Desde hace cinco siglos Potosí es la meca de las minas de plata en América, un recurso que gestó los grandes tesoros coloniales y que aún se explota, pero que ha dejado destrucción y pobreza en la ciudad del sur boliviano. Declarada por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad en Peligro por efectos de la minería, Potosí produjo desde principios del siglo XVI miles de toneladas de plata y estaño, y tiene reservas para mucho tiempo más de explotación, pero los beneficios de sus riquezas no se han quedado en el pueblo minero.

Fuente:Swissinfo
“Aquí seguimos siendo pobres. No tenemos fábricas, no hay desarrollo, sólo minería. ¿Qué nos ha dejado el Cerro? Basura y contaminación”, se lamenta el líder del Comité Cívico de Potosí, Jhonny Llally, en diálogo con la AFP.

El Servicio Geológico y Técnico de Minas (Sergeotecmin) estimo en unos informes recientes que “(el Cerro Rico de Potosí) produjo desde la colonia hasta hoy más de 60.000 toneladas finas de plata” que, con la cotización actual, superaría los 40.000 millones de dólares.

Tras siglos de trabajo, el cerro Rico aún tiene mucho para dar, pero amenaza con derrumbes, debilitado por más de cien kilómetros de socavones en su interior.

“Como minero que soy y con tantos años en la actividad, me atrevería a decir que las reservas del cerro sobrepasan los 100 años, queda muchísimo más por explotar”, aseguró a la AFP el gerente de la estatal Corporación Minera de Bolivia (Comibol) de Potosí, Carlos Colque.

De la montaña se sacan diariamente unas 5.000 toneladas de tierra y mineral, que procesadas generan ventas por unos 200 millones de dólares mensuales, según un reporte reservado entregado por un técnico de la Comibol a la AFP.

La riqueza minera que sale de las entrañas del cerro es transportada en camiones de hasta 60 toneladas hacia ingenios privados donde se la procesa y se realiza una primera purificación del mineral.
Luego, vía intermediarios privados, se destina a los puertos de Chile y Perú para su posterior envío a China, Corea del Sur y Canadá.

Pocos beneficios locales

La actividad minera representa la segunda fuente de ingresos para Bolivia, después de las exportaciones de gas a Brasil y Argentina.

Sin embargo, la producción de las minas de Potosí dejan anualmente sólo 36 millones de dólares en impuestos y regalías a la municipalidad y la gobernación local, que no se reflejan en una región desfavorecida y que tiene muchas de sus fuentes de agua contaminadas por los efluentes mineros.

Unos 12.000 trabajadores de las 30 cooperativas que funcionan en el lugar parecen condenados a condiciones muy duras para vivir de este único medio de subsistencia.

“La explotación es a pico y pala, como en el siglo pasado, y las condiciones son insalubres” y paupérrimas, comentó el presidente de la sociedad de ingenieros civiles de Potosí, Ronald Fajardo.

Al márgen de la minería, las principales empresas en la ciudad son una fábrica de cerveza y otra de cal y cemento.

“Es indudable la fuerte relación entre la ciudad y el cerro, que genera una actividad económica que depende en gran medida del sector minero”, señala a la AFP el presidente de la Sociedad de Ingenieros, Darío Burgos.
Tanto la hotelería como los circuitos turísticos y todo el comercio dependen de la minería.

En la zona Calvario, a los pies del Cerro, pequeños mercados muestran la fuerte dependencia de la industria minera en la venta de todo tipo de implementos y herramientas: palas, picos, botas de goma, cascos, ropa de cuero y hasta dinamita, que se vende sin ningún tipo de control.

Muchos mineros compran el explosivo y lo conservan en sus casas, pese al peligro de que un incendio pueda hacer volar gran parte del pueblo.

Babilonia de los Andes

Las vetas de plata de Potosí fueron descubiertas por el nativo quechua Guallpa en enero de 1545, aunque la historia señala que las primeras incursiones mineras las realizaron los incas.

En Potosí funcionó desde la época colonial la Casa de la Moneda hasta mediados de la década del 50 del siglo pasado.

España se llevó millones en monedas y otros objetos de plata mientras en Potosí se hacía un culto al dinero y al desenfreno. Fue entonces cuando se la llamó la “Babilonia de los Andes”.

La ciudad fue protagonista de hechos históricos del país, como cuando llegó el libertador Bolívar en 1825, a poco de fundarse la república en agosto de ese año, y fue coronado de honores en su ascenso simbólico a la rica montaña.

Lejos han quedado aquellos tiempos de gloria y ostentación, cuando cronistas de la colonia relataban que las calles e iglesias de Potosí estaban adornadas de oro y plata.