Desde arriba parece un colosal anfiteatro construido en las rocas o un vasto cráter dejado por un meteorito que se estrelló contra la Tierra en el desierto de Atacama hace muchas eras. Chuquicamata extrajos 443.000 toneladas de cobre el año pasado. Hacia el 2019, sin embargo, no será rentable. Para evitar su cierre, la compañía estatal Codelco lanzó una ambiciosa iniciativa por la cual convertirá el gigantesco socavón en la mina subterránea más grande del mundo.
Fuente: Terra
Adentro de la mina de cobre a cielo abierto más grande del mundo, camiones del tamaño de una casa de dos pisos trabajan sin parar transportando cientos de toneladas de rocas y minerales desde profundidades que pueden llegar a los 850 metros (2.790 pies) hasta la superficie de este hueco hecho por el hombre, que parece no tener fin.
Pero la explotación a cielo abierto está llegando a su fin. La mina que alimentó la conciencia política de un joven Ernesto “Che” Guevara en la década de 1950, inspiró a Salvador Allende para que nacionalizase la industria del cobre en 1971 y generó décadas de prosperidad en Chile es hoy demasiado grande, demasiado profunda y demasiado vieja como para seguir funcionando en las actuales condiciones.
Los enormes camiones que transportan mineral de cobre consumen cada uno 3.100 litros (819 galones) de gasolina diarios cubriendo un recorrido de 11 kilómetros (7 millas) hasta la superficie, cargando cada vez menos mineral porque la producción decrece.
Chuquicamata produjo 443.000 toneladas de cobre el año pasado. Hacia el 2019, sin embargo, no será rentable, según los expertos.
Para evitar su cierre, la compañía estatal Codelco lanzó una ambiciosa iniciativa por la cual convertirá el gigantesco socavón en la mina subterránea más grande del mundo.
Codelco cree que todavía hay mucho mineral que extraer y que bajo tierra hay reservas equivalentes al 60% de todo el cobre explotado hasta ahora. Ha comenzado a excavar más de 1.000 kilómetros (620 millas) de túneles debajo del hueco, como parte de un proyecto de 3.800 millones de dólares cuyo objetivo es revivir la mina.
“Los desafíos tecnológicos son enormes. Se habla de que se va a transitar del rajo abierto más grande del mundo a la mina subterránea es la más grande del mundo. Un proyecto de estas características es único”, afirmó Juan Carlos Guajardo, director de CESCO, una organización que estudia la industria minera con sede en Santiago.
Los ingenieros están construyendo cuatro pisos bajo tierra, además de los túneles, para extraer 340.000 toneladas de cobre por año. Los camiones serán reemplazados por correas transportadoras que llevarán el mineral a los molinillos y la zona de fundición.
Alvaro Aliaga, a cargo del proyecto subterráneo de Chuquicamata, dijo que la iniciativa colocará a Chile a “la vanguardia de la minería mundial”.
En todo el mundo la búsqueda de recursos naturales está forzando a los países a gastar más y cavar más hondo que nunca. Las compañías energéticas de Estados Unidos están usando procesos de fracturación hidráulica para explotar enormes reservas de gas y petróleo desde Pensilvania hasta Alaska. Argentina se prepara para romper rocas profundas y así extraer lo que podrían ser algunos de los campos de gas natural más grandes del mundo. Brasil es pionero de técnicas de perforación submarina en el Atlántico.
Estos proyectos a largo plazo, que cuestan miles de millones de dólares, generan hazañas tecnológicas y oportunidades para la aparición de nuevas industrias como no se ve desde la carrera espacial.
“El proyecto de Chuquicamata tiene una analogía a los proyectos que están en desarrollo en Argentina y Brasil, en términos de su magnitud, del desafío que representan para la ingeniería, porque son obras de tremenda envergadura y con gran impacto en la economía nacional”, manifestó Aliaga.
Codelco ya está trabajando en los túneles de la mina, que se encuentra 1.200 kilómetros (745 millas) al norte de Santiago, en el desierto más seco del mundo.
Al perforar las rocas con máquinas, los ingenieros colocan explosivos que estremecen las paredes cavernosas de la mina y abren canales de ventilación.
“Dos de estos cinco túneles se van a hacer para que salga aire sucio e inyectar aire fresco”, explicó María Cristina Vallejos, la única mujer minera de Chuquicamata, mientras se refugiaba de una explosión. “Nos van a asegurar la mejor condición ambiental de los trabajos subterráneos”.
