Crisis climática y negocios de unos pocos, incendios de bosques y humedales, contaminación del aire y enfermedades. Un combo de causas y consecuencias para un presente distópico que impacta en cuerpos y vidas. De Córdoba en llamas a Rosario inundada de humo, la Organización Mundial de la Salud confirma que el 99% de la población global respira aire contaminado.
Por: Laura Intze para Tierra Viva
Foto de portada: Camila Godoy / Télam
El humo cubrió distintas regiones del país durante casi dos meses en este segundo semestre del año. En Córdoba se respiró el monte calcinado. Sobre el Litoral y hasta el Conurbano Bonaerense llegó el aire contaminado del Amazonas en llamas. Ese aire viciado cambia los paisajes, reduce la luz en el ambiente y la vitalidad de las plantas que están brotando con la primavera. No hay vecino ni vecina que no lo sienta en el cuerpo: los ojos y la nariz irritados, dolor de garganta, náuseas, migrañas, y la exacerbación de cualquier enfermedad crónica.
Los estudios hablan en general de la contaminación del aire por causas relacionadas a la quema de combustibles fósiles: el humo que sale de un caño de escape o la chimenea de una fábrica, por resumirlo de manera simbólica. Son menos frecuentes los registros donde los especialistas hacen foco en la quema del ecosistema, aunque la causas y sus consecuencias son cada vez más evidentes.
El Colegio de Médicos de Rosario publicó un informe con datos y análisis de los efectos en la salud de la quema de humedales durante el período 2020-2022. Las consecuencias son tan contundentes como obvias: a más humo, más consultas, incluso en medio de una pandemia.
Pasaron dos años de los registros estudiados, pero la vigencia es total. Además, ante el incremento de las temperaturas por la temporada de verano y la sequía que afecta al Litoral, vuelven a encenderse las alarmas sobre la cuenca del Paraná.
Foto: Ramiro Gómez
El informe se publicó bajo el nombre Aire puro es salud y es de descarga gratuita. A lo largo de 50 páginas, especialistas rosarinos reflexionan y cuentan su experiencia, evidenciando los efectos agudos del humo proveniente de los incendios. Las conclusiones, sin embargo, están abiertas: quedan por conocerse los efectos a mediano y largo plazo en la población.
“Consideramos que la problemática de las quemas en la región del Delta del Paraná y el consecuente impacto del humo sobre la salud de la población requiere de acciones conjuntas e inmediatas por parte de los profesionales, las asociaciones y las instituciones del Estado generando los mecanismos necesarios para el monitoreo de la calidad del aire y fortaleciendo las medidas de prevención y control de los incendios”, señalan los autores.
Además, consideran que “la producción de conocimiento local es indispensable” para poder identificar “las problemáticas socioambientales de la región y diseñar estrategias de promoción de la salud y prevención de la enfermedad de acuerdo a las necesidades de la comunidad y los profesionales en el territorio”.
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El aire que respiramos
“Aire puro es salud“ se presentó en noviembre pasado y analiza los efectos en la salud de los incendios ocurridos en las islas del Delta del Paraná entre 2020 y 2022. Durante esos dos años, los incendios forestales en Argentina arrasaron con dos millones de hectáreas. La mitad pertenecen al Delta del Paraná. La mayor parte del fuego se registró en las islas que están en el sur de Santa Fe y el norte de Buenos Aires. Hubo importantes focos frente a Rosario. Lo que, sumado a la dirección del viento, dejó a la ciudad cubierta de humo.
El aire que respiraron esos días los rosarinos y rosarinas estuvo cargado de gases producidos por la combustión de materia orgánica (los restos de la flora y fauna calcinada) y material particulado (conocidos por sus siglas en inglés como PM10 y PM25) como hollín y cenizas. El humo proveniente de los incendios forestales se destaca por la presencia de monóxido de carbono (CO), hidrocarburos aromáticos policíclicos, dióxido de nitrógeno (NO), dióxido de azufre (SO₂), entre otros.
