Los cables divulgados por Wikileaks revelaron una preocupante situación en la industria minera de África: la abismal falta de seguridad en yacimientos, en los centros de investigación nuclear y en las fronteras permite a firmas internacionales contrabandear material radiactivo peligroso.
Por Julio Godoy publicado en IPS
30/12/2010. Los documentos muestran que diplomáticos de Estados Unidos en diversos países africanos (Burundi, Níger, República Democrática del Congo y Tanzania, entre otros) tenían directo conocimiento de la falta de seguridad en las industrias de uranio en esas naciones.
También revelan la participación de empresas europeas, chinas, indias y surcoreanas en la extracción ilegal y en el contrabando de uranio desde África. La mayoría de los reactores atómicos europeos usan hoy uranio importado de países africanos.
Cientos de miles de comunicaciones diplomáticas secretas de Estados Unidos fueron divulgadas el 28 de noviembre por Wikileaks, organización sin fines de lucro que a través de su sitio web publica documentos filtrados con información delicada y manteniendo la reserva de sus fuentes.
En un documento clasificado, con fecha del 8 de septiembre de 2006, la embajada de Washington en la República Democrática del Congo (RDC) informó que varios diplomáticos y agentes de seguridad estadounidenses habían realizado una visita al Centro de Investigación Nuclear en Kinshasa (CREN-K) el 27 de julio de ese año para evaluar las condiciones de funcionamiento en esa instalación.
El CREN-K alberga los dos reactores atómicos de la RDC. Aunque ninguno funciona, en la central se llevan a cabo tareas de investigación y de enseñanza.
El CREN-K guarda una significativa cantidad de material radiactivo, incluyendo 138 barras de combustible atómico, al menos 15 kilogramos de uranio enriquecido y no enriquecido, y unos 23 kilos de desechos nucleares.
En la central, “la seguridad externa e interna es pobre, dejando a la instalación vulnerable a los robos”, alertó Roger A. Meece, embajador estadounidense en la RDC, en el documento de 2006.
Pero las detalladas descripciones de Meece sobre la situación del CREN-K sugieren que la seguridad no sólo es “pobre”, sino por completo inexistente. Según el cable, la valla que rodea a la central “no está iluminada por la noche, no cuenta con alambre de púas ni vídeo-vigilancia”.
“Hay numerosos huecos en la barrera, y existen grandes brechas donde ni siquiera hay vallado”, escribió Meece.
“Estudiantes de la Universidad de Kinshasa frecuentemente cruzan la valla para hacer un atajo por el CREN-K, y agricultores de subsistencia cultivan mandioca en la instalación, al lado del edificio donde se almacenan los desechos nucleares”, añadió.
En marzo de 2006, un contratista de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), usando un contador Geiger (instrumento que permite medir la radiactividad de un objeto), detectó altos niveles de radiación en la plantación de mandioca.
Según el cable, ninguno de los edificios del CREN-K tiene cerraduras sofisticadas ni alarmas ni detectores de movimiento.
“Una vez dentro de la instalación, nadie controla la entrada al reactor atómico, aunque se necesita una llave para ingresar al salón”, escribió el diplomático.
“El almacén de barras de combustible, donde hay nueve de éstas sin usar, no está cerrado, y las barras no están en contenedores separados bajo llave”, agregó.
Pero las brechas de seguridad van más allá del CREN-K. En otro cable, con fecha del 11 de julio de 2007, Meece informó que varias fuentes indicaban que la Malta Forest Company estaba “extrayendo y exportando (ilegalmente) uranio de la RDC”.
Según el documento, la compañía sacaba “roca con uranio mientras extraía cobre y cobalto” y burlaba los controles “usando un sistema establecido de funcionarios de gobierno corruptos”.
Meece explicó firmas extranjeras compraban la roca con uranio y la refinaban para separar al material radiactivo.
De esta forma, empresas adquieren uranio “mientras Malta Forest aparece exportando cobre y cobalto”, escribió.
En 2006, por ejemplo, dos compañías finlandesas, Opolo Chemicals y Konkola Chemicals, informaron a la AIEA que habían importado una tonelada de uranio de la RDC. Ese país, sin embargo, aseguró no haber vendido el material.
Además, el cable alerta que altos niveles de radiactividad han sido constatados en varias regiones congoleñas.
“Se podría decir que toda la Provincia de Katanga es algo radiactiva”, señaló Meece.
Katanga es la provincia más meridional del país. Con 518.000 kilómetros cuadrados, es 16 veces mayor que Bélgica, y cuenta con una población de más de cuatro millones de habitantes.
En el cable, Meece se refiere también a la investigación realizada en mayo de 2007 en la mina de Luiswishi, localizada aproximadamente a unos 20 kilómetros al noroeste de Lubumbashi, capital de la región.
Después de analizar 100 kilos de muestras de rocas de ese yacimiento, una comisión científica de Kinshasa constató “peligrosos altos niveles de radiación”, y denunció que la firma administradora del lugar “ocultaba este hecho para continuar con las operaciones”.
La administradora es la Mining Company of South Katanga (CMSK), controlada por la Malta Forest Company.
El cable también se refiere a varios otros hallazgos de alta radiactividad y corrupción en las minas congoleñas operadas por empresas chinas y surcoreanas.
Esos yacimientos son operados por “excavadores artesanales”, un eufemismo para referirse a trabajadores locales dedicados a la extracción de material radiactivo sin ninguna protección de salud.
Otros documentos clasificados estadounidenses revelados por Wikileaks se refieren a casos de contrabando de uranio y de otros materiales radiactivos en Burundi, Georgia, Níger, Portugal y Tanzania.
Meece actualmente sigue en la RDC, ahora como jefe de la misión de la Organización de las Naciones Unidas.