Habitantes del municipio de Zautla lograron el cierre de una mina de la empresa JDC Minerales; los pobladores temen que el presidente municipal que sea elegido en los comicios del 7 de julio la reabra. Foto: Pobladores de  Zautla clausuraron el proyecto de JDC Minerales en noviembre pasado
Fuente: Vanguardia

¿Cómo llegaron los empresarios chinos a Zautla, municipio de Puebla? Nadie sabe la respuesta con precisión.

Un buen día se presentaron con permisos federales, firmados por el expresidente, Felipe Calderón, y con estatales, avalados por el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, para la explotación de una mina de oro en la única zona boscosa de la comunidad Tlamanca, donde hay nacimientos que proveen de agua a la región. El rechazo de los habitantes de la zona, fue unánime. Tanto que en noviembre del año pasado, literalmente, corrieron a los chinos.

Hoy, en pleno proceso electoral, la clausura de la mina es promesa de campaña de los candidatos a presidentes municipales, pero para los vecinos, también es riesgo latente. Aún más, cuando la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) dio luz verde para la operación.

Los anuncios de los políticos que buscan la presidencia del municipio de Zautla, a donde pertenece la comunidad de Tlamanca, aseguran que no permitirán la operación de la mina, lo mismo priístas que perredistas, pero los ciudadanos temen que quien llegue se deje sobornar y entonces, los empresarios chinos regresen con sus 20 toneladas de dinamita, a acabar con el bosque y contaminar la zona.

Ana, a sus 11 años de edad, sabe como pocos niños, lo que ocurre en su pueblo.

Nació en Tlamanca y su mamá tiene un terreno cercano a la mina. Con su familia y compañeros de la escuela, suelen ir de día de campo a los manantiales.

Dice que, aún cuando los empresarios fueron expulsados por más de 5 mil personas en noviembre del año pasado, —por un acuerdo en asamblea pública convocada por el presidente municipal, Enrique Iglecias—, algunos de los trabajadores han regresado en varias ocasiones al pueblo, se dirigen a la presidencia auxiliar, pasan hasta la mina y se van.

La presencia recurrente de los empresarios mantiene a Ana y su familia inquietos.

Ella no quiere que acaben con el manantial, se dice preocupada.

“En la escuela nos han dicho que si ahora respiramos aire puro y podemos andar tranquilos, con la mina todo va estar contaminado y hasta nos vamos a enfermar”.

Así como repite las leyendas de los tesoros escondidos en el cerro, también parece haber aprendido de memoria los motivos para rechazar la explotación de la mina.

El regreso constante de los chinos a Zautla hace dudar a las familias sobre el cierre definitivo de la mina y temen que las nuevas autoridades se presten a una negociación que derive en la reapertura. O incluso que, aprovechando las campañas, inicie la explotación.

Por eso nadie está seguro de lo que va a pasar.

¿Cómo llegaron los empresarios?

Zautla es un municipio en la sierra norte de Puebla con poco más de 18 mil 500 habitantes repartidos en 21 comunidades. Alrededor de la mitad de la población es indígena, aunque menos de una cuarta parte habla dialecto como única lengua.

Está ubicado a una distancia aproximada de 135 kilómetros de la capital del estado, en medio de una zona montañosa.

Tlamanca es apenas una pequeña comunidad donde la gente se dedica al campo, se entregan a una vida serena y apacible.

Al menos en apariencia los días transcurren en calma.

De acuerdo con la “Enciclopedia de los Municipios y Delegaciones de México”, antes de los tiempos de Cuauhtémoc había un cacique llamado Zutic que residía cerca de este lugar habitado por totonacos y otomíes. Se dedicaba a explotar unas minas de cozicteocuitlatl (oro) y de Iztacteocuitlatl (plata). Las minas desaparecieron con la llegada de los españoles.

Don Margaro nacido en 1944, recuerda que cuando era niño ya trabajaban en las minas “La Lupe”, “Armando” y que incluso hay otras minas cerca. Pero luego, suspendieron la explotación y no se volvió a saber nada, hasta el año pasado cuando los chinos aparecieron en el pueblo.

