Según el investigador del Conicet, Jorge Rabassa, la desaparición de los pequeños cuerpos helados andinos es inexorable. “Es necesario que modifiquemos la matriz energética y reemplazarla por fuentes de energía no contaminantes. Por ahora, nuestro país no ha dado ningún paso en esa dirección.”

 

Fuente: diario La Nación

12/04/2011. La semana última, en los salones del edificio rodeado de jardines centenarios que alberga a la Pontificia Academia de Ciencias, en el Vaticano, se reunieron 28 de los máximos especialistas mundiales en cambio climático, química, física, geología y ciencias del océano y la atmósfera; entre ellos, varios premios Nobel.

El motivo que congregó a estas personalidades durante tres intensas jornadas fue “El destino de los glaciares”, como se tituló un simposio sobre esos gigantes vulnerables cuya desaparición podría ser un desastre planetario.

“Los glaciares están en acelerado retroceso en todo el mundo -afirma el argentino Jorge Rabassa, investigador superior del Conicet en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), el único latinoamericano presente en el cónclave-. En mi presentación mostré cómo los glaciares del norte de la Patagonia, del Parque Nacional Nahuel Huapi, del Parque Nacional Los Glaciares y de Tierra del Fuego, se comportan todos de la misma manera, aunque están en distintas latitudes y a miles de kilómetros de distancia.”

Rabassa presenta un pronóstico no exento de dramatismo: “Los pequeños glaciares de montaña van a desaparecer a lo largo de la primera mitad de este siglo, eso ya es inexorable. Eso tendrá un impacto muy grande en los recursos hídricos disponibles. Además, son atractivos turísticos y forman parte de nuestro patrimonio natural.”

Según explica el científico, dos de los ejemplos más elocuentes de este rápido proceso de desaparición son el Upsala (en el Parque Los Glaciares), que retrocedió más de ocho kilómetros en 25 años, y uno de los campos de hielo del cerro Tronador.

“Este último fue motivo de una tesis en 1983 y para los años noventa ya había desaparecido -subraya-. Antes, eso tomaba miles de años, lo que demuestra que el calentamiento global tiene origen antropogénico [humano], porque los cambios se producen en tiempos mucho más veloces que los de los procesos geológicos.”

La Pontificia Academia de Ciencias tiene sus raíces en la Academia de Linces (Accademia dei Lincei), creada en Roma en 1603 y que fue la primera organización exclusivamente científica del mundo. Uno de sus integrantes fue nada menos que Galileo Galilei. En 1847 fue recreada por el papa Pio IX y hoy reúne a 80 académicos sin restricciones raciales, políticas ni religiosas.

“Todas las deliberaciones tuvieron lugar en un salón especial, que es un lugar de ensueño -cuenta Rabassa-: se lo conoce como la casona Pio IV y era el palacio papal de verano en el siglo XV. El canciller de la Academia, que fue quien condujo magistralmente todas las actividades sin que existiese la más mínima presión en cuanto a lo que se podía decir u opinar, es el obispo argentino y filósofo Marcelo Sánchez Sorondo.”

Entre las señales preocupantes que detectan los glaciólogos, además del evidente retroceso de los ríos helados, está su pérdida de espesor.

“No sólo se «acortan» -ilustra el investigador-, sino que se están «adelgazando». La relación entre la superficie y el volumen incide en su vulnerabilidad. Cuando la superficie que se expone a la atmósfera es máxima, más se pierde…”

Durante la reunión, también se discutieron medidas para impedir que los modelos que se manejan en la actualidad se cumplan. “Sobre todo, atacando diversos factores de modificación atmosférica, como las «nubes negras», que se observan en la India y en China por la combustión de carbón -comenta-. En el Himalaya, estas formaciones estarían afectando la frecuencia de los monzones, esos vientos estacionales de los que depende la comida de mil millones de personas.”

También los glaciares tienen ante sí sombríos nubarrones. “Todo hace temer que las predicciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de 2007, aun las más pesimistas, podrían haberse quedado cortas -advierte Rabassa-. En el país, miles de pequeños glaciares de montaña, de dimensiones reducidas (un kilómetro cuadrado o menos), desaparecerán en las próximas décadas. Un trabajo reciente prevé que, en la segunda mitad del siglo, de todos ellos sólo sobrevivirá un 10%. Es necesario que modifiquemos la matriz energética y reemplazarla por fuentes de energía no contaminantes. Por ahora, nuestro país no ha dado ningún paso en esa dirección.”