Ampliamos hoy la nota “La megaminería no promueve el desarrollo local” publicada hace unos días. Seguimos así con la divulgación de los conceptos desarrollados en forma completa en el mito/capítulo 5 del libro 15 mitos y realidades de la minería transnacional en Argentina.
Una vasta experiencia de casos históricos y presentes en nuestra región latinoamericana permite constatar los efectos destructivos que la minería transnacional tiene sobre los circuitos y sistemas de producción y consumo locales es decir, sobre las economías regionales porque lo que se generan son los “enclaves extractivos mineros”.
Una primera búsqueda en la net nos ayuda a comprender que:
- Se denomina economía de enclavea un modelo económico donde, en un mercado globalizado se localizan actividades productivas en países subdesarrollados destinadas a la exportación y sin integrarse en el mercado local. El término ha sido ampliamente usado para describir relaciones postcoloniales de dependencia en países en desarrollo, especialmente en América Latina.
- El modelo conocido como economía de enclave es aquel en el que capitales internacionales invierten en una actividad destinada primordialmente al mercado extranjero sin integración al mercado local. Este modelo explica por qué en los países del tercer mundo el tan mentado “desarrollo” no llega y, en cambio, se perpetúan y profundizan las condiciones de pobreza e injusticia:
Nuestra bibliografía de referencia mencionada al inicio indica que:
El impacto negativo de los enclaves extractivos se ve inicialmente amortiguado por la mayor circulación monetaria que ocurre durante el auge de la explotación, pero que evidencia sus consecuencias más gravosas, una vez que concluye el ciclo extractivo.
La minería desarrolla ventajas locales estáticas, sobre todo en la forma de infraestructura especializada es decir para sustentar el propio proyecto y proceso extractivo, pero desarrolla pocas ventajas locales dinámicas. El derrame financiero de la actividad se da más en las metrópolis dentro o fuera de América Latina que en las economías de las regiones donde se encuentra la fase extractiva.
¿Qué hacen los gobiernos?
La constatación de estos pobres resultados en cuanto a la difusión del “desarrollo local” a partir de grandes explotaciones mineras ha dado lugar a un creciente intervencionismo público-privado orientado a promover el “desarrollo de proveedores” y a favorecer la instalación de una nueva “cultura minera” entre las comunidades locales. Programas de capacitación, fondos de microcréditos para nuevos emprendimientos, “rondas de negocios”, asistencia “técnica” a “proveedores”, entre otros, se cuentan entre las principales nuevas prácticas, asumidas, muchas veces, de forma conjunta entre autoridades mineras nacionales y locales y empresas mineras, con el objeto de generar capacidades “competitivas” y aptitudes “empresariales” entre los pobladores locales. Un análisis específico sobre la cuestión mostraría además la tendencia a monopolizar servicios e/o insumos básicos para el sector —como la producción de cal, las consultorías, los seguros, etc.— por grupos o asociados que guardan estrechas relaciones con funcionarios y empresarios.
Aunque excede el ámbito estrictamente económico, resulta pertinente aquí solo señalar los gravosos efectos micropolíticos que conllevan tales “programas de promoción de clusters mineros locales”. Por un lado, no se puede soslayar el funcionamiento de este tipo de programas como una virtual herramienta de extorsión/disciplinamiento que los actores promineros ejercen sobre las comunidades. Las “promesas” de “buenos negocios” asociados a la mina hacen que (al menos parte de) las comunidades se avengan a “aceptar” el emprendimiento y, en lugar de “oponerse insensatamente”, “aprovechen y participen proactivamente” en las “oportunidades de progreso” que dicho programa ofrece.
Una breve ilustración de lo dicho hasta aquí:
En los últimos quince años, Malí se ha convertido en uno de los mayores exportadores mundiales de oro, el cual llegó a representar más de la mitad de sus ingresos por exportación (Jul- Larsen, 2006). Níger, por su parte, desde hace más de 3 décadas es uno de los 7 mayores extractores de uranio. A pesar de ello, Malí y Níger siguen sumidos en el subdesarrollo extremo: en el Índice de Desarrollo Humano publicado por Naciones Unidas, figuran en los rangos 160 y 167, respectivamente, entre 169 países (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2010).
Por todo ello afirmamos que los enclaves mineros tienen efectos devastadores sobre los territorios.