insectos en la estepa, cientos de pozos de petróleo bombean infatigablemente el oro negro del desierto patagónico. En torno a una colina grisácea barrida por el viento, un grupo de ovejas se reparte entre las magras matas espinosas quemadas por el sol del verano y el hielo invernal. El camino asfaltado que conecta Comodoro Rivadavia, la capital del petróleo, con Rawson, asiento del gobierno de la provincia de Chubut, es una línea recta de 450 kilómetros en el medio de un paisaje sin fin. Sólo presencia humana, una estación de servicio a mitad del recorrido, casi una réplica de Bagdad Café. En el momento del almuerzo, camioneros silenciosos hacen refrescar el motor de sus mastodontes mientras engullen gigantescos costillas cocinadas a la brasa. Los pasajeros de dos autobuses que se cruzan invaden los toilettes y se lanzan sobre las botellas de agua fresca. Antes de volver a arrancar por no menos de otros 200 km. de meseta desierta, sin una pizca de sombra y con un viento capaz de descornar bueyes. Un panel sobre la pared de la agencia de alquiler de autos del aeropuerto local advierte: “Abrir siempre las puertas contra el viento, y no lo contrario”.

La Patagonia se extiende entre lo que los marineros llaman el paralelo 40 “aullante” y el 50 “rugiente”. Sobre las colinas en que se apoya Comodoro Rivadavia, gigantescos generadores eólicos aprovechan un recurso aquí inagotable para producir una parte de la electricidad que la ciudad necesita. Por todas partes además, los molinos de viento salpican el paisaje. Así como, apenas uno se aleja de los pocos ríos que hienden estos 3.000 kilómetros de estepa, los molinos son el único medio de extraer el agua dulce que desciende de los glaciares andinos. En las cinco provincias (1) que constituyen la Patagonia (17,6 millones de km2, o sea la mitad de la superficie del país o, si se quiere, el tamaño de Turquía), conviven cerca de 4 millones de ovejas con sólo 1,5 millón de habitantes de entre los 37 millones con que cuenta la Argentina. Ninguna ciudad excede de los 100.000 habitantes. Sin embargo, este territorio inhospitalario siempre ha atraído enormemente a los aventureros. Desde Orélie-Antoine de Tonnens, un perigordiano iluminado que anexó la Patagonie en 1859, pasando por Theodor Herzl, el teórico del Sionismo que a principios del siglo pasado soñó crear el estado de Israel allí, antes de que Palestina fuera la elegida. Miles de pioneros venidos principalmente del País de Gales, de los países del Báltico y de Europa central hicieron fortuna con la lana antes de que las cotizaciones se derrumbaran a causa de la aparición de los textiles sintéticos. Estos son los inmigrantes que pusieron en valor la riqueza de la Argentina, gracias a las leyes que les eran sumamente favorables. “¡Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas, y los argentinos… de los barcos!”, se ha dicho en América Latina.

Encuesta premonitoria

Hoy, en un país donde la crisis es tanto económica como de identidad, el miedo de una Patagonia rematada a los extranjeros sacude los espíritus. Y no sólo porque millonarios americanos, aprovechando el precio irrisorio de las tierras, funden una asociación llamada ecológica para pagar menos impuestos en los Estados Unidos y comprar algunos miles de hectáreas en la Patagonia. Diputados y senadores locales han interpelado al gobierno hace algunos meses sobre una posible venta de la región a los americanos y a sus bancos a cambio de la desaparición de la deuda colosal del país. Es porque la región está vacía pero es rica en dos de los recursos naturales más deseados: cerca de tres cuartas partes de las reservas de petróleo y gas del país y depósitos de agua dulce entre los más importantes del mundo. En su oficina de “boiseries” oscuras del Congreso argentino, Carlos Prades, el senador de Caleta Olivia – la segunda ciudad de la provincia de Santa Cruz-, se enfurece: “no ocurrirá en la Patagonia lo que ocurrió en las Malvinas (2). No lo permitiremos y defenderemos la integridad de nuestro territorio hasta las últimas consecuencias”.

Esta es una encuesta realizada en marzo de 2002 por una empresa de sondeos de opinión hasta entonces desconocida que ha irritado a los argentinos. Con preguntas bastante sorprendentes, si uno quiere creerle a Jorge Giacobe, el director del instituto, éste afirma que la consulta fue ordenada por “una firma europea ávida por efectuar inversiones en Argentina y de la cual el secreto profesional impide revelar la identidad”. ¿Pero cuál puede ser el interés de un inversionista extranjero para preguntar a los habitantes de Comodoro Rivadavia, Trelew o Puerto Madryn si ellos acordarían cambiar la Antártida Argentina por la cancelación de la deuda del país? O si ellos aceptarían vender tierras que pertenecen al Chubut para pagar la deuda acumulada por la provincia. O también, si ellos estarían dispuestos a confiar la economía argentina a un funcionario del FMI u otro organismo internacional. En el momento del sondeo la economía del país está muy mal, el peso ha sido devaluado y el país está acribillado por las deudas. Con el agua al cuello, el presidente Eduardo Duhalde contrata a una empresa de “lobbying”, Zemi Communication, cuyo presidente es Henry Kissinger, para que asista al gobierno en sus negociaciones con los organismos financieros internacionales. Ahora bien, el antiguo Secretario de Estado del presidente Nixon siempre ha considerado a los recursos naturales de América Latina como estratégicos para los Estados Unidos, quienes, en un futuro próximo, podrían explotarlos por sí mismos.

