Diplomático y con fuerte perfil social, Jorge Lozano, antes obispo de Gualeguaychú, fue designado arzobispo de San Juan en reemplazo de Alfonso Delgado, absoluto defensor de la mega minería y de impronta autoritaria. ‘Como yo no tengo herramientas para decir \’esto está bien o esto está mal\’ -explica el obispo Lozano-, sí tengo la necesidad y la obligación de reunir, de escuchar. En la cuestión ambiental, utilizo tres verbos que me parecen importantes: escuchar, no tener un preconcepto sobre si tal actividad es buena o es mala, sino más bien escuchar qué dice la gente y qué dicen los peritos; acompañar, estar cerca de la gente, codo a codo, viendo las situaciones que van emergiendo; e iluminar, porque nosotros tenemos desde la Iglesia una palabra para decir sobre la importancia del ambiente’.

Fuente: Diario de Cuyo

Monseñor Lozano no sólo lleva una década conduciendo la Iglesia en un lugar con una fuerte militancia ambientalista, sino que además él mismo se puso al hombro la resistencia a la instalación automática y sin consenso de las pasteras en la margen uruguaya del río Uruguay. La propia asamblea ambientalista No a las Papeleras, que es dueña y señora de las expresiones en los espacios públicos gualeguaychenses, reconoce en Lozano un aliado estratégico clave. Y esa misma organización tiene lazos estrechos con la asamblea antiminera de Jáchal.

El nuevo obispo tendrá que venir de la tierra antipapelera a la tierra de la minería del oro. Pero dice que eso no lo pone entre la espada y la pared. Más bien, se muestra cauto y prefiere no opinar antes de tiempo.

‘Yo no soy ambientalista ni antiambientalista -dice de entrada Lozano-. Sí entiendo que el cuidado del ambiente es un elemento muy importante y esto ya era claro en la enseñanza de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, y más ahora, cuando el papa Francisco con su encíclica Laudato Si ha hecho una clarísima defensa del ambiente como casa común de todos’.

Él sabe que en San Juan la actividad minera tiene una amplia licencia social y constituye un eje fundamental en la economía de la provincia.

‘Como yo no tengo herramientas para decir \’esto está bien o esto está mal\’ -explica el obispo-, sí tengo la necesidad y la obligación de reunir, de escuchar. En la cuestión ambiental, utilizo tres verbos que me parecen importantes: escuchar, no tener un preconcepto sobre si tal actividad es buena o es mala, sino más bien escuchar qué dice la gente y qué dicen los peritos; acompañar, estar cerca de la gente, codo a codo, viendo las situaciones que van emergiendo; e iluminar, porque nosotros tenemos desde la Iglesia una palabra para decir sobre la importancia del ambiente’.

Esa lógica fue la que aplicó cuando llegó a Gualeguaychú hace una década y se encontró un pueblo en pie de guerra contra el proyecto de instalar dos fábricas de celulosa en Uruguay, en la cercana localidad de Fray Bentos, a menos de 50 km de esta ciudad entrerriana y separadas por un puente sobre ese río limítrofe.

Ante la polémica, Lozano convocó a los sectores involucrados, asambleistas y gente ligada a las empresas de los proyectos. Y luego se reunió con peritos ambientales de la Universidad Católica Argentina. ‘Traté de ir vinculando a la gente que está preocupada con la que está llevando adelante las cosas’, lo explica él mismo. Y como el método le sirvió para que el diálogo le ganara a los fundamentalismos, lo quiere replicar en esta provincia.

‘Cuando llegue a San Juan, veré quiénes son los que están asesorando, acompañando, y me acercaré a esta realidad’, dice entonces, anticipando su acción en relación a la minería.