Este panorama se evidencia en Chocó, en donde las alteraciones que ha sufrido el bosque húmedo por causa de esta actividad hacen prácticamente imposible que las áreas afectadas puedan volver a su condición inicial. Así lo señala un estudio de la Universidad Nacional.
El impacto que sobre los bosques tiene el desarrollo de actividades mineras a gran escala es drástico y se hace muy difícil llevar a cabo procesos de restauración en el largo plazo, lo que pone en duda la posibilidad de que se pueda recuperar la vegetación original.
Así se desprende de una investigación realizada por Giovanni Ramírez, estudiante del doctorado en Ciencias – Biología de la Universidad Nacional, quien en su tesis de grado caracterizó las especies vegetales de tres sectores de minas del corregimiento de Jigualito, municipio de Condoto, en Chocó, abandonadas hace 30, 15 y 5 años, respectivamente.
Según el investigador, restaurar los ecosistemas forestales es una estrategia clave en la lucha contra las manifestaciones del cambio climático, dada la pérdida de biodiversidad y desertificación a la cual se enfrenta hoy el mundo. Adicionalmente, el desarrollo de estas iniciativas les ofrece oportunidades a las comunidades involucradas en dichos procesos, resultado de los productos y servicios que genera esta práctica.
Esta población, en donde se extrae oro, platino y plata, está ubicada al occidente del municipio de Condoto, en la subcuenca del río Opogodó, en jurisdicción del consejo comunitario mayor de Condoto.
Para el estudio fueron delimitadas 20 parcelas de 500 metros cuadrados de superficie, en las cuales se registró y midió la vegetación según la altura de los árboles, y los resultados fueron contrastados con los de un bosque testigo.
La investigación se soportó teniendo en cuenta diferentes sitios de “recuperación” que habían sido intervenidos con minería a cielo abierto. Ramírez, tuvo en cuenta un área de bosque con más de 30 años de sucesión y recuperación; otra con 15 años y una más con 5 años. Esta última rodeada de un bosque testigo sin evidencias de actividad minera.
En la zona de estudio aún existen áreas con una densa cobertura vegetal en las que no ha habido intervención antrópica, y se encuentran árboles con alturas entre 30 y 45 metros. También, dice, fueron halladas numerosas especies de palmas, entre ellas, la Mauritiella macroclada, endémica del Chocó biogeográfico.
En el estudio se evaluó la adaptabilidad de especies como la acacia (Acacia mangium) y la bija (Bixa orellana) en áreas degradadas por la actividad minera aluvial en Condoto.
El patrón caracterizado en la investigación muestra que la riqueza a nivel taxonómico aumenta en la medida en que avanza la recuperación; sin embargo, la diferencia entre las áreas que están en proceso de recuperación y las que no han sido sometidas a ningún tipo de intervención minera es amplia. Por ejemplo, el número de familias se ha incrementado de 16 en el área en recuperación de 5 años, a 23 en la de 30 años, mientras los géneros han pasado de 27 (5 años) a 40 (30 años) y el número de especies ha variado de 28 (5 años) a 52 (30 años). Este panorama dista bastante de la riqueza en el bosque testigo, el cual registra 41 familias, 101 géneros y 128 especies.
Los datos son muy dicientes, por ello Ramírez insiste en que si continúa la incorporación de nuevos territorios a la actividad minera a gran escala, los efectos perturbadores sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos irán en aumento.
Destaca, además, que la restauración de las áreas que han sido afectadas por este tipo de actividad requiere de planificación, pues su éxito no depende solo de plantar árboles, sino de una proyección cuidadosa que se debe basar en los conocimientos científicos necesarios para que los ecosistemas degradados efectivamente puedan sobrevivir y recuperarse de las diferentes presiones abióticas, bióticas y sociales.
Fuente: Semana Sostenible