Kosovo – 18/02/08. El modelo de apropiación de los recursos naturales por las grandes potencias y corporaciones no sufre mayores variaciones con el paso de los siglos. Cuando la represión serbia contra los albaneses de Kosovo era todavía una posibilidad que muchos querían evitar, un cronista del diario estadounidense New York Times revelaba una cara oculta del conflicto: “Mientras la caja de hierro se balanceaba y chillaba y bajábamos a más de cinco metros por segundo (…) en medio de la cacofonía escalofriante de los viejos metales, encontramos el verdadero valor de Kosovo”. El hallazgo era la mina Trepca, una fuente de riquezas de la que quisieron apropiarse nazis, europeos y estadounidenses. Hay oro, plata, plomo, zinc y cadmio. Pero la mayor promesa son los 17 mil millones de reservas de carbón, su orgullo nacional y el segundo yacimiento más importante en el mundo.
Fuente: Página/12
“Mientras la caja de hierro se balanceaba y chillaba y bajábamos a más de cinco metros por segundo, dejábamos atrás los potentes símbolos del nacionalismo y de las identidades étnicas que marcan la desesperación de la superficie. Abajo, en medio de la cacofonía escalofriante de los viejos metales, encontramos el verdadero valor de Kosovo”. El hallazgo era la mina Trepca, una fuente de riquezas de la que quisieron apropiarse nazis, europeos y estadounidenses y que ahora se erige como la esperanza para una Kosovo independiente y sustentable.
Hoy la gigantesca Trepca es apenas una sombra de sus años de esplendor. Todo parece abandonado y en la entrada de la mina un cartel les advierte a los curiosos con un sutil y alegre “¡Buena suerte!”. Adentro sólo trabajan unos 600 mineros de manos y caras curtidas por los años de trabajo y los sucesivos desengaños de los gobiernos de turno –los comunistas, los serbios nacionalistas y, finalmente, la ONU–. Los trabajadores son el último resquicio que se mantiene firme desde los tiempos del Mariscal Tito y su Federación Yugoslava, y para ellos la independencia finalmente permitirá recuperar la mina y los recursos naturales que yacen debajo de ella. Hay oro, plata, plomo, zinc y cadmio. Pero la mayor promesa son los 17 mil millones de reservas de carbón, su orgullo nacional y el segundo yacimiento más importante en el mundo.
Actualmente, Kosovo atraviesa una difícil situación económica. Más de la mitad de la población con edad para trabajar está desempleada y la única razón por la que el país logra un mínimo crecimiento son los millones de dólares que llegan de la comunidad internacional y de las remesas. En total representan el 34 por ciento del PBI y alcanzan apenas para cubrir el enorme déficit comercial que deja una producción nacional casi nula.
Pero algunos economistas creen que Kosovo, la nación que ayer se convirtió en el país más pobre de Europa, tiene una posibilidad. “Si Kosovo logra atraer inversores, podría convertirse en exportador de electricidad”, Franz Kaps, el hombre que hasta hace un año era el enviado especial para Europa del este del Banco Mundial. Las palabras de Kaps no son las de un optimista incurable. Las grandes potencias, a las que él representa, conocen desde hace décadas el potencial de Trepca. En la Segunda Guerra Mundial, los nazis ocuparon la región de los Balcanes y se la entregaron a los italianos. Sin embargo, el Reich de Adolf Hitler se guardó para sí la mina, que habían construido los británicos en los años ’20.
Bajo la mano de hierro de Tito y los posteriores gobiernos serbios, los habitantes de Kosovo tampoco pudieron gozar de los beneficios millonarios que dejaba la mina. Para cuando explotó el conflicto en 1998, las minas, sus 17 plantas de procesamiento, sus depósitos, sus dos plantas de energía y el tendido de vías férreas para transportar los cargamentos a los principales puertos estaban valuados en cinco mil millones de dólares.
El complejo fue cerrado por la ONU en el año 2000, supuestamente por problemas de contaminación, y ahora todo lo que se extrae se procesa a través de una empresa británica y una suiza, según reveló la BBC. La misión de paz también aprovechó los años de idas y vueltas y de negociaciones frustradas para adelantar algo de trabajo del próximo gobierno kosovar. Le ordenó al Consorcio Kosovo –un nombre que esconde una empresa estadounidense, una francesa y una sueca– que hiciera todas las pruebas necesarias para determinar la viabilidad económica de la mina. Ayer, la Unión Europea y EE.UU. fueron los primeros en prometer inversiones para sacar adelante al pequeño y joven país balcánico.