Los vecinos de Loncopué dicen “Nos quieren convencer de la necesidad de obtener cobre para satisfacer los usos de nuestra vida moderna, omitiendo los otros usos que se le dan al cobre, principalmente en el nuevo escenario de la China emergernte”.
Este año China ha aumentado sustancialmente su presupuesto militar en sintonía con una reforma importantísima de sus fuerzas armadas y sus estrategias militares.
China abandonó su tradicional concepto de potencia militar continental para proyectarse como potencia militar marítima, ello en concordancia con su crecimiento y expansión económico y su necesidad de asegurar sus rutas comeciales principalmente en Asia y Africa (Angola es el principal proveedor de petróleo de China).
Desde el punto de vista naval, China está desarrollando la construcción de bases navales en países extranjeros, la ampliación de su marina mercante y se lanzó a la construcción de modernos submarinos de propulsión nuclear.
Recientemente EEUU manifestó su preopcupación por el desarrollo del potencial de agresión espacial de China, la que diseñó y construyó misiles destinados a la destrucción de satelites cuyas pruebas recientes sobre la eficacia de los mismos han resultado exitosas. A EEUU le preocupa estas nuevas capacidades espaciales chinas dado que su sistema de comunicaciones e inteligencia se apoya en el empleo de sistemas satelitales.
Todo este desarrollo militar requiere de grandes cantidades de insumos. El cobre, principal conductor de electricidad, es empleado en todos los buques y misiles desarrollados por China. El molibdeno, es un endurecedor del acero.
Cobre y molibdeno son los principales minerales existentes en el yacimiento de Campana Mahuida, en territorio de la Comunidad Mapuche Mellao Morales, y que violando las leyes argentinas pretende explotar una empresa china con el inusitado y enfático impulso de funcionarios públicos.
Esta presencia de empresas chinas interesadas en la obtención de hierro (Sierra Grande) y molibdeno y cobre (Campana Mahuida) y la obstinada persistencia en las explotaciones frente a resistencias sociales que se oponen al saqueo de los recursos, no son ajenos a los intereses de China de nutrirse con insumos minerales, no sólo para sus necesidades de expansión económica, sino para satisfacer sus objetivos armamentistas.
En esa realidad, poco creible resultan los argumentos de algunos funcionarios locales que pretenden justificar el saqueo chino en base a la necesidad de cobre para usos domesticos tales como celulares, lavarropas, heladeras, automotores, etc.
No podemos ser tan ingenuos. Ni tampoco debemos serlo.
Salvo que no tuvieramos ningún reparo ético en ser complices silenciosos del avance del armamentismo y de la edificación de un aparato militar jamas visto en la historia.
A las conocidas razones para oponernos al saqueo minero, le sumamos la tradición pacifista de la Argentina (principio de neutralidad, premios nobeles Saavedra Lamas y Perez Esquivel).
Quienes hemos sufrido en el seno de nuestras propias familias el haber visto a nuestros parientes partir a una guerra en 1.982 no podemos consentir ni mas guerras ni mas armas.
Todos los seres humanos tenemos el deber ético de oponernos a las guerras, y a los armamentismos que las generan, y nuestras conciencias no pueden ser neutras ante una clara política de obtener insumos destinadas al desarrollo armamentista.
No a la mina es también sí a la paz.
Cristian Hendrickse
Asesor legal de:
A.V.A.L.
Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Loncopué
Loncopué – Neuquén
Patagonia Argentina
PD: Cuando Rolando Hanglin nos habla de “La Cuestion Mapuche”, respondemos transcribiendo notas del almirante japones Hideaki Kaneda “La cuestión China” y “El ascenso del poder marítimo chino”
fuentes:
http://www.project-syndicate.org/commentary/kaneda8/Spanish
http://www.project-syndicate.org/commentary/kaneda7/Spanish
Sobre las pruebas chinas de sus de misiles antisatelitetarios consultar la pagina del ministerio de defensa de los EEUU.
