Aconquija, Catamarca, Argentina – 02/10/07. El pueblo de Aconquija, de 3.000 habitantes, ubicado en el cordón montañoso del mismo nombre, a 2.300 metros de altura aproximadamente, se suma a las comunidades de los valles Calchaquíes de Salta y Tucumán que también se han levantado contra la megaminería metalífera a cielo abierto y lixiviación con compuestos químicos. Casi medio millar de pobladores de Aconquija se concentraron a partir de las cinco de la mañana de hoy sobre la ruta 365 y procedieron a cortarla. La asamblea votó por el inmediato cierre y expulsión de Bajo La Alumbrera a raíz de los derrames del mineroducto que amenazan a sus 3.000 habitantes. Vivimos momentos de gloria con un pueblo eufórico y decidido.
Por Javier Rodríguez Pardo

A la derecha uno de los piletones y a la izquierda durante el corte de ruta Enseguida fuimos invitados a exponer acerca de nuestras experiencias y a socializar la información de casos semejantes. La asamblea comenzó a sesionar sobre la ruta y fue decisión unánime declarar el corte por tiempo indeterminado. Se votó también marchar sobre la capital de Catamarca el lunes próximo a las diez de la mañana. Los pobladores pondrán en práctica una serie de medidas sucesivas que dificultarán la explotación minera de Bajo La Alumbrera. Habrá barreras estratégicas para impedir que la minera entierre el concentrado de cobre en fosas diseminadas a lo largo del ducto, algunas de ellas se hallan sobre las mismas viviendas.

El objetivo de la transnacional minera es recuperar posteriormente el material derramado que contiene cobre, oro y otros minerales, pero quienes tuvimos ocasión de ver las excavaciones no podemos concebir los sepulcros de los derrames a cincuenta metros de las casas del “Barrio Veinticinco Viviendas”, por donde además pasan las tuberías con el concentrado de cobre, metales pesados y sopa química. “Aquí van a atraer todo el material del mineroducto roto.

Hay varias fosas con ese propósito pero la minera no tiene en cuenta que entregaremos la vida para impedírselo”, opiniones semejantes se repiten: “las tuberías se rompen todas las semanas por el desgaste de materiales y la excesiva presión empujando el mineral a Tucumán; a nuestros niños les prohibimos jugar sobre los montículos que tapan el ducto pero ahora vienen con las fosas pegadas a nuestras viviendas y eso ya colmó el vaso.”

En el corte de ruta se suceden las expresiones de los pobladores indignados de Aconquija que hoy conforman a los nuevos autoconvocados contra la minería de la contaminación y el saqueo.

Recorrimos el río Pizavil en cuyo puente se cruzaron elementos que contribuyen a la protesta que impide el tránsito de los camiones de La Alumbrera. A este curso de agua lo cruza el río Del Campo del Pucará, que a su vez se dirige a la Quebrada de las Cañas y al río Medina encargado de llevar su cauce al río Dulce Salí que desagota en las Termas de Río Hondo. Todo este complejo hídrico lo cubre el ducto de la Alumbrera con sus derrames.

Los habitantes de Aconquija no entienden como es posible semejante daño social; viven el cruel destino de ser sometidos y obligados a emigrar en pos de otra calidad de vida, pero “antes de que esto ocurra los diarios verán a varios de nosotros caídos por intentar frenar a las transnacionales de la mafia, de la destrucción y el saqueo” concluyen Gigio Galíndez y Hugo Altolaguirre. Este último fue más lejos: “Estoy dispuesto a morir antes de abandonar el pueblo que elegí para mi y para mi familia, y mis hijos sabrán comprenderme”.

Javier Rodríguez Pardo
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