La mayoría de estos componentes son señalados, desde hace décadas, por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como los principales contaminantes ambientales. Siguiendo las cifras de la misma organización internacional, prácticamente toda la población mundial (el 99 por ciento) respira aire contaminado, trayendo importantes consecuencias en la salud: enfermedades cardiovasculares, pulmonares y muertes prematuras, entre otras. Esa contaminación viene de vehículos, industrias, aparatos domésticos de combustión como las estufas y los incendios forestales.
A mediados del 2023, la Comisión de Salud Socioambiental del Colegio de Médicos de Rosario hizo un relevamiento sobre el impacto del humo a causa de las quemas en las islas. Hasta el momento, no existían datos del estado de situación sobre las consultas ocurridas durante el periodo 2020-2022 y no había forma de desglosar cuáles eran los cuadros abordados en las consultas: ¿eran por Covid-19 o por la mala calidad del aire? La solución fue ir y entrevistar a los colegas.
Facundo Fernández, integrante del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario y parte de la comisión que realizó el informe Aire puro es salud, explica que, en las entrevistas, los médicos indicaron que los días de incendios ingresaban consultas relacionadas a la mala calidad del aire, que “los pacientes se daban cuenta de que el problema respiratorio que tenían era porque estaban respirando el aire con humo”. En el consultorio los síntomas agudos eran irritación ocular o respiratoria, dolor de cabeza, mareos y dificultad para respirar.
“Como el sistema de registro es tan endeble y no hubo un estudio de seguimiento paciente por paciente, no hay manera de saber, al menos en esta región, cuáles son las secuelas o los problemas de salud que están directamente vinculados a las quemas. Básicamente no hay registros”, problematiza Fernández.
Lo que sí surgió de las entrevistas fue que los pacientes con enfermedades respiratorias, como EPOC o asma, relataban que sus problemas de salud empeoraron: tenían más episodios de broncoespasmo y necesitaban más medicación. “No sabemos aún, sin embargo, cuál es el impacto que tuvo en términos de nuevos problemas de salud o complicaciones de los problemas de salud haber respirado ese humo durante dos o tres años en esta región”, describe el integrante del Colegio de Médicos de Rosario.
El estudio se apoyó en bibliografía científica, en estudios sobre contaminación ambiental, que son abundantes pero no específicos en relación a los efectos de la quema de humedales, pastizales o bosques. Lo que respaldaron con la bibliografía fue lo que decían los pacientes: que a pesar de que afectaba a toda la población o mayormente a todas las edades, existen poblaciones más vulnerable: niños y niñas, adultos mayores y personas que tienen problemas de salud, que se ven fácilmente afectados por la exposición a una mala calidad del aire, principalmente problemas respiratorios.
“En la bibliografía científica lo que está muy estudiado son las personas gestantes cursando un embarazo. ¿Por qué? Porque la contaminación ambiental tiene efecto directo sobre la madre y, a través de la placenta, los contaminantes pueden llegar al feto, perjudicando su desarrollo”, señala el médico.
Los datos se condicen con un estudio previo de la misma problemática. En 2022, el Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) presentó un informe sobre las consultas hechas durante los incendios de 2008 y 2020. Las conclusiones son similares: el aumento de la contaminación en el aire por humo produce múltiples eventos patológicos agudos, sean efectos respiratorios, oftalmológicos o más bien generales como el dolor de cabeza, el cansancio y los mareos. Ambos estudios coinciden también mayor susceptibilidad en grupos de riesgo como niños, niñas y ancianos y personas con enfermedades crónicas.
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Sin límites, el fuego sobre los humedales
Los incendios en los humedales frente a Rosario son una constante en los últimos años. La quema de pastizales para la renovación de pasturas es histórica y, cada tanto, las condiciones meteorológicas como el viento, el desmanejo del fuego por parte de los productores y la falta de control del Estado se unieron para tapar de humo la ciudad. Lo que agravó la situación en los últimos años fue la bajante profunda que atraviesa la cuenca del Paraná.
“Es un panorama nuevo, un escenario que no habíamos visto en las últimas décadas”, explica Jorge Bártoli, integrante de la organización El Paraná No Se Toca. La bajante comenzó a fines de 2019 y tuvo su máxima expresión en 2020 y 2021. Si bien en los años siguientes el río recuperó su caudal, en 2024 volvió a marcar una bajante histórica.