Adentro de uno de los túneles, una excavadora retiraba rocas y tierra mientras los trabajadores instalaban mallas metálicas para evitar derrumbes, un proceso que avanza muy lentamente, a un ritmo de cuatro metros (13 pies) diarios. Una vez finalizado, el túnel principal se extenderá más de 7,5 kilómetros (4,5 millas).
El futuro de Chuquicamata, y de Codelco, determinará seguramente la prosperidad de Chile, que ha estado creciendo a paso acelerado y atrayendo inversión extranjera gracias en buena medida a la estabilidad que generan los ingresos del cobre.
“Lo que se busca no es solo asegurar la producción futura de Chuquicamata, sino asegurar la posición competitiva de Codelco”, dijo Aliaga.
Todo lo relacionado con la mina, que los chilenos llaman afectuosamente “Chuqui”, es de escala épica y su historia es en muchos sentidos la historia de Chile.
En la zona hay minas desde antes de la llegada de los españoles, pero la operación actual comenzó en 1915, impulsada por intereses locales y extranjeros. Cuando fue propiedad de Anaconda, la empresa estadounidense construyó una ciudad entera en el desierto para los trabajadores, con un ferrocarril, escuelas, canchas de fútbol y clubes sociales. Si bien muchos se beneficiaron, las condiciones de trabajo eran peligrosas, una cantidad de mineros fallecieron y se produjo una ola de huelgas y represión que enturbiaron un poco el proyecto, el cual pasó a ser símbolo de la lucha de los trabajadores por sus derechos.
El “Che” Guevara visitó la mina en marzo de 1952 y deploró el trato que recibían los mineros en sus “Diarios de motocicleta”.
Pablo Neruda, el poeta más conocido de Chile y un comunista de toda la vida, también criticó el trato de los mineros por parte de Anaconda.
“Era una multitud grasienta, hambre y harapo, soledades, la que cavaba el socavón. Aquella noche no vi desfilar su herida sin número en la costa cruel de la mina. Pero yo fui de esos tormentos”, escribió Neruda en “Noche en Chuquicamata”.
La mina pasó a ser propiedad del estado cuando Allende nacionalizó el cobre en 1971, en uno de los actos que enfurecieron al presidente estadounidense Richard Nixon. Washington apoyó a los opositores de Allende, alentó su derrocamiento y supo que se tramaba un golpe, aunque no hay pruebas de que participó directamente.
Cuando el general Augusto Pinochet tomó el poder en 1973, desistió de privatizar la mina. Desde entonces, Codelco ha apuntalado la economía chilena.
Las condiciones en la mina hoy no tienen nada que ver con lo que describieron el “Che” y Neruda. La minería sigue siendo un oficio peligroso y sigue habiendo accidentes en operaciones menores, como el derrumbe de la mina de San José en el 2010, que tuvo atrapados a 33 mineros bajo tierra 69 días.
Pero las muertes en accidentes mineros decayeron un 36% el año pasado y fue Codelco la que encabezó el rescate de los mineros atrapados en San José, que cautivó al mundo entero.
El hospital de siete pisos que construyó Anaconda en los años 60 está enterrado debajo de miles de toneladas de rocas extraídas de la mina. Las ventanas de la escuela están rotas y tapadas precariamente, y hay muchas casas vacías cubiertas de polvo. Una pelota de fútbol pinchada yace en una de sus calles abandonadas. El pueblo de 20.000 habitantes fue evacuado en el 2007 y la gente fue reubicada en la vecina Calama porque se necesitaba espacio para disponer de montañas de desperdicios de la mina que ahora se calcinan al sol.
El presidente Sebastián Piñera dice que los chilenos tienen que dejar de lado la nostalgia y pensar en el futuro de Chuqui, pensar que puede convertirse en una mina subterránea que seguirá generando riqueza para la nación por otros 50 años.
“Tenemos que prepararnos para el término de la vieja Chuquicamata, pero al mismo tiempo, y con más fuerza aún, prepararnos para el nacimiento de la nueva Chuquicamata, que es la que hoy día vamos a dar inicio”, declaró Piñera en julio, cuando ordenó que comenzasen las explosiones.
“Es nostálgico, pero estamos hacienda historia”, comentó Mauricio Vivero, ingeniero de la mina. “Tal vez los nietos de algunos de los mineros que conocieron al Che ahora son doctores, ingenieros, o hasta trabajan aquí. Detrás de esta mina esté un país entero”.