Desde hace meses el tema de la “minería” está en la tapa de los diarios. Sin embargo, no es nuevo. Es algo de lo que se está hablando desde hace más de quince años en la provincia, pero de manera intermitente: en los años electorales, queda silenciado y, en los años no electorales, es impulsado vehementemente por diferentes actores políticos y empresariales. Muchos políticos en campaña no hablan de “minería”, porque no quieren comprometerse por temor a perder votos. Se hacen los distraídos. Transcurridas las elecciones, se sienten con la libertad para levantar el estandarte minero. Alguien dirá que, en realidad, “se sacan la máscara”, puede ser.

Fuente: Sebastián Sayago, Rada Tilly Noticias

Lamentablemente, esta artimaña de la clase política no contribuye a que el tema tenga el debido tratamiento en la sociedad.

Sería diferente si los políticos transparentaran su posición y dijeran en la campaña: “yo estoy a favor de la megaminería” o “estoy en contra”. Así, los electores tendrían más elementos para decidir si los apoyan o no. Como esto no es lo que ocurre, los ciudadanos tienen el derecho de sentirse burlados en su buena fe.

La foto de Muñiz

La sesión legislativa del 25 y 26 de noviembre de 2014 merece ser recordada como una vergüenza institucional, como el ejemplo más claro de lo que no deben hacer quienes han sido honrados con la distinción de representar al pueblo en la Honorable Cámara de Diputados.

Como recordamos, en esa oportunidad, se debía debatir el proyecto de Iniciativa Popular que apuntaba a confirmar la prohibición de la megaminería en la provincia. Este proyecto, respaldado por la firma de más de diez mil electores, era el primero en su tipo y solo por eso merecía consideración. Los diputados podían votar a favor o en contra, pero debían tratarlo con seriedad.

Sin embargo, ocurrió lo contrario: modificaron el proyecto original, cambiando completamente su sentido, y lo presentaron como si fuera el mismo, pero mejorado. Eso sucedió en la misma sesión, sin aviso previo a las organizaciones que lo habían impulsado o a la opinión pública.

Es decir, se burlaron de la voluntad popular expresada en esa propuesta.

Y no sólo eso, se dice que una imagen vale más que mil palabras. Como todas las afirmaciones universales, esta puede ser objeto de sospechas, pero la fotografía que tomaron al diputado justicialista Gustavo Muñiz intercambiando mensajes con un gerente de la minera Yamana Gold tuvo más repercusión que las miles de denuncias que habían hecho las organizaciones sociales que advertían la acción del lobby minero.

El gerente le pedía cambios en la ley y el diputado le respondía in situ. La imagen ilustra la fragilidad de una democracia representativa en la que un funcionario puede actuar impunemente en contra del pueblo y colocarse como servidor de grupos empresarios. Tal vez por eso, fue visto como un escándalo y tuvo repercusión nacional.

A pesar de la reprobación general, el gobernador Martín Buzzi, días más tarde promulgó la vergonzosa ley aprobada en la madrugada del día 26. Y lo hizo, aunque en su campaña jamás había dicho que pensaba habilitar la megaminería en la provincia. Bueno, tampoco había dicho que iba a traicionar a Mario Das Neves y a volverse kirchnerista de la noche a la mañana.

Esa fotografía del diputado Gustavo Muñiz materializa una herida en la relación entre política y ciudadanía. Demuestra cómo puede operar el lobby minero en la Legislatura, en la Honorable Legislatura.

El rol de los medios

La cuestión de los “recursos naturales” de la provincia (o de los “bienes comunes”, desde otra perspectiva) es algo fundamental y debe ser debatida ampliamente, sin la presión de quienes pretenden sacar la mayor tajada de la manera más rápida posible. En este escenario, los medios de comunicación tienen una gran importancia por su influencia en la información y en la formación de la opinión pública.

Pero, si hacemos un seguimiento de los principales diarios y portales de noticias de Chubut, comprobamos que la información que se da es parcial: se prioriza la perspectiva “prominera”, expresada por funcionarios del gobierno provincial y municipal, por representantes de empresas mineras, por sindicatos mineros y no mineros, etc. La voz de quienes se oponen es subvalorada o, directamente, ignorada.

No sólo se sesga la pluralidad de opiniones, sino que además se restringe la amplitud de la mirada. Se acota la atención a dos temas: la cantidad de empleos que generaría la minería en la Meseta y la eficacia de los procedimientos técnicos para evitar la contaminación. No se dice nada acerca de las ganancias de las empresas, del monto de las regalías que dejaría la actividad en la provincia, de las posibilidades de impulsar actividades productivas realmente sustentables en la región, de los riesgos de contaminación, de los proyectos de producción económica ecológica, etc.

Cada noticia de los diarios es, en realidad, una publicidad empresarial, una repetición de la misma idea: lo fantástica que es la minería y cuánto la necesitamos. Es triste que la prensa acepte desempeñar un papel tan subordinado a los intereses del lobby minero, en lugar de procurar ser el canal para expresar todas las voces.