Los eco-barones americanos

César Amaya, abogado que ejerce su profesión en Caleta Olivia, alerta entonces a la opinión pública y a los legisladores locales. “Lo que me preocupa, dice, es que esta encuesta ha sido presentada en el MIT (Massachussets Institute of Technologie) por Rudiger Dornbusch, el macro-economista y consultor de la firma Kissinger y Asociados, cuando poco tiempo antes, en el seno del mismo organismo, él lanzó la idea de que la Argentina debería abandonar toda soberanía en términos de política monetaria y fiscal y ser administrada por un cuerpo de asesores extranjeros que reuniera a funcionarios de bancos centrales y del FMI”. Este texto, disponible en Internet, llama, entre otras cosas, a una campaña de privatización masiva de las entidades financieras públicas, temida por la Federación de los agricultores argentinos, puesto que dos de los bancos a los que apunta el ataque, el Banco de la Nación y el de la Provincia de Buenos Aires, poseen hipotecas sobre 14,5 millones de hectáreas de tierra. En caso de llevarse adelante su privatización, el adquirente, que tiene grandes posibilidades de ser extranjero visto el estado de la economía del país, se convertiría en el dueño virtual de la mitad de la Pampa Húmeda, la región situada al norte de la Patagonia que es el granero de trigo y ganado de la Argentina. Dentro del gobierno de Buenos Aires la idea se abrió camino con la presencia como asesor de Norman Bailey, miembro de la fundación americana Potomac y de la Trilateral Commission, los “think-thanks” u órganos de reflexión conservadores. El mismo propone que las tierras fiscales, propiedad del gobierno de la Argentina, (ellas equivalen al tamaño de Italia), sean canjeadas por una parte de la deuda. “Yo estoy convencido de que son los bancos extranjeros y el FMI quienes sugirieron al presidente Duhalde realizar esta encuesta patagónica para testear la reacción de la Argentina ante el proyecto de pagar la deuda vendiendo territorios”, afirma Juan Gabriel Labaké, analista político, abogado y antiguo diputado peronista.

Más allá de las justificadas sospechas sobre el desmantelamiento del país, el fenómeno actual de venta de tierras a los extranjeros preocupa a los argentinos, especialmente si los compradores son estos eco-barones norteamericanos o ingleses, millonarios impregnados de ecología en el sentido donde ellos se apropian de grandes espacios vírgenes y los usan para quedarse. “Las propiedades compradas por los extranjeros son tan inmensas, la Patagonia tan alejada de Buenos Aires que si un gobierno extranjero decidiera construir una base militar allí, uno lo notaría veinte años más tarde”, ironiza Carlos Moreno, universitario e historiador de la Patagonia.

Sospechosa Fundación

Un singular americano, Douglas Tompkins, está en el colimador de asociaciones ambientalistas. El hombre ya ha comprado 276.000 Ha. al sur de Chile en nombre de su fundación ecológica, Patagonia Land Trust. Douglas Tompkins y su esposa, Kristine McDivitt, hicieron fortuna con la ropa deportiva. Él como fundador de las marcas Esprit y North Face, ella creando – con el canadiense Yvon Chouinard – Patagonia. Uno y otra han vendido sus partes en estas empresas y se han encontrado con una fortuna estimada en 150 millones de dólares (140 millones de euros).

Amantes de la naturaleza, adeptos a una ecología inflexible, ellos dividen su existencia entre los fiordos chilenos durante el verano austral y la pequeña granja (170 Ha.) que poseen a título personal en la provincia argentina de Corrientes durante el invierno. Pero son las compras de tierra hechas en nombre de su fundación las que dan que hablar. En la provincia de Santa Cruz, la estancia (3) Sol de Mayo (21.850 Ha.), la estancia El Rincón (14 170 Ha.), la estancia Dor Aike (33.000 Ha.) y sobre todo, con 32 kilómetros de costa sobre el Atlántico, la estancia Monte León (61.270 Ha. por 1,4 millón de dólares, es decir 1,3 millón de euros). Esta propiedad adquirida por Patagonia Land Trust, donada después, el 10 mayo de 2001, para beneficiarse con la ventaja fiscal relacionada con las inversiones en zonas protegidas, a la ONG local Vida Silvestre (una fundación “verde” de derecho argentino), tarde o temprano debería convertirse en un parque nacional. Pero si la aprobación del gobierno argentino se demora, se prevé que Patagonia Land Trust reasuma sus títulos….

(1) De Norte a Sur: Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego. (2) La guerra de las Islas Malvinas (2 de abril al 14 de junio de 1982) marcó la derrota del ejército argentino en su intento de recuperar dichas islas (situadas en el Océano Atlántico, a 700 kilómetros del continente) ocupadas por los británicos desde 1833. (3) “Ranch”.