Cuando uno leía los cuentos de Baldomero Lillo (Sub Terra) tendía a pensar que la literatura daba cuenta de hechos pasados, la nueva tragedia producida en un yacimiento minero en la zona norte de Chile, nos pone en evidencia que esa realidad de oprobio está allí totalmente vigente hoy en el Chile del siglo XXI.
Por Leonardo Ogaz A.
otros atrapados sobre la superficie…”
Ramiro Deladanza
Cuando uno leía los cuentos de Baldomero Lillo (Sub Terra) tendía a pensar que la literatura daba cuenta de hechos pasados, la nueva tragedia producida en un yacimiento minero en la zona norte de Chile, nos pone en evidencia que esa realidad de oprobio está allí totalmente vigente hoy en el Chile del siglo XXI.
El jueves 5 de agosto, cerca de las dos de la tarde, el derrumbe en la mina San José, ubicado a 45 kilómetros de Copiapó dejó sepultados a 750 metros de profundidad a 33 mineros, se comenzó a develar una situación que pone en peligro la vida humana, que deja de manifiesto el irrespeto a las más elementales normas de seguridad en la operación de un establecimiento minero, bajos salarios, inexistencia de seguros, pésimas condiciones sanitarias, incumplientos de las normativas legales y otras irregularidades como mapas de la mina mal confeccionados que han impedido realizar con precisión las tareas de rescate.
Este desastre minero en Chile nos muestra el verdadero rostro de las relaciones laborales en nuestro país. El rostro del capital, la cara de unas relaciones sociales invisivilizadas por una autoimagen de modernidad y desarrollo que dista mucho de concordar con la realidad.
Se ha puesto de relieve a través de este lamentable accidente: que los empresarios con tal de optimizar sus utilidades no invierten en seguridad lo prescrito por las normas, poniendo en riesgo la vida de los seres humanos; una explotación inhumana que se creía superada; la ineficacia del Estado representado por el SERNAGEOMIN que autoriza la explotación de una mina cuando carece de las mínimas condiciones para hacerlo, pero además deja al descubierto como desde el desmantelamiento del Estado realizado por el neoliberalismo pinochetista continuado por la Concertación se ha llegado a la patética situación de que existen solo 2 fiscalizadores para 4000 obras. Esta mina ya tenía precedentes de otros accidentes y había sido cerrada anteriormente. Todavía las autoridades no logran establecer quién y bajo qué circunstancias se autorizó la reapertura de la mina.
La empresa San Esteban propietario de la mina San José no es una excepción en cuanto al tipo de relaciones laborales que se emplean en las actividades mineras en Chile, el problema no puede reducirse por tanto al accidente en una mina, sino obliga a revisar el conjunto de la problemática que pone de manifiesto esta desgracia.
Las catástrofes en Chile ponen evidencia de manera dramática esa otra parte de la realidad que se mantiene oculta, que se omite, que tiene que ver con estructuras sociales injustas, donde aumenta la pobreza y la desigualdad, donde un terremoto descubre al “Chile de adobe” que se viene abajo y ahora esta tragedia minera que muestra el horror del neoliberalismo, se tomarán algunas medidas, se harán algunos correctivos, pero los mineros de la superficie seguirán igual, atrapados por unas estructuras de relaciones completamente injustas y toneladas de insensibilidad, y no es este el gobierno que vaya a cambiar las estructuras sociales.
La lógica de la codicia capitalista se engulle a la supuesta ética empresarial, este accidente cuestiona al conjunto de sistema basado en la explotación inhumana de las personas en general, pero en particular cuestiona a todos los gobiernos desde la dictadura hasta el actual por no garantizar un mínimo de seguridad para los trabajadores. Como dice con agudeza Ramiro Deladanza los unos están atrapados en el fondo de la mina y los otros en la superficie.
– Leonardo Ogaz A. es docente universitario.