Llegaron con familia y todo, dice, empezaron a construir pero lo que no le gustó al pueblo es que vinieron a contaminar.

Durante varios meses los diarios locales dieron cuenta de los intentos de los chinos por “convencer” a las autoridades locales para que autorizaran la operación de la mina.

Regidores del ayuntamiento reconocen que fue la presión de la comunidad la que obligó a suspender la explotación del oro.

Y es que en el proyecto que se sometió al Cabildo se planteaba que iban a dinamitar el cerro y que iban a utilizar el agua de los manantiales para limpiar el oro y los demás minerales que encontraron, pero iban a dañar todo.

En la reunión donde se acordó poner un ultimátum para que los chinos salieran de Tlamanca, sólo estuvieron presentes Martín Gómez, funcionario de la empresa JDC Minerales S.A de C.V. un señor identificado como Chiu, soldador de la mina y algunos otros trabajadores.

La niña recuerda el día de la clausura de la mina.

“Vino mucha gente de todos lados, de toda la región, clausuraron y corrieron a los chinos. Había gente hasta de Cuetzalan y de Tlatlauqui, de muchas partes, con cartulinas y mantas, todos en contra de la mina”.

Incluso, dice, hubo guardias para que no se abriera la mina, para cuidar que los empresarios no regresaran.

Pero la decisión de los pobladores no ha sido tomada en cuenta por las autoridades, porque en un acuerdo de mayo pasado, publicado por la Semarnat se informa que ya se otorgó el Manifiesto de Impacto Ambiental para autorizar la reapertura de la mina.

El documento establece que en cuatro años se podrán procesar diariamente 180 toneladas de materiales pétreos con valores de oro, plata y cobre. El proyecto establece que la minera procesará en 25 años, más de 65 mil toneladas de terreros y aunque ofrecieron no usar sustancias tóxicas como el cianuro.

El objetivo es que extraerán un kilo de oro al día, rascando de lo que quedó de las antiguas minas La Lupe y Armando, para eso pretenden utilizar 10 metros cúbicos de agua diarios, es decir 10 mil litros cada 24 horas.

Semarnat autorizó el proyecto

El presidente municipal, Víctor Manuel Iglecias Parra, denunció desde al año pasado, que las autoridades estatales y federales lo presionaron para que firmara el permiso de uso de suelo y que apoyara la operación de la mina.

“Desde el 31 de agosto, DejunLiu Wang, quien se ostenta como representante legal de la empresa JDC, pidió mediante un oficio que las autoridades municipales dieran su conformidad para la obtención de un permiso general de consumo de explosivos para la minería”.

Iglecias Parra, en su momento, denunció que el delegado de la Semarnat, Carlos Albiker, pretendió obligarlo a firmar el permiso de cambio de uso de suelo a favor de las actividades de la empresa china y lo mismo, dijo el alcalde, ocurrió con el subdelegado de la dependencia quien asegurando que los riesgos ecológicos eran “mínimos” lo instó a firmar los documentos. Así lo publicaron los medios locales que dieron seguimiento al caso.

Aunque en ese momento, hace prácticamente un año, el Manifiesto de Impacto Ambiental presentado por la empresa china para la construcción de una presa de jales, tenía observaciones de la misma Semarnat, por la contaminación del suelo y del agua, en el documento actual se establece la construcción durante 4 años y la explotación por 25, y el compromiso de reforestar una vez concluidos los trabajos.

Además de evitar la contaminación en el llamado cerro del agua.

De esta manera, el aval de las autoridades federales, reanima la incertidumbre de los pobladores.

Regidores del municipio advirtieron que el tema de la mina no debería estar sujeto a ninguna negociación, el rechazo, dijeron, es definitivo.

Al menos para la comunidad no hay marcha atrás; sin embargo, reconocen que no haber apoyado el proyecto les ha costado caro por el rompimiento político con el gobierno del Estado.

Y es justo ahora, cuando se lleva a cabo el proceso electoral en Puebla, que el tema de la mina vuelve a sacudir la aparente calma que se respira en la pequeña comunidad de la sierra norte, donde Ana y sus compañeros han aprendido frases en chino para defender el cerro donde nace el agua.