Colorado y Nuevo México declararon zonas de desastre en algunos tramos de los ríos Animas y San Juan, mientras que la Nación Navajo declaró una emergencia luego que los desperdicios comenzaron a fluir río abajo, y en algún momento de la semana llegarán al Lago Powell.
Fuente: El Nuevo Herald
Los pobladores que resultaron afectados por los millones de litros de desperdicios tóxicos que se derramaron de una mina de oro abandonada en Colorado y que ahora fluyen a través de sus comunidades exigieron transparencia ante las posibles amenazas a largo plazo de su abasto de agua.
Colorado y Nuevo México declararon zonas de desastre en algunos tramos de los ríos Animas y San Juan, mientras que la Nación Navajo declaró una emergencia luego que los desperdicios comenzaron a fluir río abajo, y en algún momento de la semana llegarán al Lago Powell.
Trabajadores de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) desencadenaron accidentalmente el derrame de cerca de 11,3 millones de litros (3 millones de galones) de desperdicio de color amarillo-anaranjado, que contienen altas concentraciones de arsénico, plomo y otros metales pesados, mientras inspeccionaban la mina abandonada Gold King, cerca de Silverston, Colorado, el 5 de agosto.
La administradora de la EPA, Gina McCarthy, dijo el martes desde Washington D.C. que asume toda la responsabilidad del derrame que, aseguró, “me provoca un dolor interminable”. Aseguró que la agencia trabaja 24 horas al día para evaluar el impacto ambiental.
Autoridades de la dependencia señalaron que la intensa coloración en el torrente ya se ha disipado y que la contaminación no se ve en los tramos río abajo del río San Juan ni del Lago Powell.
Hasta ahora, la Oficina de Recuperación del Departamento del Interior no planea reducir el afluente en la parte más baja del río Colorado, en la parte inferior del Lago Powell, donde el agua es un recurso vital para partes de California, Arizona, Nevada, Nuevo México y Utah.
Chris Watt, portavoz de dicha dependencia en Salt Lake City, señaló que la agencia está tomando muestras del agua a petición de la EPA y no puede hablar sobre el impacto ambiental hasta no conocer los resultados.
Nada de eso ha apaciguado las preocupaciones ni la ira entre las poblaciones del árido suroeste, que dependen de dichas fuentes de agua para su supervivencia.
Los navajo, cuyo territorio incluye partes de Nuevo México, Utah y Arizona, cerraron sus sistemas de compuertas y dejaron de tomar agua del río San Juan. Los frustrados miembros del concejo tribal respaldaron el sentir de las autoridades estatales, e insistieron que el gobierno federal pague por sus errores.
“En este momento, ¿cuánto tiempo más estaremos llamando camiones cisternas con agua? ¿Quién los va a pagar? ¿Vamos a hacer que los responsables den la cara? Quiero respuestas de la EPA, pero no aparecen por ningún lado”, dijo David Filfred, un delegado concejal de la Nación Navajo. “Esta es nuestra línea vital de suministro. Es nuestra cultura. Es lo que somos”.