No es lo mismo trabajar en una mina subterránea que en otra a cielo abierto. Las condiciones en las explotaciones bajo tierra son mucho más difíciles, según un experto consultado. Y es aún peor cuando hay antecedentes de derrumbes y las advertencias no son escuchadas. Chile vive hoy un calvario, con 33 mineros atrapados desde hace varios días, sin que se sepa cómo están, y las últimas informaciones no son auspiciosas. Se especula con que podría tardarse entre 2 y 10 meses para sacarlos de la explotación de oro y cobre que colapsó en pleno desierto de Atacama.

Fuente: Agencia RENA

12/08/2010. El rescate de los 33 mineros que fueron víctimas del derrumbe de la mina San José el jueves 5 de agosto último podría tardar entre dos y tres meses, según la estimación más optimista de los técnicos del sector. Los más pesimistas hablan de un plazo de hasta 10 meses, según el diario La Tercera.

Los mineros quedaron sepultados en el socavón por un gran derrumbe que impide su rescate por los túneles del yacimiento de cobre y oro. Las autoridades dicen que no habrían sido alcanzados por los escombros porque estaban más abajo.

Se espera que hayan alcanzado un refugio a 700 metros de profundidad, donde había alimentos y agua para dos días. Antes del accidente, un camión aljibe había bajado al pique, por lo que los mineros tendrían agua, pero no alimentos.

“La situación es muy compleja, la mina sigue con derrumbes, tiene una falla geológica, la mina está viva, y eso dificulta enormemente las tareas de rescate. Por eso tenemos que reconocer que esto no está solo en nuestras manos, sino también en las de Dios”, dijo el presidente chileno Sebastián Piñera.

El ministro de Minería, Laurence Golborne, agregó: “Primero hay que tomar contacto y luego ver las alternativas de sacarlos, que podrían tomar meses”. Para peor, la esperada comunicación con los mineros sufrió un nuevo retraso luego de que la sonda que avanzaba rápidamente hacia ellos sufriera un importante desvío, explicó el ministro.

El rescate enfrenta grandes problemas. Primero, los mineros están a una profundidad de 700 metros y la mina San José tiene una debilidad estructural. Los expertos ya no se refieren a un derrumbe, sino a que el yacimiento “colapsó”. Y es escasa la información geológica del yacimiento que posee la empresa San Esteban, de la familia Kemeny.

Fuentes ligadas a la operación de salvataje explicaron que las actuales labores de sondajes, que tienen como objetivo hacer contacto con los mineros, podrían finalizar recién el próximo domingo. Si esa tarea concluye con éxito, deberán implementar un plan de rescate. Para eso se estudian varias posibilidades.

Una consiste en usar el mismo trayecto del sondaje para construir un pique vertical de 700 metros. La “chimenea” debería tener un diámetro superior a los 80 centímetros. Se trata, según La Tercera, de una iniciativa de rescate nunca antes utilizada en el mundo. La alternativa permitiría avanzar unos 12 metros diarios, lo que implica trabajos por al menos dos meses.

El problema es que se trabajaría sobre la roca de la mina que colapsó, elevando el riesgo. Además, se debería incorporar algún tipo de estructura para fortificarla, lo que implica un tiempo adicional de las labores, que deben tener en cuenta un ducto para suministrar líquido y oxígeno, entre otros elementos.

La segunda opción es ubicarse en el punto más bajo de la mina San Antonio, adyacente al yacimiento San José. Desde ese lugar, que está a una profundidad de 400 metros, se construiría un túnel de 1.200 metros que llegaría hasta donde están los mineros.

Advertencias no escuchadas

El ex director regional del Servicio Nacional de Geología y Minería, Anton Hraste Carrasco, envió una carta a un senador en la que recuerda sus recomendaciones a la minera San Esteban Primera de que este yacimiento “no volviera a operar nunca más”, luego de un accidente en 2006 en el que murió el ayudante de un geólogo.

El documento, difundido por La Tercera, advierte que el accidente del jueves último fue -según Hraste- por “desprendimiento de roca”. El incidente en 2006, dice, “es la génesis del accidente que mantiene atrapados a 33 mineros…. no permití que esa empresa se reabriera y dejé claramente establecido que ‘no debiera reabrirse nunca más’, pues las explosiones de roca son casi imposibles de predecir”. Al estar en plena Falla de Atacama, la mina tiene “características especiales que atentan contra la estabilidad de sus labores”.

Hraste, dice la misiva, fue apoyado en su decisión por las máximas autoridades de la entidad fiscalizadora. “El director nacional de Sernageomin era don Patricio Cartagena D., el jefe del Departamento de Seguridad Nacional era don Exequiel Yáñez M., quienes me avalaron en mi decisión de no reabrir la mina”.

