Hoy existen exploraciones de yacimientos, y su explotación podría comenzar osantes del fin de la década. En Chile hay un gran potencial, pero ningún proyecto en marcha.
Fuente: Instituto de Ingenieros Minas de Chile
Desde un enorme barco, que semeja un petrolero, algo parecido a una grúa excavadora robótica desciende hasta las profundidades marinas. Una vez abajo, remueve el terreno hasta dejar a la vista pepitas de oro o rocas de alta pureza de otro mineral. Cuando la cantidad es adecuada, desciende otra máquina que aspira el mineral mezclado con agua y que envía al barco a través de una tubería. Arriba se lo separa y traslada a otra embarcación que lo lleva a la costa para ser procesado.
Aunque parece ciencia ficción, no lo es. La semana pasada la compañía canadiense Nautilus Minerals informó que acaba de completar el ensamble del primero de estos vehículos grúa.
Nautilus se especializa en este tipo de proyectos. Su mayor apuesta es Solwara 1, un depósito masivo de sulfuros que contiene una alta concentración de cobre y oro.
Está situado a 30 km de la costa de Papúa Nueva Guinea y a 1.600 metros de profundidad.
Si resuelve un conflicto de intereses con el gobierno local, la explotación podría comenzar antes del fin de la década. Sería el primer gran proyecto de minería submarina de profundidad en marcha.
Una de sus ventajas es que se trabaja con minerales que yacen en el suelo marino, “por lo que no hay que remover grandes rocas y la extracción resulta más simple y menos peligrosa que la minería subterránea”, explica a “El Mercurio” Joana Parr, investigadora del Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation, la agencia científica australiana.
“Además, los yacimientos tienden a ser de buena ley, con una mínima producción de escoria, lo que evita la necesidad de construir relaves o depósitos para el material descartado”, destaca esta especialista.
Pero no todas son buenas noticias. “Lo que desconocemos es el potencial impacto de este tipo de minería en el suelo marino. Los ecosistemas que se pueden encontrar allí son extraordinarios y no está tan claro si serán resilientes a los cambios”.
Chile posee estos recursos de sobra, asegura el abogado Gastón Fernández, ex fiscal del Ministerio de Minería durante los años 90. “Basta casi con aplicar la lógica, porque la litósfera donde está ubicada nuestra minería terrestre se prolonga bajo los fondos marinos. Con la Armada hicimos un análisis de las riquezas que existen bajo nuestro mar. Hay cordilleras, montes. ¡Cuántas Chuqui y Escondida nos esperan en los fondos marinos!”, exclama.
Un ejemplo de lo que ya se ha detectado son los hidratos de metano, que son hidrocarburos sólidos. “Chile es privilegiado en ellos y ahí hay un desafío tecnológico para poder captarlos. Si logramos tener la tecnología adecuada, Chile será un país potente en materia energética”.
Además, están los nódulos de manganeso, presentes en distintas partes del subsuelo marino. “Son como papas”, asegura.
Fernández cuenta que en los años que estuvo en el Ministerio se realizaron varias gestiones para impulsar la minería submarina en Chile. “Hicimos varios intentos con los japoneses. Trajimos un barco, que vino a Valparaíso con todas sus instalaciones e hicimos charlas y seminarios para ver lo que hasta ese momento se había desarrollado”.
Por esa época también le tocó hacer un contrato especial a la empresa Mares Australes para explorar sustancias minerales en la bahía Nassau, en el Estrecho de Magallanes. Allí confirman que el proyecto sigue, pero aún en la fase de exploración.
“Como Chile es tan rico en minería terrestre esto nunca ha entusiasmado mucho, ni siquiera a nuestras universidades”, se queja Fernández.
El abogado, quien también es profesor de la Escuela de Ingeniería en Minas de la Universidad de Chile, cuenta que a algunos de sus alumnos el tema les ha interesado porque ven los progresos que se están logrando con nuevas tecnologías de perforación, pero no hay interés ni de autoridades ni de instituciones.