El conflicto minero que vive esta ciudad, el más trascendente en su corta historia, se presenta para la dirigencia política local y provincial como un dilema sin solución. Una de las ideas metafísicas que sostenía Jean Buridan (1300 – 1358), teólogo pedagógico, era que no se podía tomar una decisión, cuando los motivos que debían llevar a una elección eran iguales pero de sentidos opuestos. De allí nace la historia del asno que le adjudican a Buridan. Una animal que no sabe elegir entre dos montones de alimento y como consecuencia termina muriendo de inanición.
Por Pablo Quintana
24/05/2012. Una de las ideas metafísicas que sostenía Jean Buridan (1300 – 1358), teólogo pedagógico, era que no se podía tomar una decisión, cuando los motivos que debían llevar a una elección eran iguales pero de sentidos opuestos.
De allí nace la historia del asno que le adjudican a Buridan. Una animal que no sabe elegir entre dos montones de alimento y como consecuencia termina muriendo de inanición.
Esa indecisión eterna que lo retuvo en la quietud de su propia vacilación, lo hizo morir dócilmente. La no resolución de su propio conflicto, mató literalmente al asno.
El conflicto minero que vive esta ciudad, el más trascendente en su corta historia, se presenta para la dirigencia política local y provincial como un dilema sin solución.
Esta semana el diputado por el PJ, Alejandro Garzonio reconoció que la colisión social que genera la multinacional en el afán de hacer su negocio, paralizó esta comunidad en los últimos diez años. Sin embargo, el propio raciocinio político-partidario no logra resolver su propia encrucijada. Es más, la capacidad de innovación pareciera no estar contempladas dentro de la lógica de los dirigentes locales.
Buridan, discípulo de Guillermo de Ockham, era un defensor del libre albedrío y de la posibilidad de ponderar toda decisión a través de la razón. Pero la razón pareciera no primar en estos tiempos modernos.
Casi un lustro ha transcurrido desde que la conflictividad social provocada por la minera y la inacción del Estado se desató y ni siquiera ha servido para dar respuestas coherentes ante los incesantes reclamos de los ciudadanos.
El gobernador Martín Buzzi se jactó de un Estado fuerte a diferencia del existente hace 9 años atrás cuando está comunidad vivió también días de angustia. Dicho esto como una garantía frente a la presencia de multinacionales. Es más, citó el caso de Repsol como “el más guapo de la cuadra”, señalando que al gobierno no le tembló el pulso y que no se achicará ante cualquiera.
Sin embargo, se observa una baja calidad institucional, si entendemos la construcción del Estado como una expresión de organización social. Muestra de ello es el ninguneo de la decisión popular a través de un proceso democrático como lo fue el plebiscito de marzo del 2003.
El intendente Rafael Williams habló de sentirse entre la espada y la pared, ante el lobby que estaría ejerciendo Minas Argentinas S.A., subsidiaria de Yamana Gold, para lograr la habilitación comercial. Un dilema que el jefe comunal ya había experimentado cuando el acoso venía por parte de Meridian Gold. Esta vez habría cedido ante la presión.
La sola admisión de Williams de sentir la espada de Damocles, sigue hablando de un Estado diminuto frente a una corporación sedienta de llevarse los bienes de los esquelenses a cualquier precio. El poder popular demostrado por los vecinos es un paredón que al grito de “no pasarán”, resuena entre los corrillos políticos y de la multinacional.
Lo cierto es que para satirizar la posición Buridan, no la de Williams, algunos críticos imaginaron el caso absurdo de un asno que no sabe elegir entre dos montones de heno (algunas versiones, hablan entre un montón de avena y un balde con agua), y como consecuencia termina muriendo de inanición (o de sed).
Es cierto que en este caso, las dos opciones no son las mismas. De un lado está la decisión popular y del otro la corporación multinacional minera. Pero la indecisión eterna en la quietud, producto de la vacilación política, tiene un gran parecido.
La paradoja del asno de Buridan es definida como que si no hay una razón suficiente para que una cosa suceda en vez de otra, el principio afirma que no sucede nada, la situación inicial no cambia. Otra explicación es la reducción al absurdo del racionalismo para justificar la fe religiosa (¿partidaria, tal vez?).
Una tercera es la de reconocer que ya sea que se considere racional o no a la decisión, la misma estará siempre influenciada por la noción de valor. Es de imaginar que el asno tiene dos opciones de igual valor. Pero tratándose de decisiones humanas, éstas estarían sustentadas en la percepción de una diferencia de valor.
Lo único que está claro por ahora, es que lo que se dice valor –entendido esto ya como valentía-, es lo que le sobra al pueblo esquelense.