En la ciudad de Rawson hubo una gran marcha de vecinos y vecinas contra la megaminería, no salió en los diarios. Unos días antes, en Trelew, un sindicato minero convocó a interesados a trabajar en empresas mineras, solicitando currículums y prometiendo empleo. Hoy por hoy, la actividad es ilegal y esta operación es una grotesca manera de manipular voluntades jugando con las necesidades de la gente. Los diarios difundieron la noticia, pero no cuestionaron su trasfondo ético y político. Antes, había sucedido lo mismo en Puerto Madryn. Y, desde hace años, repiten la misma escena en los pueblos de la Meseta.

Los slogans que acompañan el nombre de cada diario y la ética en la formación de los periodistas quedan desairados cada día. ¿Para qué queremos la prensa? ¿Para qué queremos esta prensa? ¿Cuál es su función social?

Al pan, pan y al saqueo, saqueo

El discurso periodístico reproduce y amplifica un pensamiento plagado de estereotipos, estigmatizaciones y simplificaciones. Por empezar, asume que quienes se oponen a la megaminería son “antimineros”. En mi caso, y creo que es el de muchos, entiendo que el necesario pasaje a una economía más ecológica será gradual y, por eso, no me opongo a la minería en general sino a la que posibilita el saqueo de los bienes comunes, la que implica una pérdida de soberanía nacional y la que pone en riesgo el ambiente y la salud de la gente. La minería a gran escala, o megaminería, es esa clase de minería.

En este sentido, hablar de “grupos antisaqueo” o “grupos de defensa de los bienes comunes” sería más apropiado que “grupos antimineros”. Y, mirando al otro lado, los grupos “promineros” también podrían ser denominados “grupos prosaqueo”, “grupos antisoberanía” o “grupos antiecologistas”.

El discurso prosaqueo habla de “minería” y no de “megaminería”, con el fin de asimilar la minería a gran escala a la imagen más amigable de la minería tradicional. Como si aceptar una, implicara necesariamente aceptar la otra. También caracteriza a los grupos antisaqueo como fanáticos, fundamentalistas, irracionales, ignorantes y violentos.

Este discurso promete un “desarrollo” producido de manera mágica, como consecuencia automática de la generación de empleos y la inversión en torno a un yacimiento que tiene una vida útil limitada. Es el famoso “derrame de riqueza”. Pero la riqueza generada no se compara con el salario de la mano de obra empleada. Hay quienes serán y seguirán siendo muchísimo más ricos que los trabajadores y, para ello, no dejarán que la riqueza se derrame.

Desde el gobierno, prometen “control”, pero es difícil creer que un Estado tan débil e ineficiente en la administración y el control de servicios básicos pueda supervisar una actividad tan compleja como esta, así como vigilar y sancionar si fuera necesario empresas con mucho dinero. Si a esta asimetría estructural le sumamos las recurrentes sospechas de corrupción de funcionarios de las distintas gestiones, hay razones de peso para desconfiar de la eficacia de tal control.

La mejor salida

Es evidente que aquí se han juntado el hambre y las ganas de comer. Por un lado, la ambición de empresas como Pan American Silver, que quiere extraer plata mediante el Proyecto Navidad. Por otro lado, el deseo del gobierno nacional de avanzar en la extracción de uranio, en sociedad con empresas rusas. Este anhelo extractivista es acompañado con el entusiasmo de políticos, sindicalistas y empresarios de los medios de comunicación que repiten incansablemente los clichés ya mencionados.

Las presiones sobre la Cámara de Diputados de la Provincia del Chubut son fuertes y constantes. El lobby está operando: paga publicidad, promete trabajo, moviliza dirigentes y técnicos de un lado a otro, distorsiona la realidad, intenta manipular la opinión pública.

Mientras tanto, los grupos antisaqueo continúan difundiendo su mensaje en otras condiciones y con otros propósitos. Actúan con la profunda convicción que se tiene cuando se lucha por algo que se cree justo. Estas personas no buscan mejorar su bienestar individual e inmediato, defienden algo que es de todos. Merecen respeto y admiración.

Hace días, el Foro Ambiental y Social de la Patagonia de Comodoro Rivadavia lanzó una petición en Change.org dirigida a los diputados, para que no aprueben la megaminería en la provincia. Ya superó largamente las diez mil firmas. Nadie hizo falsas promesas de trabajo ni ofreció espejitos de colores. Es otra muestra de la voluntad de un pueblo que espera una respuesta digna y honesta de sus representantes.

Cuando hicieron sus campañas para llegar al cargo de legislador, ninguno de ellos propuso habilitar la megaminería en la provincia. Por lo tanto, lo correcto es que no lo hagan.

No queremos más políticos como Gustavo Muñiz burlándose de la gente.

La disyuntiva ahora es  Lobby Minero Vs Democracia. Por el bien de la provincia y del país, esperemos que triunfe la Democracia.