Perú, el país con más conflictos por proyectos en marcha o a punto. Tema ambiental, en el centro. Una comunidad aborigen vive en medio de un gran yacimiento de minerales y las multinacionales buscan sacarlos para aprovechar esa riqueza.
Este parece el guion de la película Avatar, pero es una realidad en la que apenas cambian la época y la gente, pues la demanda de minerales está llevando a las grandes compañías a buscar en cualquier territorio, que en muchos casos resulta ser propiedad ancestral de tribus indígenas o de campesinos.
Por eso, el auge de las protestas sociales no solamente es un fenómeno de quienes han provocado la caída de mandatarios en el mundo árabe o de los indignados que piden un cambio del modelo económico. Los indígenas y campesinos se están levantando para pedir que no les destruyan su hábitat.
Esto se comprueba al examinar la realidad: en América Latina hay 155 conflictos que tienen que ver con explotación de yacimientos, desde el oro hasta el estaño, pasando por el coltán y la plata, según el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (Ocmal).
El más reciente son las protestas en Cajamarca (Perú) contra la explotación de Conga, una mina de oro de la estadounidense Newmont, en la que se invertirían 4.800 millones de dólares.
El yacimiento, que es considerado clave para la región, plantea interrogantes para ese país, que sustenta buena parte de su economía en el sector minero, y más cuando la presión de los manifestantes obligó a suspender el proyecto, quizá, como ellos lo exigen, para siempre.
Efecto dominó
El tema de fondo es que, como se lo dijo a EL TIEMPO Miguel Santillana, investigador principal del Instituto del Perú, si el gobierno de Ollanta Humala cede a las demandas, vendrá un “efecto dominó” en otras regiones donde hay movimientos que buscan cerrar minas, con el consiguiente impacto a la economía del país.
Santillana dijo que el mandatario peruano debe “sincerarse sobre si quiere mantener un modelo de desarrollo estable que desde hace dos décadas está consolidando al Perú como destino importante para la inversión extranjera”.
El investigador advierte que Humala debe sopesar el apoyo que recibió de las comunidades indígenas -que en algunos sectores lo están calificando de traidor por darle su apoyo a la explotación- y el interés de todo el país, que necesita seguir creciendo gracias a la inversión y las exportaciones.
Otra visión la tiene César Padilla, del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (Ocmal), quien le dijo a EL TIEMPO que la minería no ha demostrado que los efectos negativos sobre las personas y las zonas de influencia hayan dejado de existir: “La minería no es sinónimo de desarrollo, pues, si se mira, lo que las zonas productoras pierden en recursos naturales es más alto de lo que reciben por regalías y recursos”.
Holman Rodríguez M.
Redacción Internacional