Me pregunto: ¿Cómo se puede cambiar tanto? Como puede ser que en esta caravana ud. haya aceptado compartir su ruta, con teóricos de un tipo de Geología más propensa a las adulaciones que a la defensa de los bienes naturales, patrimonio de las generaciones futuras.

CARTA ABIERTA A UN VIEJO AMIGO
NO SOY YO EL QUE CAMBIA. SON LOS TIEMPOS..Víctor Raúl Haya de la Torre

Lejos ha quedado en el tiempo su gamulán de puños doblados, las arengas en el Comedor Universitario, su maestría para lustrar las manzanas del postre, sus dotes de caricaturista, o su predilección por iniciar en la guitarra los acordes de una vieja melodía española.

Ud. me trae a la memoria la Navidad de los Angelitos donde se reunían para las fiestas de fín de año todos los estudiantes que por razones económicas no podían viajar a sus lugares de origen y todos juntos, integrando una gran familia, procurábamos abrazar a aquella que en esos momentos estaba ausente.

¿Recuerda, cuando le atribuíamos la fundación de la línea merengue entre las huestes Integralistas?

Por esos tiempos se lo distinguía por su asesoramiento a la Gremial San Martín del personal universitario, procurando la reivindicación de derechos de los trabajadores.

Más cerca y ya siendo Diputado Provincial, su enjundia en defender las cuestiones ambientales, recuerde sus intervenciones respecto de la extracción de áridos en el Suquía; en la inundación de San Carlos Minas; en el trasvase de líquidos cloacales de Carlos Paz a la subcuenca de La Lagunilla o en la disposición de los residuos sólidos de Carlos Paz, Malagueño y Alta Gracia en predios de la jurisdicción de la Comuna de Falda del Carmen. Ud. me comprende ¿no?

Hoy su patrocinio a CEMINCOR no termino de entenderlo. Córdoba es grande, ha crecido extraordinariamente, pero nos conocemos todos y para muestra baste con recordar como aparece esta Cámara en la provincia: con un Presidente que hablaba de minería pero no la ejercía; con canteristas que invadían los lechos de los cursos de agua sin respetar las lineas de ribera, que ud. tanto defendió y abogó porque la provincia las fijara; con ilusos buscadores de metales, caminadores incansables detrás de un detector; con pseudos empresarios, opositores asérrimos a la instalación de los spray sobre las zarandas vibratorias para evitar la “pluma” de los particulados diseminados en el aire; con muchos interesados en negocios rápidos o que los bancos les consideraran sus concesiones mineras como parte del capital; con gente cerrada al cumplimiento de la ley provincial Nº 5759 y podría seguir con una lista interminable de estos actuales, defensores de la actividad minera.

Dr. Rafael Vaggione, en su fuero íntimo conoce, mejor que yo, como algunos de los empresarios usaron los beneficios de la ley de inversiones mineras y otras tantas anteriores al paquete de la década del 90 y como ellos mismos desacreditaron a su sector con operaciones de tipo marginal no siempre claras a la luz de lo preceptuado por la ley 24.196.

Me pregunto: ¿Cómo se puede cambiar tanto?

Como puede ser que en esta caravana ud. haya aceptado compartir su ruta, con teóricos de un tipo de Geología más propensa a las adulaciones que a la defensa de los bienes naturales, patrimonio de las generaciones futuras.

En nombre de esas generaciones futuras deseo hacerle una exhortación: sus nietos, los hijos de Santiago, Víctor, Luís Mario o Juan Marcos, hoy indefensos frente a la arremetida desbastadora de nuestro ambiente, no lo cuentan, como ellos seguramente desearían, entre los celosos custodios de los tiempos por venir y permítame que le diga algo, con el debido respeto: ellos valen mucho más que treinta denarios.

Dr. Vaggione no se desacredite patrocinando, en una cuestión que no está en discusión, -extensión de los alcances de la ley 9526 a minerales no metalíferos y rocas de aplicación-, a una Cámara sectorial dudosa que desconoce el número de sus adherentes, ignora la cantidad de empresas que desarrollan exploración en el ámbito provincial, miente con el total de la mano de obra ocupada y varios de sus socios ignoran la actividad, fundamento de la Cámara.

Que su descendencia pueda mostrar con orgullo su apellido.
Atte.
Geólogo Carlos A. Seara