Un riguroso estudio científico publicado a fin de 2015 por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), espacio de referencia del sector, confirma que los agroquímicos permanecen durante meses en el suelo y afectan cursos de agua, cuestionan que Argentina es el país con más uso de químicos y menos “eficiente” en la producción de granos, alertaron que se está explotando el suelo hasta “agotarlo”, afirman que se favorece principalmente a las grandes empresas y llaman a impulsar otra forma de producción.
Por Darío Aranda publicado en Página/12
“El principal objetivo del modelo actual es maximizar la renta con una mirada de corto plazo, poniendo en situación crítica al sistema agroalimentario”, alertaron los investigadores del INTA.
“Los plaguicidas agregados al suelo y su destino en el ambiente”, es el título del libro publicado por el INTA en diciembre pasado. Firmado por seis investigadores de trayectoria en la institución (del INTA Balcarce, Famaillá y Reconquista), Virginia Aparicio, Eduardo De Gerónimo, Keren Hernández Guijarro, Débora Pérez, Rocío Portocarrero y Claudia Vidal.
El INTA, creado en 1956, es el espacio de referencia del agro argentino y, desde la década del 90, tuvo como política macro impulsar el modelo transgénico con uso masivo de agroquímicos. La reciente investigación va en otra dirección, toma como base argumental 142 publicaciones científicas y recopila tres jornadas de capacitación que realizó la institución en 2015. “El actual modelo de agricultura industrial o modelo extractivo ha pretendido que la química (los plaguicidas) controle a la biología, simplificando así la toma de decisiones. Sin embargo, dentro de este modelo, no se ha tenido en cuenta que el uso excesivo de plaguicidas pone en serio riesgo al recurso suelo”, afirman los investigadores.
El libro precisa quiénes ganan con el actual modelo agropecuario: “La captación de ganancia por parte del productor agropecuario es menor debido a que hay una transferencia de esa rentabilidad a las empresas que producen y venden los paquetes tecnológicos de insumos. Sumado a que las empresas que producen y venden plaguicidas son en su mayoría multinacionales. Por lo que esa ganancia no queda dentro del país y contribuye a una fuga de divisas al exterior”.
En base a datos de la FAO (organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura) afirma que, respecto de la utilización de herbicidas por superficie arable, Argentina está en el segundo lugar de mayor utilización de herbicidas por hectárea (luego de Chile). Y desmiente una de las banderas argumentales del agronegocios: “Este uso intensivo de herbicidas no se ve reflejado en un mayor rendimiento por hectárea comparado con otros países (Argentina se ubica detrás de Estados Unidos, Australia, Francia, Brasil y Chile, entre otros). Argentina es el país menos eficiente en producir granos”.
La publicación es una iniciativa del Proyecto Nacional de Suelo del INTA y contó con dos revisores, José Luis Costa y Adrián Andriulo (investigadores e ingenieros agrónomos de INTA Balcarce y Pergamino). Remarca que toda la base científica utilizada (más de 140 investigaciones) ha sido publicada en revistas nacionales e internacionales, cumple con todos los estándares del ámbito científico y aborda la detección de residuos de plaguicidas, las consecuencias en el suelo y el impacto ambiental. El trabajo del INTA hace un recorrido por los distintos químicos que se utilizan (atrazina, 2,4-D, glifosato, entre otros) y concluye que se está afectando el suelo hasta su “agotamiento”. En el apartado que aborda la necesidad de legislar sobre contratos de arrendamientos remarca otra consecuencia del modelo: “En muchos casos se pretende maximizar las ganancias actuando como agentes desterritorializados, a costa del suelo y el ambiente”.
Un discurso instalado por los impulsores del agronegocio es que los herbicidas (que matan las plantas no deseadas) “desaparecen” cuando llegan al suelo. El libro del INTA afirma todo lo contrario: el glifosato (el agroquímico más utilizado del país) persiste en el suelo entre cuatro y 180 días, el 2,4-D y el clorpirifos hasta 120 días y la atrazina hasta 115 días. Sobre este último, los investigadores cuestionan: “A pesar de su prohibición en países de la Unión Europea, en Argentina es el tercer herbicida más usado”.
En las consideraciones finales, alerta que “la presencia de plaguicidas en distintas matrices ambientales indica un agotamiento en la capacidad del suelo de funcionar como reactor (transformar, filtrar, amortiguar y depurar sustancias)”. Y señala que, al perjudicar al suelo, también se “estaría provocando impacto en el aire y el agua”.
Recuerda la vigencia del artículo 41 de la Constitución Nacional y el principio precautorio (vigente en la Ley General del Ambiente): “Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar las medidas eficaces para impedir la degradación del medio ambiente”.
La investigación del INTA propone reducir el uso de agroquímicos, diversificar la producción, mejorar las condiciones de vida de las familias rurales y establecer franjas de no aplicación de químicos. También sostiene que es necesario que los ingenieros agrónomos “desarrollen un espíritu crítico y compromiso social” para impulsar producciones sustentables y solicita que los profesionales del sistema agropecuario tengan “una visión amplia, integrando la parte ambiental, social y productiva”.