San Juan es el modelo minero por excelencia que tiene el país y el mundo, tanto respecto a las consecuencias sociales como a las ambientales. Campañas publicitarias de las mineras basadas en la “responsabilidad social” y un Estado y un sistema de medios aliado a las transnacionales son algunas características del extractivismo minero. Luego de 11 años de minería a cielo abierto, las promesas de progreso continúan siendo una ilusión y los derrames de “solución rica o cianurada” se han convertido en un hecho constante. Por Guillermo Alamino, desde San Juan, para ANRed.
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Fuente: Anred
La megaminería ingresó en la provincia sin ningún tipo de consulta popular y con grandes expectativas de desarrollo y bienestar. Las multinacionales no obtuvieron licencia social, pero ejecutaron tareas comunitarias con el fin de obtener un crédito social. “Diversas acciones, muchas de ellas articuladas a escala regional, se fueron desarrollando con el objetivo de generar, lo que Mirta Antonelli denomina estrategias corporativas de fabricación del crédito social”, explica la investigadora Marian Sola Álvarez en una nota publicada en la revista Pulso Ambiental de FARN. De este modo, Barrick ayudaba a los productores facilitándoles un secadero de tomate, organizaba cursos de computación, construyó un polo ganadero en Jáchal, colaboró en edición de libros, etc. A estas acciones se sumó la coaptación de prácticamente todas las instituciones de San Juan: medios de comunicación a través de jugosas pautas publicitarias, establecimientos educativos, poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), partidos políticos, la Iglesia, etc. La democracia quedó restringida y este escenario estuvo naturalizado durante los últimos años. El “Consenso de los Commodities” logró instalarse y se promovió a la megaminería como única alternativa de desarrollo.
Sin embargo, esta actividad económica tiene un poco más de 10 años mientras que la agricultura o la agroindustria fue protagonista durante los siglos pasados. El agro junto a la ayuda de la Nación pudo levantar a San Juan de dos grandes terremotos. Antes, el cantonismo había elaborado políticas económicas de avanzada, a través del intervencionismo estatal en la economía y diversificando la producción. Se inauguró la Azucarera de Cuyo, la Marmolería y la Bodega del Estado. ¿Una azucarera en San Juan? Si, en algún momento la creatividad superó el fatalismo que hoy impera en gran parte de la clase política. San Juan era un faro de luz en cuanto a la concreción de derechos sociales, cívicos y programas económicos. En cambio, hoy la decadencia es lo que se visibiliza ante el mundo. El aparato megaminero quiso borrar la historia local.
Los últimos datos del INDEC evidencian la pésima situación social de la jurisdicción cuyana: 43,5% de pobreza y 5,8% de indigencia. Si esto es progreso, no hace falta imaginar cómo será el atraso. Existen tres proyectos mineros en etapa de explotación: Veladero, Casposo y Gualcamayo. Barrick ya tuvo 4 accidentes admitidos y sigue operando en la cordillera, mientras Uñac hace honor a su antecesor amparando a rajatabla el esquema minero impuesto por Menem y continuado por los Kirchner y Macri.
San Juan merece la oportunidad de discutir otro modelo económico, que respete la naturaleza y las decisiones de las comunidades. Ninguna corporación o gobierno debe resolver unilateralmente el destino de una sociedad. Hay que cambiar el rumbo para evitar sucesos peores. El abismo no está lejos, la solución tampoco.