“ChubutAguazo”, es el libro de la investigadora y activista Ana Mariel Weinstock, donde registra el proceso de organización popular en Chubut, desde el plebiscito de Esquel de 2003 hasta la pueblada provincial de 2021, que frenó la Ley de Zonificación Minera. Historia, memoria y presente de una sociedad movilizada contra el saqueo. Publicado por El Mismo Mar Ediciones.

Fuente: Agencia de Noticias Tierra Viva

Fotos: LUAN – Colectiva de Acción Fotográfica

Entre el 15 y el 21 de diciembre de 2021, el pueblo de Chubut derogó la Ley de Zonificación Minera que había sido aprobada seis días antes, de manera inconsulta, por los diputados provinciales. Con movilizaciones ininterrumpidas y simultáneas, las y los ciudadanos hicieron respetar su decisión de proteger el agua y el territorio, defendiendo la Ley 5001 que prohíbe la explotación minera con utilización de sustancias tóxicas. Fueron seis jornadas memorables, que condensaron veinte años de lucha del movimiento asambleario socioambiental contra el lobby minero, conformado por empresarios y representantes gubernamentales.

Ana Mariel Weinstock es docente-investigadora e integrante de la Unión de Asambleas de Comunidades de Chubut (UACCh). En su libro “ChubutAguazo. Desde la cordillera hasta el mar, cómo se gestó la pueblada”, publicado por El Mismo Mar Ediciones, pasa revista a la cantidad y diversidad de acciones, a las formas organizativas, a las discusiones y preocupaciones que tuvieron lugar en cada territorio durante los últimos 20 años, en función de gestar una sociedad capaz de desarrollarse sin extractivismo.

Recuerda la pueblada del 1984, recordada como Madrynazo, cuando el pueblo salió al grito de “Yankis go home” e impidió que una flota estadounidense se aprovisionara en las costas del Atlántico. También analiza el rol de instituciones como la Universidad Nacional de la Patagonia y el Centro Científico Técnico. Repasa el impacto del extractivismo en la ciudad de Puerto Madryn y los inicios de la pueblada de 2021 en aquella localidad, la primera en adherir a la zonificación minera.

La autora cierra el libro con preguntas: ¿Qué es debatir? ¿Qué es conocimiento? ¿Qué es violencia? Y deja algunas reflexiones como respuesta.

Durante estas décadas —afirma— la “grieta” o el enfrentamiento principal sigue siendo entre quienes defienden el plebiscito y la democracia directa, por un lado; y quienes sostienen la zonificación y la democracia burocrática, por el otro. A lo largo del libro se muestra las distintas formas que asume esta confrontación principal y que el “No a la Mina” puso en evidencia desde sus inicios.

Con la rigurosidad y sistematización exigidas por la academia, este libro cuenta la historia “desde el lado subalterno de los movimientos sociales y de reafirmar (a los más pequeños y a nosotros mismos) que somos capaces de hacer valer el derecho del pueblo a elegir cómo quiere vivir”.

Y sitúa, geográfica e históricamente, el modo en que se fueron multiplicando las asambleas ciudadanas en defensa de la vida en la Patagonia.

Foto: LUAN – Colectiva de Acción Fotográfica

Un movimiento que creció desde la cordillera al mar

Luego del Plebiscito de Esquel, en 2003, se comprendió la necesidad de ampliar y provincializar el movimiento para enfrentar la asimetría de poder con respecto a gobernantes y empresarios. Era la única forma de defender aquel primer triunfo, en la convicción de que no existen victorias definitivas. Al menos, mientras existan minerales en nuestro subsuelo y mientras persista este sistema de codicia por extraerlos. Eso fue y sigue siendo así 20 años después. Por eso, hoy junto con la alegría de volver a encontrarnos en las calles y celebrar el haber forzado la derogación de la zonificación minera, nos preparamos para nuevas batallas como el hidrógeno verde, el uranio, la energía nuclear o la megaminería también… Porque esta vez, como tantas otras, lo logramos frenar pero quedarán una y otras tantas embestidas por seguir frenando.

En relación a la génesis de las distintas asambleas, si tuviéramos que trazar el derrotero que siguió el surgimiento de cada nuevo colectivo en el territorio provincial, diríamos que fue con rumbo oeste-este. Justo en sentido contrario a la narración oficial de la nación argentina, que adopta la mirada europea del desembarco y la civilización como mito fundador. Ya sea que hablemos de la colonización galesa o de la incorporación de estos territorios a la órbita estatal, siempre la Patagonia es vista desde el Atlántico hacia la cordillera, es decir, desde el norte metropolitano (Americano y/o Europeo), en sentido este-oeste. Así lo explica Susana Bandieri en su libro Historia de la Patagonia, de 2005.