El nivel promedio del Paraná en la primera semana de septiembre fue el segundo más bajo desde 1970, según datos del Instituto Nacional del Agua y de Prefectura Naval, analizados por la Bolsa de Comercio de Rosario; siempre atenta al nivel del río como vía de exportación de commodities.
“Es un ciclo que viene asociado a una muy extensa sequía y falta de lluvias extremas”, suma Bártoli y explica: “Esto generó, por la misma dinámica de masa vegetal de los humedales, una enorme cantidad de biomasa seca de muy fácil combustión. Esto no es nuevo, pasa en todos los inviernos. Lo que es nuevo es que el principal actor del humedal, que es el agua, está prácticamente desaparecido”.
El uso del fuego en territorio de humedales es frecuente también entre cazadores para atraer presas y entre los turistas para hacer un asado o calentar agua para el mate. Pero la génesis del problema de los incendios, dice Bártoli, está en la matriz productiva ganadera: que ocupa cada vez más lugar en los humedales y apela al uso del fuego para la renovación de pasturas.
“En medio de esta enorme bajante y gran sequía, los fuegos no encontraron límites. Al no haber lagunas ni arroyos en el interior de las islas, que actúan como cortafuegos naturales, las llamas se expandieron sin ningún tipo de límite y causaron una verdadera catástrofe ambiental, que trae una seria afectación a la salud humana”, cierra el círculo entre incendios y salud.
Los registros del Instituto Nacional del Agua indican que la última bajante del río Paraná de esta magnitud fue en 1944. En los últimos 80 años, la cuenca del Paraná pasó a estar intervenida por represas, a sufrir una deforestación monumental y, sobre todo, a padecer un fenomenal cambio de uso del suelo.
En las islas, frente a Rosario, la oferta va del el turismo a las fiestas electrónicas, que quiebran la calma natural. A estas modificaciones de intervención directa se le suma el cambio climático. “Creíamos que era un río poderoso y un bien natural infinito, hoy nos está demostrando que es un gigante vulnerado, que no deja de darnos señales de alerta”, apunta Bártoli.
“La gran pregunta es si vamos a una ‘nueva normalidad’ del río que tenga que ver con ciclos extremos, como dicen y proyectan los meteorólogos. Es decir, así como hoy nos estamos encontrando con ciclos de bajante extremas muy prolongadas en el tiempo, quizá también el año que viene nos encontremos con ciclos de crecientes extremas”, advierte Bártoli.
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El impacto del negacionismo en la salud
El accionar de los últimos gobiernos nacionales y provinciales frente a los incendios sobre áreas naturales no fue positivo, pero la gestión de Javier Milei trae una decisión firme de negar la existencia de los problemas ambientales y sus consecuencias. Y no duda en desfinanciar proyectos, programas o leyes, que se ocupen de cuidar, con presupuestos mínimos, la biodiversidad.
“Nosotros como individuos tenemos siempre una posibilidad de ayudar a cambiar nuestro entorno. Todo suma”, propone Bártoli para hacer frente a estos tiempos. Fernández confirma el impacto que tendrá la falta de políticas públicas: “La promoción del cuidado del ambiente y de un ambiente saludable impacta positivamente en la salud. Mientras menos resguardos se tomen, principalmente a partir de las políticas negacionistas que está llevando adelante este Gobierno, va a terminar repercutiendo de manera aguda en el mediano y en el largo plazo sobre la salud de la gente”.
El integrante del equipo médico que elaboró Aire puro es salud describe que el modelo de La Libertad Avanza “considera al ambiente como una instancia o un espacio sacrificable en pos de de la acumulación de riqueza en algunos sectores” e indica que los problemas de salud descritos en el informe son considerados “externalidades, los costos que estas prácticas productivas no pagan y de los que tienen que hacerse cargo el Estado o, en la mayoría de los casos, la gente”. “Estas externalidades son invisibilizadas por estos modelos productivos y tienen impactos sumamente negativos sobre la salud de las personas”, afirma.
Publicación original: https://agenciatierraviva.com.ar/aire-puro-era-el-de-antes-causas-y-consecuencias-de-un-modelo-que-enferma/