El debate sobre la mina de oro de Rosia Montana (Rumanía), una de las más antiguas y la más rica de Europa, se ha reavivado tras el apoyo al proyecto de explotación mostrado por el presidente rumano, Traian Basescu, en su visita a la localidad esta semana. En un calco de los dichos de cualquier gobernante latinoamericano el presidente Basescu declaró que “Todo país que tiene recursos debe usarlos”.
Fuente: EFE
Bucarest, Rumania – 03/09/2011. Su posición encontró la previsible oposición de ecologistas y buena parte de la sociedad civil por los efectos que para el medio ambiente y el patrimonio cultural puede tener el proyecto.
Situada en el centro del país, en la región de Transilvania, la tradición minera de Rosia Montana se remonta a la época romana, y según varias estimaciones, guarda bajo tierra más de 300 toneladas de oro y 1.600 toneladas de plata.
Con los elevados precios de los metales preciosos de la actualidad se calcula que la mina produciría unos ingresos de 18.000 millones de dólares (unos 12.600 millones de euros) en sus 18 años de vida útil.
Además de cientos de puestos de trabajo en una región con un desempleo del 80 %, el Estado rumano recibiría unos 4.000 millones de dólares (cerca de 3.000 millones de euros) según las estimaciones más optimistas.
La polémica sobre su explotación empezó en 1997, cuando el Gobierno rumano cedió los derechos sobre la mina a la sociedad canadiense Rosia Montana Gold Corporation, que tiene una participación del Estado rumano del 20 %.
Innumerables campañas internacionales ecologistas y de defensa del patrimonio y obstáculos legales han evitado que la empresa obtenga los permisos necesarios para empezar a trabajar, pero el súbito y contundente posicionamiento del presidente Basescu invita a pensar que la situación podría desatascarse.
Movimientos ecologistas y varias instituciones de la sociedad civil denuncian que los trabajos para la extracción del oro producirán cerca de 200 millones de toneladas de residuos de cianuro, que quedarían depositados en la zona.
Recuerdan la catástrofe ecológica del año 2000 en la zona, cuando unas 100 toneladas de cianuro procedentes de una mina de oro rumana se vertieron en el río Somes (Rumanía) y llegaron al Tisza (Hungría) y al Danubio.
Además, alertan de que se dañaría una cara de la montaña y se destruirían las ruinas romanas y prerromanas de la localidad, que Rumanía quiere incluir en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Por su parte, la empresa y los partidarios de la explotación enfatizan los beneficios económicos e insisten en el uso de tecnologías limpias y modernas y en cuantiosas inversiones en la restauración del patrimonio arqueológico.
El uso que debe darse a Rosia Montana también es motivo de polémica entre los 4.000 vecinos del pueblo, divididos entre quienes quieren un trabajo en la mina y los que ven la explotación el fin de toda alternativa para salir adelante.
Y más allá de esas diatribas, la opinión pública se plantea si el proyecto no es pan para hoy y hambre para mañana.
Según un informe contra el proyecto de la Academia de Estudios Económicos (ASE) de la Universidad de Bucarest, el oro y la plata no son una necesidad para la economía de un país como el gas o el petróleo, máxime cuando el Banco Nacional de Rumanía ha anunciado que tiene suficientes reservas de oro.
“¿Por qué entonces la prisa por sacar el oro? Una mina puede abrirse siempre, si hay necesidad”, se lee en el estudio de la ASE.
Pero mientras Basescu pide empezar la explotación “cuanto antes” y llama a la clase política a tomar ya la “decisión correcta”, el director general de Rosia Montana Gold Corporation espera obtener las autorizaciones necesarias para 2012, y que entre 2014 y 2015 se pueda “sacar el primer lingote de oro”.