Foto: LUAN – Colectiva de Acción Fotográfica

Primero fueron las redes virtuales. En aquel momento, cadenas de mails recorrían imaginariamente las vías de la antigua línea sur del ferrocarril, cortando trasversalmente la Patagonia, de la cordillera al mar y del mar a la cordillera. Era la “Coordinadora Patagónica por la Vida y el Territorio contra el Saqueo y la Contaminación”, cuya versión más abreviada perdura aún hoy, en la página web de la Unión de Asambleas de Comunidades (UAC) como lema de presentación.

En 2004 se conformó la Asamblea Comarcal Contra el Saqueo, conformada por distintos colectivos que apoyaban a las comunidades mapuche de la zona y que lograron frenar el proyecto minero de oro y plata Calcatreu (Río Negro), con la Ley Provincial 3.981 de año 2005, derogada por el gobierno de Carlos Soria en 2011.

Superpuesta y simultáneamente, se conformó la Red de Comunidades Afectadas por la Minería de Argentina (Red CAMA), que tuvo una existencia intermitente y predominantemente virtual a nivel nacional entre los años 2003 y 2005. Luego, los colectivos participantes fueron incorporándose a la UAC para articular con otras luchas socioambientales del país: contra el monocultivo de soja transgénica, las papeleras o la defensa de la tierra por parte de campesinos y pueblos originarios.

Al mismo tiempo, y tentacularmente (cual pensamiento complejo de Donna Haraway), se abrió también una territorialización regional con la creación de la Unión de Asambleas Patagónicas (UAP). Su interés se centró en articular las luchas de Río Negro y Neuquén, y de incentivarlas en Santa Cruz.

El movimiento asambleario se desplazó en sentido contrario a la conquista del “Desierto” cuando, a partir del año 2008, comenzaron a formarse distintos colectivos en la costa atlántica, con la misma demanda, enfoque y consignas que en el oeste cordillerano.

Primero fue el Foro Social y Ambiental de la Patagonia (FASP), de Comodoro Rivadavia, que debe su nombre al haber surgido de una jornada organizada en la Universidad Nacional de la Patagonia. La iniciativa se replicó ese mismo año en la sede de Trelew y entonces se creó el FASP de Trelew, que en 2014 devino en la Unión de Asamblea de Comunidades. Un año después del primer foro en Comodoro Rivadavia, también se pudo replicar la experiencia en Puerto Madryn. Al igual que como había sucedido en Trelew, en 2009 se fundó el FASP de Puerto Madryn en una sede barrial, hasta que en 2014 se transformó en Asamblea de Vecinxs Autoconvocadxs de Puerto Madryn. Finalmente, en 2016, adquirió el nombre actual de Asamblea en Defensa del Territorio (ADT).

Foto: LUAN – Colectiva de Acción Fotográfica

Desde la costa marítima, el proceso siguió hasta adentrarse en el valle del río Chubut en dirección hacia la meseta central. Así, en 2012 quedó conformada la Unión de Asambleas de Ciudadanas de Chubut (UACCh) luego de una acción organizada por vecinas y vecinos sensibles y movilizados, apoyados por los colectivos asamblearios preexistentes. Queríamos celebrar un nuevo aniversario del plebiscito de Esquel, con una marcha que se iniciara en Trelew y recorriera todos y cada una de los pueblos situados a la vera del río Chubut y la ruta provincial 25, hasta llegar a la ciudad del plebiscito. La llamamos “Marcha de poetas y artistas”. Tardamos una semana en caminar, por postas, ese territorio. Recuerdo esa caminata colectiva, el transitar el territorio a la par. “Sólo se defiende aquello que se ama”, pensé en aquel momento. Ahora lo recuerdo y lo vuelvo a pasar por el corazón.

Cada paso compartido, un latido. Cada ida y vuelta de una palabra, una caricia. Y a medida que nos dirigíamos tierra adentro, sentimos acercarnos a las estrellas (aunque parezca contradictorio). En cada pueblo, un grupo local nos convidaba su arte y nos invitaba a ser parte. Allí estuvo el germen de la UACCh y con ella, podríamos decir, la provincialización del “No a la Mina”.

Después de dos siglos, ese “Desierto” de la historia oficial argentina fue y es tierra fértil para las organizaciones colectivas, abonadas con la resistencia a un modelo de civilización o de vida capitalista, patriarcal, consumista y colonial. Desde aquí, desde el lado de las luchas, el territorio aparece multidimensional, diverso y vivo.