La unión, el esfuerzo y la perseverancia de la lucha de los mineros de uranio de Portugal llevada a cabo desde hace décadas, logró alcanzar muchas de sus metas mediante al asociacionismo. La creación de la Asociación de Trabajadores en Minería de Uranio (ATMU) fue en 2010, pero previamente formaron una comisión que tuvo como objetivos: 1) Abogar por la recuperación ambiental de las 66 minas abandonadas, 2) Defender el derecho de jubilación de todos los ex trabajadores jubilados, 3) Defender el derecho a los exámenes médicos de todos los ex trabajadores, teniendo en cuenta la contaminación radiológica y 4) Compensación a familiares de ex trabajadores con cáncer. En esta lucha sin fin, ATMU planifica a largo plazo renovando sus órganos de gobierno con los hijos de los antiguos mineros.
Fuente: José Herrera y Salvador López Arnal – Rebelión
Unión, esfuerzo y perseverancia. Es la vieja fórmula de lucha por los derechos de las personas y de los trabajadores más concretamente. La única que funciona y la misma que han seguido desde hace décadas los mineros de uranio de Portugal para la consecución de muchas de sus metas. Pero, en ocasiones, para no ir a la deriva y reconducir las estrategias también es preciso una eficaz labor de liderazgo.
El antiguo trabajador de las minas, hoy director y líder de ATMU, Antonio Minhoto nos explica que en 1913, abre la primera mina de uranio en Urgeiriça, con capitales franceses. Sin embargo, la exploración que sería de gran importancia, incluso frente a la importancia de las Guerras, fue la del radio . Las minas de Urgeiriça (distrito de Viseu), ubicadas en la región central de Portugal, fueron una de las primeras en explotarse en el mundo. Sus rocas del paleozoico (540 millones de años) de tipo granítico albergan varios minerales, como uraninita, además de derivados del fósforo, arsénico y otros metales pesados. Aunque no fue la primera. El proceso de la minería en Portugal con respecto al uranio comenzó en 1910 en el distrito de Guarda, más específicamente en el municipio de Sabugal, donde se exploraron varias minas. Esta situación llevó a Madame Curie a comenzar a relacionarse con el mineral de uranio, afirma Minhoto.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, se deja de explotar el radio y comienza con el uranio en 1959 hasta 1962, cuando el Estado portugués cancela el contrato con los ingleses. Desde 1962 hasta 1999, es el Estado portugués quien explota las 66 minas de uranio en Portugal .
Las empresas mineras, privadas o públicas, no adoptaron ninguna medida de protección o remediación ambiental, dejando a los mineros y al resto de los vecinos un pasivo ambiental que les condicionaría durante mucho tiempo. Hasta inicios de este nuevo milenio, en que fueron cerradas, se han vendido concentrados de uranio a muchos países para sus programas duales (civil y militar).
Durante más de ocho décadas los trabajadores portugueses de las minas han desarrollado una labor que algunos han definido como trabalho ruim. Una de las estrategias fue mantener en la ignorancia a los trabajadores de las consecuencias de su trabajo para su salud, además del elevado riesgo de silicosis por el predominio de dióxido de silicio (cuarzo), tan abundante en las rocas graníticas. Minhoto afirma al respecto: en cuanto a las medidas de protección, solo comenzaron a aplicarse, esencialmente, a partir de 1962, pero específicamente a partir de 1974, con la revolución del 25 de abril. Los trabajadores siempre han luchado por sus derechos, a través de su Comisión de Trabajadores, que para ese propósito ya organizó sus Cuadernos Reivindicativos, por lo que las compañías mineras en Portugal gozaban de los mejores derechos.
Muchas de las casas de los mineros fueron construidas con los minerales de la mina, presentando las paredes un nivel de radiación que contamina a toda la familia durante cada minuto que moran en el hogar. Por si lo anterior fuera poco, todos los pobladores están sometidos a unos altísimos niveles de gas radón en sus casas.
Actualmente, de las 199 zonas mineras abandonadas en Portugal, 66 son radiactivas. Las más importantes se hallan en Urgeiriça y alrededores. La situación de riesgo que vivían y viven los mineros, junto al resto de la población, es la convivencia con escombreras de estériles, presas de residuos con agua ácida, en un entorno rodeado de uranio, radio, torio y metales pesados.
El cierre de las minas a principios de este siglo, la pérdida de los puestos de trabajo, el alto número de casos de cáncer, junto con la necesidad de defender sus derechos laborales, sociales, ambientales y de salud, son las razones que generaron el asociacionismo. Ante esta situación, previa a la constitución de ATMU, Antonio nos cuenta que se creó la Comisión ad hoc con los siguientes objetivos:
1. Abogar por la recuperación ambiental de las 66 minas abandonadas.
2. Defender el derecho de jubilación de todos los ex trabajadores jubilados.
3. Defender el derecho a los exámenes médicos de todos los ex trabajadores, teniendo en cuenta la contaminación radiológica.
