Panamá – 17/11/08. El martes 12 de noviembre un grupo de indígenas y campesinos, provenientes de varias comunidades afectadas por el desastre que está causando Minera Petaquilla en Panamá, llegaron a la ciudad. En la sede de la embajada de Canadá, entregaron una nota del Comité pro Cierre de Mina Petaquilla y la Coordinadora Campesina por la Vida. También fueron a la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) en donde expusieron sus reclamos y denuncias. “El gobierno canadiense y su población deben conocer de la destrucción que están causando en nuestro país. Petaquilla constituye un cáncer que el pueblo de Panamá y el pueblo de Canadá tienen la obligación de erradicar.“
Fuente: Conflictos Mineros en America Latina

La Iglesia Episcopal

En la ciudad, las personas: niños, jóvenes, mujeres y hombres adultos, venidas de lugares apartados y de difícil acceso fueron acogidos en las instalaciones de la Iglesia Episcopal en Ancón, allí se les proporcionó un desayuno y una cena-almuerzo al finalizar las actividades.

Embajada de Canadá en Panamá

En la sede de la embajada de Canadá, se entregó una nota del Comité pro Cierre de Mina Petaquilla y la Coordinadora Campesina por la Vida. Los representantes de las comunidades también fueron a las instalaciones del la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) en donde expusieron sus reclamos y denuncias.

La nota dirigida a Patricia Langan-Torell, Embajadora de Canadá en Panamá fue recibida por ventanilla. La comitiva no fue atendida por ningún funcionario de la embajada.

El pueblo de Canadá debe saber que los funcionarios que ellos pagan para que atienda asuntos relacionados con su país, no les importó con el esfuerzo que realizaron los campesinos e indígenas que viajaron desde muy lejos hasta la ciudad de Panamá.

No puede ser por ventanilla como se “atienda” a personas, representantes de comunidades amenazadas y violentadas por compañías mineras cuyo impulso económico procede de inversionistas canadienses. Canadá no tiene derecho de estar en Petaquilla, ni en ningún sitio del territorio panameño, destruyendo los ecosistemas y las comunidades.

El gobierno canadiense y su población deben conocer de la destrucción que están causando en nuestro país. Petaquilla constituye un cáncer que el pueblo de Panamá y el pueblo de Canadá tienen la obligación de erradicar.

Autoridad nacional del ambiente

“¿Qué está haciendo el ANAM (Autoridad Nacional del Ambiente) frente al desastre y la destrucción que causa la minera Petaquilla ? ¿Cómo es posible que no exista una institución que ampare a las comunidades indígenas y campesinas en el país?

¡Me da vergüenza decir ANAM!

Cuando haya una institución que defienda los ríos, playas y montañas que, son los pulmones de la Tierra , entonces me sentiré orgulloso de mi país. Las autoridades dicen que esto es desarrollo, pero la realidad nos dice que no podemos vivir echando el dinero en una paila para después comérnoslo.

No podemos aceptar que los intereses de las compañías transnacionales y de cuatro bellacos en el país estén por encima de los derechos de los panameños.” Las preguntas y afirmaciones formuladas por miembros de las comunidades ante las autoridades del ANAM no encontraron más que retórica y palabrería hueca de parte de los funcionarios.

Panamá debe ser declarado territorio libre de Minería a cielo abierto

El cierre definitivo de Petaquilla y de toda minería a cielo abierto en el país es el reclamo planteado por cientos de comunidades en Panamá. Es un hecho la avalancha de destrucción que representa para las comunidades y los ecosistemas la minería a cielo abierto. No en vano esta técnica minera se conoce como “ LA INDUSTRIA DE LA MUERTE ”.

No hay ninguna razón válida, humana o ecológica, ni siquiera económica, que pueda justificar la conveniencia de la minaría a cielo abierto. Su capacidad de destrucción es tan grande y permanente que no representa desarrollo en ningún sentido para el país, para las comunidades o para los ecosistemas que se ven afectados de manera irreversible.

