La población de Esquel ratificó de manera masiva, una vez más, el rechazo a la megaminería. Seis mil personas marcharon por las calles para celebrar el décimo aniversario del plebiscito (81 por ciento había votado por el “no a la mina” en 2003) y al mismo tiempo cuestionar la megaminería. “No es no”, “sí a la vida, no a la minería”, “fracking y minería son riqueza para pocos y contaminación para muchos, “aquí se respira lucha”, fueron sólo algunas de las banderas en la marcha.

 

Por Darío Aranda desde Esquel, Chubut, para ComAmbiental

En la plaza San Martín fue el acto central, emotivo, donde el documento final fue claro: “Creemos que la verdadera democracia es ésta, la que construimos cada día comprometidos de verdad con nuestra propia historia”.

A las 19.14 comenzó la marcha, desde la plaza San Martín. Encabezada por vecinos portando la ya clásica bandera argentina con la frase simple y clara: “No a la mina”. Tomó por avenida Ameghino y fue la primera señal de masividad. La calle ancha estaba repleta, de cordón a cordón, cuadras de vecinos de todas las edades, abuelas con banderas argentinas como capas, abuelos gritando con pasión “no es no”, adolescentes de todas las “tribus” posibles, y muchas parejas jóvenes con hijos (en changuitos, triciclos, a caballito, a upa). Aunque sea redundante: muchos jóvenes con hijos. Segunda y tercera generación que caminan para elegir su futuro.

Sobresalían las remeras negras y blancas con la frase “diez años de lucha, la montaña sigue en pie gracias a su gente”.

Marta Sahores, del grupo fundador de la Asamblea de Vecinos, lloraba: “Vienen los recuerdos de hace diez años. Todos estamos más grandes, hemos luchado mucho, y acá están nuestros hijos y nietos y estamos todos por lo mismo. Emociona toda esta unión y confirmar que la mina acá no se instalará. Somos cada vez más”.

Pablo Quintana es periodista, también del grupo inicial de la Asamblea, y conoció en carne propia la persecución que padecieron muchos vecinos. Trabajaba en el diario El Chubut y fue echado por su participación en la lucha contra la minera. “Sensaciones encontradas, por un lado la convicción de la comunidad en pie, en lucha, pero por otro lado un pesar porque seguimos soportando el acoso y el asedio de estas multinacionales extractivistas, es mucho pesar sobre una comunidad”, grafica.

Pero de inmediato avisa: “Hemos elegido una forma de vida, y la satisfacción es saber que no pasarán”.

Silvia González no podía hablar: “Estoy muy emocionada, revivo lo de hace diez años. Estamos obligados a luchar, y la cantidad de jóvenes que hay es esperanzador”.

Gustavo Macayo, activista y abogado de la Asamblea, no dejó de recordar a los vecinos que por distintos motivos ya no están. Reinó todo un espíritu festivo, pero no dejaron de denunciar la insistencia empresaria y gubernamental para extraer oro y plata. Macayo resume: “Es muy fuerte la presión de estas multinacionales y la acción desvergonzada de los gobiernos municipal, provincial y nacional que se ponen del lado de las empresas”.

En la glorieta central eran las principales actividades. Micrófono abierto y música. Uno de los discursos más conmovedores fue de Silvana Villivar. Una joven madre, humilde, que firmó el amparo para frenar la minera por vía judicial (ratificado en segunda instancia y también por la Corte Suprema de Nación). Recordó lo sucedido hace diez años, las presiones, cómo empresas y funcionarios iban a su barrio (Ceferino, barriada humilde de Esquel) a ofrecer cosas. Con voz quebrada y llorando afirmó que todo lo hecho fue por sus hijos (estaban junto a ella en el discurso): “Cuando me muera quiero poder mirar a mis hijos a los ojos, que sepan que hice todo lo posible…”. Se vuelve a quebrar, la voz apenas sale, toma aire y grita: “¡A seguir adelante carajo. No a la mina!”.

Maximiliano Masquijo, vecino de Trevelin, es docente, 39 años, está en la marcha con su pequeño hijo. “Es una lucha construida desde abajo, con la oposición tanto de radicales como peronistas que siempre estuvieron al servicio de la minera. Este es un ejemplo claro de que una comunidad puede decir qué quiere y qué no para su futuro”.

Patricio Huichulef, lonko tehuelche de la comunidad Laguna Fría-Chacay oeste (de la meseta de Chubut), celebró la multitud reunida en Esquel. “Nosotros no sabíamos de mineras, pero cuando se aparecieron en nuestros campos, nos quisieron pisotear, y desde Esquel vinieron a ayudarnos, a explicarnos, les agradecemos eso. Y juntos los echamos también de la meseta”.

