Con tantas declaraciones, rememoraciones y apelaciones a la conciencia tuitiva, uno se inclina a pensar o creer que, este regalo, que la naturaleza brinda para la vida de todos, cuenta con un marco protector y una acción suficiente, como para preservar al mismo de las tropelías que habitualmente los humanos cometemos contra nuestro entorno.Lamentablemente y lejos de ello, todas estas fechas suenan por lo general, más a responsos que a celebraciones, a la luz del estado crítico de la situación hídrica planetaria.
Por Ricardo Luis Mascheroni
Hemos entrado en Marzo, tercer mes del año.
Esto, que no es ninguna novedad, no obstante sirve para destacar como característica ambiental del mes, que en su transcurso, conviven 3 importantes celebraciones o efemérides, relacionadas con uno de los bienes más demandados de la naturaleza y por ello el más preciado para los seres humanos, por cuanto hace a la esencia de la vida misma y que es el agua.
De conformidad a la abundancia de estas tendencias recordatorias, tenemos que:
El 14, se rememora el “Día Internacional de Acción contra las Represas y en Defensa de los Ríos, el Agua y la Vida”, establecido en el marco del “1er. Congreso Internacional de Afectados por las Represas”, realizado en la ciudad de Curitiba (Brasil), del 11 al 14 de Marzo de 1997.
El 22 es el “Día Mundial del Agua”, instituido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, en su resolución N° 47 de 1993, con el objetivo de promover entre los pueblos, la conciencia de la importante contribución que representa el aprovechamiento racional de los recursos hídricos al bienestar social, así como su protección y conservación, con respecto a la productividad económica y las generaciones futuras.
Por último, el 31 del mes, en Argentina tenemos el “Día Nacional del Agua”, que fuera consagrado por Resolución Ministerial Nº 1630 del año 1970, también con similar finalidad que los anteriores, generar conciencia sobre la importancia, uso y aprovechamiento de los recursos hídricos del país.
Con tantas declaraciones, rememoraciones y apelaciones a la conciencia tuitiva, uno se inclina a pensar o creer que, este regalo, que la naturaleza brinda para la vida de todos, cuenta con un marco protector y una acción suficiente, como para preservar al mismo de las tropelías que habitualmente los humanos cometemos contra nuestro entorno.
Lamentablemente y lejos de ello, todas estas fechas suenan por lo general, más a responsos que a celebraciones, a la luz del estado crítico de la situación hídrica planetaria.
Por tanto, debemos entender que más allá o acá, de las reflexiones que hagamos sobre el estado actual del recurso y sus proyecciones futuras, partimos del hecho que el agua dulce para consumo, es uno de los elementos más limitados, de mayor degradación y cada vez más escaso y caro para su obtención.
Es incontrastable que en la mayoría de los acuíferos, sus niveles están bajando, los lagos se secan, los ríos pierden caudal y las zonas húmedas van desapareciendo producto de su uso irracional en la industria y en el sector urbano, pero sobre todo en la actividad agrícola, con la multiplicación de áreas dedicadas a los monocultivos destinados a suplantar combustibles fósiles.
El Informe Worldwacht, de 1993 expresaba: que desde 1950, “El consumo de agua en todo el mundo se ha triplicado con creces”, lo que por estos tiempos seguramente se ha incrementado, como así también el desmejoramiento de su calidad.
La creciente escasez del agua y su consecuente contaminación, es uno de los mayores problemas con que la humanidad debe lidiar y cuyas proyecciones en los próximos años, son inciertas.
El mundo y los que lo habitan, podrían continuar su existencia, si hoy se terminara el petróleo, pero si el agua dulce se agota, ya no sólo se pararán algunas máquinas y motores, sino que se extinguiría toda vida sobre el Planeta.