La pasividad y permisividad con que está actuando la llamada “autoridad del ambiente” en Panamá la sitúa como cómplice del desastre ambiental que ha puesto en peligro la vida misma de las comunidades.

Minera Petaquilla actúa a sus anchas destruyendo bosques primarios, contaminado las aguas de ríos, quebradas y nacientes. Como denunció un campesino en el ANAM: “ En el área, Petaquilla está “absorbiendo” autoridades, corregidores, directores de escuelas y “dirigentes” comunitarios.”

La división en las comunidades, las amenazas, la violencia, el chantaje y el soborno siempre han sido métodos utilizados por las compañías mineras.

El nefasto papel de la iglesia de arriba

En la comunidad de Cañaza, Veraguas, la Mina Santa Rosa dejó en ruina todo a su paso, pero antes, pinto el parque y la Iglesia del lugar, así, la mina Santa Rosa contó con el apoyo del cura párroco que miraba al cielo mientras se destruían los ecosistemas y las comunidades.

Me contó uno de los campesinos, miembro de las Comunidades Eclesiales de Base, que el apoyo del cura a la Mina Santa Rosa fue lo que le abrió las puertas para que lo hicieran obispo en la Diócesis de Colón–Kuna Yala . Ahora, Minera Petaquilla cuenta con otro aliado más en la persecución a las comunidades indígenas y campesinas que luchan por la defensa de sus derechos y los ecosistemas que son su vida.

La destrucción y la complicidad de los poderes es evidente

Una publicación en el diario La Prensa el día 13 de noviembre, al referirse a un informe de la ANAM , señala que: “…la mina de Petaquilla Gold afectó áreas donde existían especies en vías de extinción y otras protegidas por leyes panameñas.

El informe también destaca que la mina afectó un área que abarca Cerro Petaquilla, río Molejones, río San Juan y río Turbe, incluyendo la tala ilegal de 54.2 hectáreas de bosque adicional a la zona de Cerro La Tortuga.

Otro de los puntos mencionados es la afectación del recurso hídrico por las actividades realizadas en el proyecto y la falta de tratamiento de las aguas servidas y manejo de residuos que proceden de los campamentos de la mina.”. ¿Quiénes se harán responsables de los daños causados? ¿Cómo es posible que, ante los ojos de las autoridades, Minera Petaquilla se salte todas las normas y leyes; y todos los derechos históricos, constitucionales y humanos de las poblaciones campesinas e indígenas, para lucrar a costa de la destrucción del país? ¿Qué clase de “autoridad nacional del ambiente” es aquella que, en sus narices, le destruyen, de manera irreversible, ecosistemas vitales para la continuidad de la misma Nación panameña?

La organización básica comunitaria

En el camino de la lucha por la vida, la organización básica comunitaria representa la piedra angular de una auténtica transformación social. Los humillantes métodos de la oligarquía y el vanguardismo coinciden en la buscan adeptos y seguidores a sus proyectos determinados desde arriba por sus respectivas cúpulas; oligarquía y vanguardismo rechazan y odian las organizaciones básicas comunitarias en donde lo más importante es la gente y sus necesidades; oligarquía y vanguardismo abrazan el método maquiavélico del “fin justifica los medios”.

No se puede hacer una lucha digna, ni coherente por la defensa de la vida utilizando dineros de los que promueven la muerte. ¿Se le ocurriría a alguien pedir y recibir fondos de Minera Petaquilla para defender las comunidades y los ecosistemas que destruye esta misma compañía minera?

Ya hemos visto en Panamá como, demasiadas organizaciones, de la suciedad civil, de los clubes cívicos, del vanguardismo y de las iglesias, se auto proclaman defensoras de luchas comunitarias, mientras mendigan recursos económicos de los organismos e instituciones responsables de las violaciones y ataques a las comunidades.

El fin no justifica los medios

Los fines lícitos sólo se pueden lograr con medios lícitos; la autentica liberación será con respeto a la gente y a sus organizaciones básicas comunitarias (su autonomía, independencia y proceso). Sólo así podremos construir, desde la base –desde abajo– una nueva sociedad en donde cada ser humano sea un interlocutor válido que merece respeto.