Refiere a la Pan American Silver, multinacional que pretende explotar plomo y plata en el centro de la provincia. Pese a la ley 5001 (que prohíbe la actividad) y a la frondosa legislación indígena (que obliga a consultar y respetar la decisión de los pueblos indígenas), la compañía se instaló con oficinas y pretendía avanzar. La lucha conjunta de las asambleas de la costa (Madryn, Trelew, Rawson, entre otras), comunidades tehuelches de la meseta y asambleas de la cordillera, lograron que la ley 5001 siga en pie.

En diciembre pasado, Pan American Silver anunció que “reacomodaba sus inversiones”, eufemismo para justificar el cierre de oficinas en la provincia (aunque mantiene la concesión sobre el proyecto).

La Murga la 23 entonó una canción de medio hora, mezcla de música, canto y teatro que recorrió la historia de la lucha, las alegrías y tristezas. La necesidad de la lucha. Muchos vecinos lloraban, con recuerdos traídos al presente. El rol servil de funcionarios y periodistas locales, la decisión comunitaria de decir no a la mina.

Parte de la letra: “Nunca me pasó con una mina que quisiera que se fuera tan clarito, quiero verte perderte, para que la esperanza vuelva a renacer. Nunca fue tan esperada una retirada, lo gritan desde el balcón, lo repiten los vecinos desde el Ceferino hasta la Cañadón (barrios populares de Esquel). Cuando ya no quede nada, ni pizzas ni empanada, ni una piedra ni un botón, va a quedar una bandera como la primera: no es no. La vecina abre la ventana a la mañana, para respirar mejor y gritarle a Yamana (la minera): ¡váyanse a la puta que los pario!”.

La marcha recorrió casi veinte cuadras, envolvió parte del centro de la ciudad y retomó a la plaza. Los vecinos se sumaban a cada cuadra. Desde las ventanas aplaudían, los autos tocaban bocinas, anochecía y el clima festivo se mantenía. Una abuela, con dificultad para caminar, marchaba con su esposo, recorrió todas las cuadras. Estaba envuelta en una bandera argentina. El periodista le preguntó el porqué de su presencia. Señaló a un costado, a un niño de unos seis años. “Mi nieto. Decimos ‘no’ por ellos, por la vida”, explicó con voz suave.

El lunes 18 había sido el anuncio de lo que sería una semana de celebraciones. Esquel amaneció ese día empapelada con las boletas de la votación del 2003. “Voto por el NO al emprendimiento minero”, explicita la opción que eligió el 81 por ciento de los votantes. En las principales avenidas fueron repintados los carteles de rechazo a la actividad y el jueves comenzó una muestra de fotos que recorre la década de lucha. Viernes y sábado hubo una decena de charlas sobre los impactos de la minería, los hidrocarburos no convencionales, la extracción de uranio y el raconto de actividades productivas sustentables que podrían realizarse en la provincia (pero que no cuentan con apoyo estatal).

Cuando la marcha volvió a la plaza, en la glorieta se leyó el documento final: “23 de marzo hoy, 24 de marzo mañana. Dos fechas así ubicadas en el calendario. Una, la de hoy, nos recuerda un plebiscito histórico, fruto de la participación democrática y la lucha de nuestro pueblo. Una fecha luminosa. La de mañana nos recuerda la fecha de inicio de la dictadura más sangrienta. Lo que sucede cuando se le arrancan al pueblo sus derechos humanos más elementales. 30000 hermanos desaparecidos. Un país devastado. Una fecha oscura para no olvidar.”

“Quizá podamos ofrecer desde nuestros corazones este festejo de hoy a aquellos luchadores populares que ya no están, porque de alguna manera retomamos su posta. Que esta plaza de hoy sirva como homenaje de la vida a la que ellos dieron por su causa.”

Otro fragmento, interpela: “Creemos que la verdadera democracia es ésta, la que construimos cada día comprometidos de verdad con nuestra propia historia y no participando un domingo cada tanto en un ritual electoral con el que algunos consiguen llegar a un puesto de poder con el que hacen lo que se les antoja, como si nuestros votos los convirtieran de repente en condes y marqueses de la política. Señores funcionarios: ¡Su único titulo nobiliario debería ser el de servir al pueblo, y no a los poderes económicos de turno!”.

Un texto rico en historias y conceptos que hace difícil citar sólo extractos, con un cierre cargado de lucha y esperanza: “Creemos en la nobleza de los seres humanos. En el amor al prójimo, al vecino, al compañero, a la compañera. Creemos en que los pueblos organizados desde sí mismos tienen mucho que enseñar y que aprender y al ver lo que hemos podido hacer hasta ahora no parece que hayamos sido tan ilusos y poco realistas… Sino ¿qué es este día? ¿No es el día de la dignidad, vecinos?¿No es el día que recuerda como un pueblo con mayoría de desocupados, en un lugar lejano de la cordillera, le dijo no al soborno falso de fuentes de trabajo y de riqueza? La dignidad existe señores, y también es un derecho humano”.

Última oración: “La montaña y la dignidad siguen de pie. No a la mina. No es no. No pasarán”.

Esquel sigue haciendo historia.