La empresa que promueve explotar oro en Corcoesto, Galicia, no tira la toalla y se incorpora a la cúpula de la Cámara Mineira. Los planes de la minera Edgwater se expandan más allpa del cráter previsto en Corcoesto (Cabana de Bergantiños) —actualmente vetado por la Consellería de Industria— sino que se extiende a lo largo del que la propia empresa llama Malpica-Tuy gold belt (cinturón de oro) en algunos de sus informes estratégicos.

Fuente: El País

Lejos de tirar la toalla, la compañía canadiense Edgewater se libera de las cargas y los riesgos que entraña su aventura minera en África para volcarse de lleno en su proyecto gallego. Un plan de expansión que no se reduce al cráter previsto en Corcoesto (Cabana de Bergantiños) —actualmente vetado por la Consellería de Industria— sino que se extiende a lo largo del que la propia empresa llama Malpica-Tuy gold belt (cinturón de oro) en algunos de sus informes estratégicos.

La filial Mineira de Corcoesto, el brazo que desarrolló en Galicia la firma de Vancouver para gestionar sus aspiraciones a licencias mineras, forma ahora parte de la cúpula del sector en la comunidad, como única vocal del sillón denominado “otros” dentro de la junta directiva de la Cámara Mineira.

Entró, tomando el testigo que dejó Applus Norcontrol, durante el proceso de renovación completa del mando minero, un colectivo que ahora preside Juan de Dios Martín Aparicio, de General de Hormigones. Y de esta manera la filial de Edgewater —encabezada por otro profesional de los filones que fue presidente de la Cámara, Francisco Aréchaga— representa en solitario uno de los nueve subsectores que cuentan con butaca dentro del lobby minero. A su lado, en nombre de grupos como el de los áridos, el granito, la losa, las rocas industriales, la minería energética, la cerámica o las aguas embotelladas gallegas, se sientan otros 23 vocales como Augas de Cabreiroá, Endesa Generación, el Clúster del Granito, la firma Epifanio Campo o varias pizarreras.

Según se explica desde la Cámara Mineira, cada subsector elige a sus representantes en la cúpula “en votación libre y secreta”. En el subsector “otros”, continúa este portavoz del gremio, se integran “personas, empresas y entidades que se dedican a la minería metálica, a la investigación de yacimientos, a los movimientos de tierras o, por ejemplo, a la asistencia técnica”.

La junta directiva del sector extractivo fue elegida a finales de 2013 para los próximos seis años. La filial gallega de Edgewater entró el 21 de octubre. Casualmente, esa votación se produjo solo seis días después de que Feijóo, el 15, anunciase en el debate sobre el estado de la autonomía el archivo definitivo del expediente de Corcoesto. Además de esta llamativa coincidencia de fechas, la renovación de la Cámara y la llegada a la cima por parte de la filial de Edgewater tiene lugar en un momento clave: en plena tramitación, por parte de la Xunta, de la reforma de la ley de ordenación de la minería de Galicia. El debate sobre esta ley llegará al Parlamento en septiembre de la mano de una proposición presentada por AGE en la que defiende la creación de un Consello da Minería que asuma el control y la regulación de las iniciativas empresariales en la comunidad. Por este consejo tendría que pasar, necesariamente, cualquier nueva pretensión megaminera de explotar el tesoro de Corcoesto.

La Cámara Mineira es un órgano consultivo y ejecutivo de la Administración, tutelado y promovido por la Consellería de Economía e Industria, la misma que denegó el proyecto de Edgewater para Corcoesto alegando falta de solvencia económica. Mientras tanto, sigue vigente (porque estas licencias no expiran hasta transcurridos cuatro años) la declaración de impacto ambiental aprobada por Medio Ambiente cuando la Xunta estaba determinada a impulsar la mina de oro como “proyecto industrial estratégico”, algo que no llegó a producirse.

Industria ya confió a la Cámara, única representante de la minería en Galicia, la elaboración del estudio previo para la redacción del Plan Sectorial de Actividades Extractivas de Galicia, un reglamento superior a las normativas municipales que define la estrategia del colectivo y respalda una legalización masiva. En mayo de 2013 se conoció su contenido, que incluía perlas del tipo “el sector minero es pionero en la protección del medio ambiente” y daba la bienvenida a las multinacionales. En un lugar destacado, erróneamente, se daba por hecho que el de Edgewater ya había sido declarado “proyecto estratégico”. La Cámara parecía querer adelantarse a las decisiones del Gobierno gallego.

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Nadie esperaba esa noticia. Feijóo logró que cundiese el efecto sorpresa cuando en octubre anunció, en pleno debate sobre el estado de la autonomía, que su gobierno daba carpetazo definitivo a la ambición dorada de la empresa canadiense. Inmediatamente, la compañía exploradora de metales preciosos se desplomó hasta el abismo (0,04 dólares canadienses por acción) en la bolsa de Toronto. Hoy, apenas ha levantado cabeza y en el último mes se movió entre los 0,06 y los 0,07. Sin embargo, Mineira de Corcoesto, lejos de abandonar, presentó un contundente recurso de 150 folios, todavía sin respuesta, en el que desmonta la decisión de la Xunta con calificativos como “ilegal” o “antijurídico” y defiende que “no solo se ha quebrantado el principio de confianza legítima”, sino que “se generará un perjuicio patrimonial que habrá de ser compensado”.

Un portavoz oficial de la empresa asegura que Mineira de Corcoesto, mientras espera el desenlace de este recurso, dará la batalla hasta el final, agotando todas las vías, y “reforzando, mientras, la situación financiera”. Esto, continúa, pasa por “aliarse con otras empresas”.
Pero además de los permisos mineros de Corcoesto (Cabana), de los que sigue siendo titular, la empresa canadiense cuenta con otras licencias de investigación y continúa tramitando en la Xunta más concesiones. En total, recuerda el colectivo Salvemos Cabana, suman 18 las concesiones que se tramitan en la propia comarca de Bergantiños, donde se sitúa el proyecto original, y en otros municipios, como Santa Comba y Zas, tocados por ese “cinturón de oro” de 150 kilómetros que recorre de norte a sur la comunidad y coincide con la franja que en
geología se conoce como “fosa blastomilonítica”.

En la documentación fechada en octubre de 2012 e incluida en la solicitud del permiso de investigación de una de las concesiones, Edgewater reconocía que era “muy importante ampliar recursos cerca del yacimiento de Corcoesto”, para ser “tratados en la planta metalúrgica” de esta localidad. Así, continuaba, aumentaría su “rentabilidad” y “reduciría el impacto” ambiental. “Por este motivo”, concluía, “tiene como objetivo prioritario la obtención de los derechos mineros disponibles” tanto alrededor de Corcoesto como “a lo largo del cinturón aurífero Malpica-Tuy”.

Recientemente, la empresa anunció su propósito de recolocar el 100% de sus intereses en Cape Coast Resources (el equivalente en Ghana a Mineira de Corcoesto) propietaria del 51% de los títulos del Enchi Gold Project, a través de acuerdos con otras sociedades mineras en las que buscará compensar al accionariado. “Esta transacción”, comentaban en un comunicado de mayo sus directivos canadienses, “permitirá a Edgewater centrarse en su proyecto aurífero en Corcoesto”.