4. Compensación a familiares de ex trabajadores de cáncer.
Inicialmente consiguieron un Programa de Rehabilitación de Áreas Mineras Degradadas (2001) aún en marcha. También obtuvieron alguna sentencia del Supremo en reconocimiento de los derechos de los mineros. Pero quedaba mucho camino por recorrer. Dada la necesidad de organizarnos mejor, señala Antonio Minhoto, se creó ATMU en 2010, cubriendo no solo a los ex trabajadores sino también a los familiares, para que tengamos más fuerza en la lucha. Su continuo programa de movilizaciones, siempre dentro del marco legal, pero de una manera contumaz y eficiente, le hace ir cosechando frutos.
Inicialmente el Gobierno portugués remoloneaba en el reconocimiento de las consecuencias de la exposición a los minerales de uranio, mientras paradójicamente reconocía la existencia del conocido Síndrome de los Balcanes (Resolución Asamblea da República nº 34/2001) al ser uno de los militares lusos, destinado en la antigua Yugoslavia, una de las primeras víctima del uranio empobrecido.
La ininterrumpida muerte de ex trabajadores sirvió como acicate a una continua serie de movilizaciones, abriendo el camino para que el Estado asumiera su responsabilidad con los vivos. Posteriormente el Gobierno promovió la realización en 2003 de un estudio epidemiológico con la intención de calmar a los mineros y minimizar las consecuencias. Pero las conclusiones dieron veladamente la razón a los ex trabajadores.
El impacto mediático de las acciones de ATMU fue decisivo, pero también el peso de la realidad. Según su director: de los aproximadamente 600 trabajadores, más de 170, murieron de cáncer, todo ello originó a partir de 2008 la creación del Programa Integrado de Saúde (PIS). Posteriormente esta cobertura se extendió, por la Ley nº 10/2010, de 14 de junio, a todos sus familiares y personas que compartan vivienda en unión de hecho. También a sus descendientes directos. Pero las consecuencias no se circunscriben a los mineros. En cuanto a los habitantes, comenta Minhoto, al lado de las antiguas minas de uranio, estamos exigiendo un estudio científico para analizar si han sido contaminados o no por las minas.
En 2016 han conseguido que se reconozca el derecho a una indemnización por muerte, por dolencia profesional, de los trabajadores de la empresa (ENU) y que esa indemnización se extienda a los cónyuges y descendientes en primer grado (Ley nº10/2016 de 4 de abril). La larga y procelosa conquista solo contó con el apoyo directo de seis viudas de más de 150.
La historia de los mineros de uranio de Urgeiriça, constituye un ejemplo por su lucha, su organización, su tenacidad y sus logros. El empecinamiento demostrado en sus reinvindicaciones, la cohesión de sus miembros, su irreductibilidad, recuerdan al tebeo de Astérix y Obélix, de Uderzo y Goscinny, al resistir en su empeño cercados por la tendencia antiobrera dominante, donde los logros sociales parecen sufrir y sufren una significativa regresión.
Los mineros de Urgeiriça han vislumbrado desde el principio que no basta para la consecución de sus fines con los rigores padecidos en su rol de víctimas, ni la clara y ostensible justicia o pertinencia de su causa. Bien lo saben, el poder nada otorga. Solo existen las conquistas, arrancadas con mucho esfuerzo.
Han sido casi dos décadas luchando por sus derechos laborales, sociales y ambientales. Muchos han enfermado o fallecido de cáncer por el camino. Pero no pueden bajar la guardia, deben seguir combatiendo. Antonio reconoce que ante estas y otras situaciones, ATMU tiene un largo camino por recorrer, y no sabemos cuándo terminará su lucha, dado que las enfermedades son impredecibles, incluidos los miembros de nuestras familias, por lo que actualmente se está tramitando un proceso para realizar un estudio epidemiológico a los ex mineros y sus familias. Por eso es preciso, señala con toda razón, planificar a largo plazo para el relevo generacional. Ante esta lucha sin fin, concluye Antonio Minhoto, ATMU está renovando sus órganos de gobierno con los hijos de los antiguos mineros para seguir.
Uno de sus últimos esfuerzos es reciente, de septiembre de 2019, con la organización de un festival de cine, con sede habitual en Río de Janeiro, el International Uranium Film Festival. La leyenda que rezaba debajo de todo el material promocional del festival no dejaba indiferente: No más muertes por exposición a la radiactividad. No a las alteraciones climáticas. En eso siguen, en eso seguimos.