No es que piense que todos los proyectos mineros son malos, pero Albert Berry, economista profesor de la Universidad de Toronto y candidato en 2004 al Nobel de Economía, está convencido de que la evidencia muestra que en la mayoría de los casos los efectos negativos de la industria minera en un país son mayores que los positivos. Albert Perry fue candidato al premio Nobel de economía en el 2004.
Fuente: diario La Vanguardia
14/03/2012. “Los incentivos para la industria minera están mal estructurados, entonces se necesita mucho más control que el que se necesita para la industria automotriz, por ejemplo, y esto no lo tenemos en el país típico”, explica el experto, que estuvo en Bucaramanga para el Segundo Foro Recurso Hídrico Vs. Minería Subterránea, que se realizó en la ciudad el viernes de la semana pasada.
En su charla, el experto habló de dos casos emblemáticos: Nigeria, un país donde a su juicio la minería profundizó los problemas de desigualdad social y conflicto armado y acabó con el resto de actividades productivas del país, e Indonesia, un país donde los recursos de la minería fueron utilizados para fomentar el agro y reducir la pobreza.
Para él, tal como están las cosas en Colombia, la locomotora minera acercará al país más a Nigeria que a Indonesia, pues no hay una institucionalidad lo suficientemente fuerte para controlar las condiciones de la industria.
Tras su charla, Albert Berry conversó con Vanguardia Liberal y esto fue lo que contó:
V.L: ¿Por la forma como avanza en Colombia la Locomotora minera considera usted que vamos hacia un modelo como el de Nigeria, o como el de Indonesia?
Albert Berry: Tengo la preocupación de que nos acercamos más al modelo de Nigeria que al de Indonesia; claro que estoy adivinando y uno tiene que estar muy cerca de la realidad colombiana, de las políticas del día a día para decirlo. Pero hay aspectos de la situación colombiana que me preocupan bastante, por ejemplo, el entendimiento aparente de que esto (la minería) es típicamente un motor saludable para el crecimiento, cuando la experiencia internacional nos muestra que frecuentemente no es así. Los estudios nos demuestran que el beneficio en cuanto al crecimiento del PIB, que implica una dependencia a exportar productos minerales, es o negativo o pequeño. Entonces yo creo que la política en cualquier país minero tiene que tener en cuenta esa experiencia internacional y diseñar políticas que, en el mejor de los casos, puedan limitar ese resultado negativo que hemos visto en tantos otros países.
Ahora, yo desconozco los debates internos en los diferentes ministerios de Colombia y en Planeación Nacional, si de golpe hay un reconocimiento de este peligro. Pero lo cierto es que no sale mucho a la luz pública, lo que sale es una confianza de que este sector es 95% saludable en cuanto a sus impactos.
Yo diría que bajo condiciones colombianas, con la historia del conflicto rural, en general, independiente de la minería, esas son condiciones muy poco aptas para el desarrollo minero, por eso para mí sería buena idea cerrar las nuevas operaciones durante un tiempo hasta que Colombia pueda cumplir con las condiciones para manejar esa industria. Y lo que se oye con mucha frecuencia es que se está avanzando muy rápidamente, con poco cuidado y eso para mí es una receta para lograr unos resultados muy preocupantes.
V.L: Y, ¿qué condiciones institucionales debe cumplir el país para estar listo para el desarrollo minero?
A.B: En primer lugar, digamos que una disminución grande en las condiciones que generan el conflicto latente. Hay un conflicto entre la minería de oro y la agricultura familiar pequeña y para mí la agricultura familiar es clave para que el país tenga un desarrollo exitoso en la parte de empleo. Entonces una condición sería resolver primero los problemas de propiedad, de conflicto que sufren los pequeños agricultores. Otra condición básica es la presencia de un Estado capaz en las zonas rurales y pensar eso en un estado colombiano es difícil. No es culpa del gobierno, es terriblemente difícil tener control del Estado en esas zonas pero hasta llegar a ese punto yo creo que lo más probable es que el desarrollo minero sea muy negativo.
V.L: ¿Qué tipo de consecuencias piensa usted que podría traer?
A.B: Yo creo que dividiría más al país entre los pobres y los ricos, sería el impacto número uno. La minería genera ingresos para los ricos, entre los mismos extranjeros, y al mismo tiempo, por el hecho de que genera tan poco empleo, tiene un impacto en primera instancia negativo sobre el salario, entonces los pobres, los de menos ingresos, sufren directamente, eso es lo más evidente. Ese es un costo de la expansión de esta industria.
Otro síntoma es que la presencia de la minería contribuye con su impacto negativo sobre otras industrias. Ese para mí es un impacto grande pero invisible.
Desde unos años hacia acá Albert Berry siente vergüenza de ser canadiense, “bastante vergüenza”, dice, y esta sensación es mayor en Colombia.
Para él ni el gobierno canadiense, ni las empresas tienen idea del impacto que están ocasionando en este país, y consideran, auspiciados por el gobierno nacional, que están contribuyendo al crecimiento de la economía.
“Ahora el gobierno colombiano tiene menos defensa, porque supuestamente está más al tanto de los daños en términos de ambiente y de derechos humanos, mientras que, en cuanto a la empresa canadiense, hay un intermediario entre la empresa y el mundo colombiano, ese intermediario les dice ‘bienvenidas, hay unos terroristas que van a protestar pero esos no son serios'”.
V.L: Hay iniciativas en Canadá para que se dé una regulación desde ese gobierno a las empresas con operaciones en otros países, al menos a las que cotizan en la Bolsa de Toronto…
A.B: Ojalá que ese proyecto avance, yo no estoy muy seguro de que así sea. Para mí es muy paradójico que dentro del país el comportamiento de estas empresas tenga que llenar ciertas condiciones, pero por otra parte, la mayoría de la minería casi toda la minería canadiense está en áreas sin gente, en el norte, y por eso no conocen la realidad de un caso como Colombia. Eso por una parte, y por otra parte en cualquier país es más fácil regular internamente, por la presión directa del Gobierno, mientras que la presión a favor de víctimas como Colombia dentro de Canadá es menos fuerte, porque hay mucho menos gente que entiende.
Pero creo que hasta el momento nosotros hemos sido menos que los norteamericanos en cuanto a controlar nuestras empresas internacionales, porque ellos por lo menos tienen leyes en contra de la corrupción, nosotros si las tenemos son muy recientes. Eso por una parte y la otra parte, por lo menos en la industria del oro, tenemos unos empresas poderosas conocidas, tenemos muchos pequeños, y me han dicho, la gente del Ministerio de Relaciones Exteriores, que es muy difícil controlar porque si sufren un escándalo se van a la bancarrota, cierran la empresa y por su falta de imagen pública pueden aprovechar. Yo temo que eso está pasando acá.
Antes de despedirse, Berry señala que en medio de todo el panorama, hay que destacar que la institucionalidad de Colombia permite que haya organizaciones ciudadanas que puedan incidir en el diseño de políticas que permitan frenar los efectos negativos de la minería y que esta locomotora no termine llevándose por delante el resto de la industria.