La cuestión de China
Hideaki Kaneda
La reciente visita del Presidente Bush a Asia ha originado pocas noticias… y ha sido a propósito. Pero es porque Bush no empezó a abordar la cuestión que cada vez resulta más prominente en la región: el cambio en la faz de la seguridad en Asia, en vista de la fuerza económica y militar cada vez mayor de China.
Este verano, por ejemplo, China y Rusia realizaron su primer ejercicio militar en gran escala, a lo que siguieron las noticias, procedentes de Rusia, de que China, Rusia y la India realizarían unos ejercicios militares en la misma escala, llamados “Indira 2005”, antes del fin del año.
En el pasado, esa combinación de países era casi inconcebible y no se pueden explicar esos ejercicios como casos excepcionales y con poca resonancia. Al revés: reflejan el objetivo estratégico a largo plazo de China de establecer una hegemonía en toda Asia.
Un instrumento de esa ambición es la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que ha sido la encargada de los ejercicios chinorrusos. La OCS, creada en junio de 2001, está compuesta por China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. El propósito original de la OCS era el de mitigar las tensiones en las fronteras de China y los países del Asia central después del hundimiento de la Unión Soviética y la llegada del ejército de los Estados Unidos con la guerra en el Afganistán.
China considera la OCS una etapa para ampliar su influencia en una región inmensa, comprendida entre Asia-Pacífico y el Asia sudoccidental, Oriente Medio, el África oriental y el océano Índico. De hecho, sus miembros representan el 45 por ciento, aproximadamente, de la población mundial y el 28 por ciento de la masa continental euroasiática.
La activa dirección de la OCS por parte de China ha dado como consecuencia políticas que este país apoya. La OCS ha pasado gradualmente a centrarse en la lucha contra los radicales islámicos. Sin embargo, en la actualidad se utiliza con frecuencia la OCS como foro para hacer campañas contra el supuesto unilateralismo americano y constituir un frente unido -en particular, entre China y Rusia- contra los Estados Unidos en relación con las cuestiones de la seguridad y la reducción de los armamentos en esa región, incluida la capacitación conjunta para luchar contra el terror y peticiones de reducción de las fuerzas de los Estados Unidos en la región, en particular por parte del Uzbekistán y del Kirguistán.
La OCS brinda a China no sólo una plataforma para afrontar la alianza encabezada por los EE.UU. en la región de Asia-Pacífico, sino que, además, se está utilizándola cada vez más para prevenir la formación de una red, encabezada por los EE.UU., para limitar el avance de China. En última instancia, se teme que la OCS acabe constituyendo una alianza miliar similar a la del Pacto de Varsovia de la época de la guerra fría, con una “Unión de la Gran China” en embrión como su núcleo.
Pero la diplomacia regional de China no se limita a la OCS. Aprovecha toda oportunidad que se le presenta, incluidas las “conversaciones entre seis partes” sobre las ambiciones nucleares de Corea del Norte, para insistir en que va encaminada fundamentalmente a resolver todas las cuestiones asiáticas. Además, sigue construyendo su “sarta de perlas” de bases militares en todos los puntos principales de las rutas de transporte marítimo a lo largo del “arco de inestabilidad” comprendido entre Oriente Medio y la costa de China.
Nadie parece saber cómo responder a la exhibición de fuerza diplomática y militar de China en Asia, pues el alcance de las ambiciones de ese país no está nada claro.
Ahora bien, mientras todo el mundo sopesa los motivos de China, el Gobierno de ésta actúa. De hecho, el primer gabinete estratégico del Reino Unido, el Instituto de Estudios Estratégicos Internacionales, advirtió recientemente que, mientras el mundo se centra en la lucha contra el terrorismo internacional y la evolución de los acontecimientos en Oriente Medio, China está extendiendo rápidamente su influencia de Asia a África.