La gran torta del agua en el mundo, se distribuye de la siguiente forma: entre un cinco a siete por ciento (5 a 7 %) para consumo de todas las actividades humanas (alimentación, higiene, eliminación de excretas, etc.); veintiséis por ciento (26 %) aproximadamente, para uso industrial y el resto, entre un sesenta y siete y sesenta y nueve por ciento (67 a 69%) para uso agrícola.
Al incrementarse en todo el mundo las áreas bajo riego para la producción de especies destinadas a alimentar motores (biocombustibles), la presión sobre los acuíferos se hace insostenible, los que además, sufren los impactos de toda la variedad de venenos que en gran cantidad, esa producción libera a los cursos de agua: Todo lo cual, encierra un círculo vicioso que pone en serio riesgo a la salud humana y la de los ecosistemas.
A la larga lista de calamidades provocadas al patrimonio hídrico, debemos sumar las canalizaciones, terraplenes, represas y secados de esteros y lagunas para ganar terrenos para la producción y además el volcamiento de miles de metros cúbicos por segundo de desechos peligrosos, líquidos, sólidos y metales pesados que acaban por desnaturalizar o inutilizar cuencas enteras. El Riachuello-Matanza es un ejemplo doloroso de ello.
Seguramente por estos días, verá en distintos medios de comunicación, regados copiosamente por publicidades oficiales y de las otras, anuncios o mensajes de que debemos cuidar el agua o hacer un uso responsable de la misma en nuestra actividad cotidiana, emitidos por parte de autoridades, funcionarios y empresas de servicios de aguas.
Aclaramos que en principio compartimos estas recomendaciones, en tanto y en cuanto también digan que quienes han llevado al agua a la situación de riesgo actual, son los grandes productores agropecuarios, las mineras y las industrias multinacionales, que después de haber agotado o deteriorado este recurso en sus países originarios, vienen hoy, a estas regiones a seguir el mismo sistema de explotación, en su propio beneficio y a costa de nuestro futuro.
No queremos que nos hagan aparecer a los ciudadanos comunes, que sólo usamos una pequeña cantidad del recurso, como los malos de la película y que los verdaderos responsables de los descalabros hídricos mundiales, sigan contando sus ganancias de espaldas a las angustias de millones de personas que penan por alcanzar una mísera gota que los salve de morir de sed.
Insisto que en la cuestión del agua, como en toda la temática ambiental, el problema no es técnico o reservado a unos pocos entendidos, como muchas veces se quiere hacer aparecer, sino que es un tema político y ético.
La crisis del agua es una consecuencia de los mecanismos injustos de apropiación de las riquezas implantados en el mundo, que históricamente ha favorecido a unos pocos en desmedro de muchos.
Pese a que desde distintos ámbitos y estamentos se viene advirtiendo, que en los próximos años y de seguir como hasta la actualidad este consumo irracional, millones de personas verán peligrar la vida y su calidad, quienes en el mundo detentan el poder económico global, parecen tener el
teléfono descolgado o los oídos cerrados.
El paradigma de vida de ellos, es acumular la mayor cantidad de riquezas en el menor tiempo e inversión posible, aunque eso pueda significar genocidios de pueblos y comunidades enteras.
No por nada, hoy, gran cantidad de enfermedades relacionadas con el agua y su baja calidad, matan más personas que las guerras, ante la indiferencia absoluta de los grandes medios de comunicación y de los organismos internacionales que tendrían que ser los que velen por la sanidad común.
En este mes del agua, el mejor homenaje que le podemos hacer, es darnos cuenta, ya que como dice el refrán, “el que no sabe es como el que no ve”, y si no vemos y no sabemos, no estamos en condiciones de enfrentarnos con éxito a aquellas políticas o procesos que en un tiempo más o menos largo terminarán por afectarnos.
Por ello, señalemos clara y decididamente a los vampiros acuosos y trabajemos en la defensa de este bien, ya que en ello nos va la vida y de las generaciones venideras.
Sin más y esperando que reflexione en torno al tema, me despido hasta la próxima Aguafuerte.
Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario