Los desechos de la mina de uranio de Tummalapalle, en India, ha contaminado el agua de la zona, causando la muerte de ganado, pérdida de cosechas y problemas de salud para la población local. A día de hoy, continúan luchando por sus derechos.

Fuente: El Salto

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

La radiación de uranio puede dañar el ADN humano. Un equipo compuesto por miembros de Human Rights Watch y la Alianza Nacional de los Movimientos de los Pueblos midió la radiación en distintos lugares dentro y alrededor de la balsa el 11 de junio de 2018, en aras de comprobar los efectos de la mina sobre el entorno local. El dosímetro leía 0.80-0.90 µSv microsieverts/hora (una medida de la radiación que obtendría una persona durante una hora en una zona determinada). En una granja en Kanampalli se alcanzaban unos resultados de 0.26 µSv microsieverts/hora. El máximo permitido por los estándares internacionales es de 0.24 µSv microsieverts/hora.

La granja de Chandra Nayak fue próspera en su día, pero los últimos años han sido una época de vacas flacas. Cuando la visitamos solo quedaban unos pocos árboles caídos, ennegrecidos y marchitos.

La muerte del ganado en los pueblos cercanos nos hizo recordar las palabras de Ghansham Birulee, de la Organización Jharkhandi contra la radiación. Birulee estuvo entre las primeras personas que comprobó los efectos de la minería de uranio en Jaduguda, en Jharkhand. “Los animales comenzaron a abandonar Jaduguda inmediatamente después de que abrieran la mina… debieron sentir la radiación antes que los humanos”, declararía.

En Kunampalle, P Narsimulu, un residente de 65 años, nos dice: “El ganado del pueblo se ha ido muriendo durante el último año. Las cabras han soltado más pelaje que nunca. Tienen los huesos débiles, apenas pueden trabajar. Todo esto es por culpa de la radiación”.

El dosímetro leía 0.80-0.90 µSv microsieverts/hora cerca de la balsa. En una granja en Kanampalli se alcanzaban unos resultados de 0.26 µSv microsieverts/hora. El máximo permitido por los estándares internacionales es de 0.24 µSv microsieverts/hora.

La comunidad de Lambada, en Kanampalli, es una de las más afectadas. Hablamos con Bhaskar, que ha perdido 30 cabras suyas en poco tiempo. “Ni siquiera tenía dinero para llevarlas al veterinario. Cada inyección cuesta más de 175 rupias, y el veterinario quedaba a 12 km, en Pulivendula. Me senté a verlas morir, una detrás de otra”. Temiendo que las otras cabras también enfermasen y murieran, Bhaskar vendió el resto a la primera oferta que obtuvo, solo una fracción del precio esperable.

Ramanjanelu, que también criaba cabras, perdió 30 cabras adultas y 40 cabritillos en circunstancias similares, dejándole al borde de la bancarrota. Sus pérdidas alcanzaban las 200.000 rupias.

Manasa, de KK Kottala, vendía leche hasta que llegaron estos nuevos tiempos. “La producción de leche de búfalo se ha reducido de 2 litros diarios en 2016 a apenas uno ahora, incluso después de parir”. Cuando se le preguntó dónde quedaba la zona de pastoreo de sus animales, nos señaló una parcela de tierra junto a la balsa de residuos.

Oodanaagi Reddy, de 60 años y del pueblo de Mabuchintalapalle, tiene una hectárea de tierra que ha supuesto la única fuente de sustento de su familia durante generaciones. Hace pocos años, sus terrenos comenzaron a emblanquecerse.

“Nunca había visto nada parecido. Esto es por la mina. Antes conseguía una cosecha de entre 25 y 35 toneladas de plátanos, con beneficios de hasta 300.000 libras. Pero ahora todo eso se ha ido. Pedí un préstamo con un interés anual al 18% y no tengo nada para devolverlo”, nos dijo, visiblemente emocionado, mientras paseábamos junto a su cosecha frustrada.

En los pueblos donde se cultiva principalmente plátano vimos muchos árboles atrofiados con fruta marchita. Los funcionarios de agricultura han confirmado que las raíces más pequeñas no han crecido tanto como de normal, conduciendo a la atrofia general.

“Hemos cultivado plátanos durante 30 años y nunca tuvimos ningún problema. Y en el último año, lo hemos perdido todo”, cuenta Reddy. Los funcionarios no ofrecen solución alguna.

Chandra Naik, el granjero de Kannumpalle, asegura que la destrucción de las cosechas se debe a la mina en exclusividad. A la pérdida de estas se debe sumar el gasto económico que destinó a cavar pozos. Entonces descubrió que el nivel del agua subterránea había descendido. Las medidas de radiación alcanzaban los 0.26 µSv. microsieverts/hora, superior al máximo permitido por la ley.

Raghavendra Reddy también reportó el descenso del nivel del agua subterránea. “Antes encontrábamos agua a unos 30 m de profundidad. Ahora tenemos que cavar de 450 a 600 m para encontrar aunque sea una gota”, nos dice. Lleva cavados 54 pozos en sus 24 hectáreas de tierra.

En los terrenos de Naik, los tallos de los plataneros exudaban un extraño líquido rojo. Ahora debe talarlos todos ante la ausencia de compradores para su cosecha.

 

Viene de la primera parte. Sigue en la tercera parte.