Las “perlas” en África son el Sudán, Angola, Argelia, Gabón, Namibia, Zambia, Tanzania, Zimbabwe, Uganda, Yibuti, Malí, República Centroafricana, Liberia, Etiopía, Mozambique, Sierra Leona y la República Democrática del Congo. En cada uno de esos países, China está cultivando relaciones militares y comerciales especiales encaminadas a fomentar la lealtad a los intereses chinos.
Como en el caso de Asia, funciona la misma tónica: la influencia china en aumento engendra apoyo a las políticas chinas. Naturalmente, funciona en las dos direcciones.
Siempre que se plantean quejas en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, China cuenta con el apoyo de muchos países africanos que tienen sus propios problemas en materia de derechos humanos. Incluso la selección de Beijing como sede de los Juegos Olímpicos de 2008 se benefició de los “votos africanos” y China ha declarado públicamente que respaldará a las naciones africanas en las posibles controversias que surjan en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y otras organizaciones internacionales.
De forma semejante, muchos Estados africanos parecen ir inclinándose intensamente a favor de China en su disputa con Taiwán. Cuando el Gobierno del Japón intentó pasar a ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, muy pocos países africanos lo respaldaron, pese a haber recibido ayuda durante decenios.
A China le gusta jactarse de su “ascenso pacífico”, pero el ascenso de la Alemania de Bismarck al final del siglo XIX fue también pacífico… por un tiempo. La cuestión no es si China se alza hasta la condición de gran potencia pacíficamente, sino si se propone mantener actitudes pacíficas, cuando lo consiga. Así como el mundo afrontó la “cuestión alemana” hace 125 años, ahora afronta la “cuestión china”. Esta vez necesitamos una respuesta mejor.
El ascenso del “poder marítimo” chino
Hideaki Kaneda
En una época de misiles y amenazas terroristas, mucha gente piensa que el “poder marítimo” es un término y concepto del pasado. No en China. De hecho, China esta poniendo cada vez más énfasis en sus intereses navales y marítimos: desarrollo económico, gestión territorial, energía y seguridad alimenticia, así como comercio. Rápidamente está desarrollando y adquiriendo de otros países (principalmente Rusia, la UE cuando es posible) una marina capaz de promover tales actividades.
Varios de sus vecinos sienten alarma. El Departamento de Defensa de los Estados Unidos ve que el objetivo de China es construir una serie de bases estratégicas militares y diplomáticas (una así llamada “cadena de perlas”) a lo largo de las principales rutas marítimas, desde el Mar del Sur de China al Medio Oriente, rico en petróleo.
China no sólo busca asegurar sus insumos energéticos, sino lograr objetivos de seguridad más amplios. Por ejemplo, el puerto militar de Gwadar, que China está construyendo en el sudoeste de Pakistán, está ubicado estratégicamente para vigilar la garganta del Golfo Pérsico, con puestos de escucha electrónica para monitorear barcos (incluidos barcos de guerra) que se desplacen por el Estrecho de Ormuz y el Mar de Arabia.
De manera similar, está construyendo facilidades portuarias para contenedores en Chittagong, Bangladesh, para sus flotas naval y mercante, así como más bases navales y centros de recolección de inteligencia electrónica en islas que son territorio de Myanmar en el Golfo de Bengala. De hecho, los lazos de China con los dictadores militares de Myanmar parecen encaminados a convertirse en una alianza militar de facto. En la cercana Tailandia, China ha invertido $20 mil millones en un plan para construir un canal a través del Istmo Kra para conectar el Océano Índico y el Golfo de Siam, proporcionando de ese modo una ruta alternativa de importación de petróleo que evite el Estrecho de Malaca.
