Chilecito, La Rioja, Argentina – 20/06/08. Fría mañana del 20 de junio en Chilecito. Atizando los ochenta, Honorio el sabio se frota las manos y dice: “Nunca hace frío para la revolución”. Día de la bandera. No es un acto escolar. Tampoco una ceremonia oficial. Es la puerta de los Tribunales. Hay una cita penal. El tránsito de la calle está cortado. Por el pueblo. Los ciudadanos han colocado una enorme insignia argentina presidiendo la entrada al edificio judicial. No es una bandera más. En el centro del lienzo celeste y blanco reza: “El Famatina no se toca”.
Por Ramón “Cóndor” Navarro
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Allá en lo alto, justo en frente asoma su vigilia blanquecina la madre de las montañas. Una nube humana multiforme se arremolina. Aletean cables, micrófonos, cámaras, grabadores. Se entremezclan las voces con las pancartas, palmas, cuetes, sirenas, cantos en defensa de la vida. En el día de la bandera tocaron a uno. Y tocaron a todos.
Una concejal que dice que la mega minería a cielo abierto con cianuro y dinamita traerá el progreso, ha querellado a una integrante de las Asambleas Ciudadanas Riojanas por presuntas calumnias e injurias. Un abrazo popular que sabe mucho más de luchas que de querellas, envuelve a la compañera acusada. Luego de los trámites de rigor, las partes se presentan ante el juez. La acusadora le hace leer los cargos y expone fundamentos. La querellada se notifica pero no se retracta. No hay conciliación. El juez fija entonces el plazo para la presentación del descargo de la defensa. La justicia está en marcha. En un tiempo mas deberá resolver el litigio de acuerdo a derecho. Mientras Marcela se retira, la nube humana en la vereda la envuelve otra vez en un enorme abrazo popular. Mas cuetes, mas sirenas, mas reportajes, mas pancartas, mas aplausos. La bandera con “El Famatina no se toca” sigue flameando orgullosa.
Repentinamente reaparece en la calle la contracara. Un móvil policial se atraviesa. Protege por un costado la salida veloz de un auto gris, muy gris. En él se va furtiva y solitaria la edil acusadora. De inmediato las gargantas ciudadanas se unen en un coral espontáneo de apenas dos palabras. ”Revocatoria popular!”. El autito oscuro de la concejal se hace humo por la calle a contramano. De la calle y del pueblo allí presente. Nadie le labra multa. Ya llegará la memoria del mañana.