“Hice paralizar toda actividad extractiva en mina San Antonio y San José, hasta que construyeran nuevas rampas de acceso y nuevas salidas de emergencia. Esto generó mucha molestia en el gerente general y dueño del 70 por ciento de empresa San Esteban, Alejandro Boihn, quien me amenazó en varias oportunidades con acusarme al Ministerio de Minería con hacerme perder el trabajo”.

Una actividad de alto riesgo

“La minería subterránea tiene riesgos mucho mayores para la salud (física y psíquica) y para la seguridad de los trabajadores, comparada con la que se realiza desde superficie, conocida como ‘a cielo abierto'”, explicó el doctor Raúl Fernández, Profesor Titular de Geología de Minas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), a RENA.

“La salud y la seguridad -detalló- se ve afectada por factores geológicos, técnicos y humanos y el riesgo es mucho mayor en la minería subterránea por la naturaleza de los trabajos que deben desarrollarse en lugares cerrados, estrechos, con vías de escape restringidas, con luz artificial y ventilación forzada, donde la principal causa de accidentes (en muchos casos fatales) se deben a la caída de rocas y derrumbes. Las estadísticas mundiales sobre estos aspectos demuestran que la minería subterránea, y principalmente la del carbón, es un trabajo es altamente peligroso”.

Según Fernández, cuando se evalúa el método de explotación minera a emplear para una concentración mineral en particular, tienen gran influencia varios aspectos. Geológicos, como por ejemplo la forma de la masa mineral a extraer, la profundidad a la que se encuentra y la estabilidad del macizo rocoso sobre el que se actuará.

También económicos: la minería subterránea es mucho más costosa que la de superficie por lo que hay concentraciones minerales que no pueden explotarse por este método, o bien sólo las partes más ricas, dejando el resto prácticamente inexplotable.

“Pero cada vez más se introducen en esta planificación los aspectos de salud y seguridad de los trabajadores y la minería a cielo abierto, por tener menos riesgos que la subterránea, es de preferencia”.

“Mucho se ha avanzado, a nivel mundial, en la individualización de los riegos y en su minimización (y si es posible, eliminación) a través de inversiones, elaboración de normas de trabajo y capacitación. Sin embargo, aunque han disminuido, los accidentes no han desaparecido”.
En Argentina, explicó, hay un reglamento de seguridad e higiene específico para la actividad minera (Decreto 249/2007 a partir de la ley 19.587), donde se establece la conformación de los comités de seguridad e higiene y se contempla un conjunto de procedimientos y normas de prevención.

“Este reglamento debería ser revisado y mejorado constantemente, a medida que se incrementan los conocimientos sobre seguridad y salud, y también debería controlarse su estricto cumplimiento a través de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo u otro organismo competente del estado”, finalizó.

Consultados sobre las condiciones de trabajo en las explotaciones mineras, desde Argentina Mining aseguraron que la minería moderna “tiene una serie de normativas de seguridad muy estrictas que van desde el uso de indumentaria de protección personal según el entorno en el que se desenvuelve el trabajador hasta manuales de procedimientos seguros donde la superintendencia de seguridad de la mina define cómo deben hacerse todas y cada una de las tareas involucradas en la extracción y procesamiento de minerales”.

“La disciplina de seguridad e higiene apunta a mantener segura a la gente e instalaciones, pero los accidentes son situaciones no buscadas que pueden suceder, en cualquier industria, situación o país, como la ocurrida con el derrumbe del gimnasio en Villa Urquiza”, donde tres personas murieron.

En Argentina aún se recuerda la tragedia ocurrida el 14 de junio de 2004 en los yacimientos de carbón de Río Turbio, Santa Cruz, cuando murieron catorce trabajadores. Y el incidente en la planta potabilizadora donde se procesa y lava el carbón, que causó la muerte del obrero Ramiro Marín, el día 23 de diciembre de 2005.

¿Cómo impacta el paso del tiempo?

Hay varios procesos, físicos y psicológicos, que afectan a los mineros que sufren el encierro.
La falta de agua puede generar problemas a partir del segundo o tercer día, que se agravan después de una semana: al no consumir líquido y desechar orina, el cuerpo se intoxica y los riñones pueden colapsar, según La Tercera.

A partir del quinto o séptimo día sin alimentos, se eleva la acidez de la sangre, que potencia la necesidad de consumir más oxígeno. Al ser escaso, el organismo prioriza su llegada al corazón y al cerebro, y sacrifica la irrigación de la piel y otros órganos, como el hígado y el intestino. La piel pierde la capacidad de termorregulación y deja a las personas vulnerables a las bajas temperaturas. Alguien que no recibe alimentos, pero sí hidratación, puede sobrevivir un par de meses.

Los efectos psicológicos se viven en tres etapas. En las primeras 12 horas aparece el pánico y se tiende a huir de la situación. A las 24 horas se entra en la fase de resistencia: el confinamiento es aceptado. Ahí aparecen los líderes. A los tres días surge el agotamiento y la desesperanza. Con el correr de los días aparece surge la rabia y la agresividad.