En el Mar del Sur de China, está desarrollando sistemas que permiten el despliegue de gran escala de unidades de su fuerza aérea y naval, al fortificar las bases en la Isla Hai Nan y el área costera del sur del país. En las islas Spratley y Paracel, arrebatadas a Vietnam y Filipinas respectivamente, China está construyendo instalaciones portuarias para permitir el atraque de naves de gran superficie y pistas de aterrizaje y despegue lo suficientemente grandes como para recibir bombarderos de gran alcance. En efecto, China está en proceso de construir en el medio del Mar del Sur de China un grupo de portaaviones literalmente imposibles de hundir.
¿Por qué, si normalmente se la considera una “potencia continental”, está emprendiendo esta expansión marítima? China dominó Asia en términos de “poder marítimo” hasta el siglo diecisiete. De hecho, durante la Dinastía Ming (1368-1644), la “Gran Armada” del Almirante Zheng He era la más potente del mundo. Sin embargo, durante los últimos tres siglos ha carecido de una estrategia marítima global y no ha poseído (ni intentado poseer) fuerzas navales capaces de sustentar una estrategia así.
Irónicamente, la actual estrategia marítima de China tiene sus raíces en los EE.UU., la nación que China parece percibir como su rival estratégico clave, particularmente en la teoría del “poder marítimo” desarrollada por el Almirante Alfred Thayer Mahan a fines del siglo diecinueve. En La influencia del poder marítimo en la historia, publicado en 1890, Mahan argumentó que el poder marítimo y el desarrollo económico estaban profundamente interrelacionados. Sólo la capacidad de proteger el comercio y proyectar el poder a través del mar puede asegurar la vitalidad de este nexo.
Mahan identificó las condiciones que determinan el “poder marítimo”:
· posición y entorno geográfico;
· capacidad territorial, específicamente en la costa
· población;
· carácter del pueblo, a tono con la realización de expediciones marítimas;
· carácter del gobierno, con un fuerte deseo de abrazar el “poder marítimo”.
Estas condiciones eran pertinentes a los EE.UU. del tiempo de Mahan, y sin duda se aplican a la China de hoy en día.
China ya es la tercera nación con mayor volumen de comercio del mundo y está desarrollando rápidamente sus capacidades portuarias para manejar un nivel de comercio cada vez mayor. El tonelaje de sus naves (excluyendo las flotas que navegan bajo banderas de conveniencia) es el cuarto mayor del mundo. La rápida expansión del tonelaje de los barcos es parte del actual Plan Quinquenal chino, y para 2010 las capacidades de sus astilleros probablemente rivalizarán con las de Japón y Corea.
Sin embargo, y a diferencia de EE.UU. y Gran Bretaña en el pasado, hoy China debe recurrir a bases en el extranjero en lugar de la colonización para fortalecer su “poder marítimo”, y en eso radica el sentido de su “cadena de perlas”. Aún así, está transformando su marina costera en una marina oceánica a un ritmo mucho más rápido de lo que creía la mayoría de los expertos. Para 2010, se espera que China posea 70 de las naves de superficie más modernas, varios modernos submarinos nucleares estratégicos, y varias decenas de submarinos de ataque modernizados, superando las fuerzas modernas de la armada de Taiwán e incluso la Fuerza de Autodefensa Marítima del Japón, al menos en términos cuantitativos.
Más aún, China tiene planes de mejorar y ampliar sus capacidad de ataque anfibio y soporte logístico conjunto, aspectos que solían ser puntos débiles. Esto le dará las capacidades necesarias para invadir, en caso de que sus gobernantes así lo deseen, las islas más remotas de Japón, incluidas las disputadas Islas Senkaku, así como Taiwán. Si el crecimiento naval chino sigue al ritmo actual, puede que tenga la fuerza naval más grande del mundo para 2020.
Asia entera debe despertar frente a la llegada del enérgico “poder marítimo” al estilo chino. Japón, en particular, debe reformular su estrategia marítima nacional teniendo esto en mente. Japón, Estados Unidos y otros países marítimos tradicionales también deben volver a considerar el “poder marítimo” en Asia como un componente clave de su capacidad de defender sus propios intereses nacionales.