Detonación en yacimiento de alta montañaDoce científicos pertenecientes a prestigiosos centros académicos norteamericanos solicitaron recientemente al gobierno de Estados Unidos una moratoria en el otorgamiento de permisos para la minería de carbón a cielo abierto en zonas de montaña en virtud de los graves impactos ambientales que se han registrado en los últimos treinta años.

 

Por Manuel Rodríguez Becerra *

28/06/2010. Es un hecho que no podemos ignorar ahora que Colombia está entrando en una era de intensificación de la minería en los ecosistemas de montaña, que, no sin razón, ha sido objeto de una creciente controversia pública, como lo evidencian los casos de los proyectos para la extracción de oro en el páramo de Santurbán, en Santander, y en La Colosa, en el Tolima.

La mencionada solicitud al gobierno norteamericano no es el producto de unos ambientalistas de cabeza caliente, como lo estarán pensando algunos de los lectores. Se trata de un estudio aparecido en la revista Science (enero del 2010), que examina los resultados de cerca de treinta investigaciones científicas, publicadas y sometidas a revisión por parte de pares académicos, que han evaluado el impacto ambiental de este tipo de minería en la región de los Apalaches, que representa el 10 por ciento de la producción de carbón de los Estados Unidos. Se concluye que, como resultado de los métodos de manejo y disposición de los gigantescos volúmenes de material inerte que quedan como residuo de toda operación minera a cielo abierto (rocas y otros materiales del suelo y del subsuelo), se han generado daños graves e irreversibles en las fuentes de agua y en la biodiversidad, que no han sido compensados con las medidas de mitigación y, en consecuencia, se recomienda al Gobierno que “no se otorguen nuevos permisos al menos que nuevos métodos de extracción del carbón sean materia de un riguroso escrutinio científico y demuestren que remedian estos problemas”. Se termina subrayando que “Estados Unidos deberá tomar un liderazgo en estos asuntos, particularmente ahora que se espera un enorme crecimiento de la minería a cielo abierto en los países en desarrollo”. Y, como lo sugieren los científicos, son conclusiones que tienen relevancia para la explotación de todo tipo de minerales a cielo abierto en las zonas montañosas.

Más recientemente, la Oficina de la Rendición de Cuentas del Gobierno de los Estados Unidos (GAO, por sus siglas en inglés) presentó un informe al Congreso de ese país, también referido a los Apalaches, sobre la vigilancia a largo plazo de las minas de carbón a cielo abierto ya abandonadas. Señala que los esfuerzos de restauración y revegetación realizados en muchas de esas minas en el pasado “no han sido del todo exitosos y han conducido a bajas tasas de supervivencia y crecimiento, fragmentación de bosques, reducida capacidad de captura de carbono, pérdida de vida silvestre y productos forestales e incremento de las potenciales crecientes e inundaciones”. Y agrega que en muchos sitios se observan negativos cambios en el caudal de las fuentes de agua y que “los operadores mineros no siempre han retornado las zonas de explotación a un paisaje aproximadamente similar al original, como la normatividad lo requiere”.

Son conclusiones sobre las cuales tampoco nos podemos hacer los locos, y de las cuales algo deberíamos aprender, ya que no solo reiteran los graves impactos ambientales ocasionados por muchas de las operaciones de la minería superficial de montaña, sino que, además, identifican las fallas de las autoridades ambientales y mineras de los Estados Unidos encargadas de su control. Y es que las lecciones derivadas de los estudios científicos y de la experiencia de países mineros de vieja data deberían servirnos como base para adelantar un debate nacional sobre la conveniencia y las condiciones a partir de las cuales sería posible llevar a cabo minería a tajo abierto en lugares ambientalmente frágiles como los ecosistemas de montaña. Estamos en mora de hacerlo. La sostenibilidad ambiental de la minería es mucho más que la simple carreta.

* Ex ministro de Ambiente
Manuel Rodríguez Becerra