Los incendios forestales que devastan poblaciones y que pueden arrasar urbanizaciones son cada vez más frecuentes en la Argentina. La llegada del fuego a las viviendas es un fenómeno sobre el que vienen alertando científicos desde hace décadas, a través de distintos estudios. Y la pregunta que se instala es: ¿estamos a salvo?
Por: Matías Avramow
Publicación original: ¿Estamos a salvo? Cuáles son las zonas pobladas más expuestas a incendios en la Argentina
Una primera respuesta es que en la Argentina no ocurrirán incendios urbanos como los que sufrió la ciudad de Los Ángeles en enero pasado. Esas 18.000 estructuras destruidas y 12.000 dañadas fueron consecuencia no solo de las altas temperaturas, una sequía severa y un chispazo, sino también del material de las construcciones. A diferencia de Estados Unidos, donde las casas suelen estar fabricadas con madera, en nuestro país son pocos los materiales de las construcciones que pueden convertirse en combustible. Sin embargo, la hojarasca hecha montaña en un rincón del jardín, la bolsa de carbón que descansa sobre alguna pared afuera de la casa o las cortinas de tela de una ventana abierta pueden ocasionar un drama. Por otro lado, los incendios no son los mismos del pasado. Tanto el cambio climático como la introducción de nuevos árboles pueden hacerlos crecer de forma más veloz. Ante este panorama, los expertos plantean que es urgente tomar medidas.
Casas arrasadas. Mallín Ahogado forma parte de una de las zonas más expuestas y ya fue alcanzada por el fuego.
Las zonas en peligro
Especialistas y funcionarios consultados por LA NACION señalan que los lugares en los que las urbanizaciones y la naturaleza confluyen son los más vulnerables. Las “zonas de interfase”, como las denomina la ciencia, han proliferado en las últimas décadas en varios puntos del país.
“Mucha gente quiere irse a zonas naturales para escaparse de la ciudad y construir en las afueras. Algunos solo pasan fines de semana allí. Otros se mudan a casas en barrios mezclados con bosque. Cualquier lugar así puede sufrir algún incendio”, afirma Juan Argañaraz, investigador adjunto del Conicet y miembro del Instituto de Altos Estudios Espaciales Mario Gulich, especializado en riesgo de incendios.
En las fotos satelitales, las zonas de interfase se distinguen de dos formas claras. Una es conocida como “de borde”, porque traza una especie de frontera entre una población y un bosque o pastizal. Están al lado, pero no se mezclan. La otra es la modalidad “mixta”, donde las casas están dispersas entre superficies naturales.
Tipos de poblaciones más expuestas a incendios
Urbanización con frontera rural
Se denominan zonas de interfaz de borde las que limitan con la vegetación
Urbanización integrada al bosque
Son las regiones llamadas de interfaz mixta y forman parte del terreno natural
Argañaraz destaca dos regiones urbanizadas como las más expuestas en toda la Argentina. La característica de interfase de estas zonas es evidente. La primera comprende una serie de poblados instalados en Sierras Chicas, muchos de ellos a una hora de la ciudad de Córdoba. Y la segunda, en la Patagonia, se extiende entre El Bolsón y Esquel, justo donde hoy el fuego arrasa con todo.
Tan solo en Epuyén y El Bolsón, se estima hasta ahora que hay más de 200 casas dañadas de manera parcial o total por los incendios de esta temporada. No es algo nuevo, en esa misma zona, en la localidad de Las Golondrinas, hace cuatro años más de 500 se quemaron en solo un día.
Un estudio de Argañaraz de hace unos años, advertía sobre el crecimiento poblacional en las zonas que bordean las Sierras Chicas. Las llamadas “ciudades dormitorio” son cercanas a la capital cordobesa, pero lejanas al estilo de vida urbano. Alrededor de la mitad de las casas de allí se encuentran en zonas de interfase.
En una investigación que hizo en conjunto con María Marcela Godoy, profesional del Conicet y docente de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, y otros científicos, en 2019, concluyeron que en la Patagonia sucede algo similar. Relevaron alrededor de 13.000 casas integradas a los bosques que estaban entre El Bolsón y Epuyén, lo que equivale al 97% de las viviendas que estudiaron. Gran parte de ellas están en el sitio exacto donde hubo focos de incendio años antes.
“Hoy el porcentaje debe ser el mismo, aunque la población creció mucho y los focos también”, sostiene Godoy. Pero vivir cerca de un bosque o una pradera no solo hace más vulnerables a los habitantes por el hecho de tener cerca un potencial combustible, sino también por la dificultad en los rescates.
“Donde haya más vegetación y cuanto más separadas estén las viviendas, es más difícil que los equipos de protección civil o las brigadas accedan. Dependiendo del fuego, los sistemas de respuesta también pueden llegar a ser insuficientes”, plantea Argañaraz.
En definitiva, las grandes ciudades, como la de Buenos Aires, por ejemplo, al no lidiar ni estar integradas con terrenos naturales se mantienen a resguardo. Sin embargo, las viviendas que proliferan en zonas alejadas pueden correr riesgo si limitan o forman parte de superficies naturales, como los casos de la Patagonia y Sierras Chicas de Córdoba, donde se ubican las urbanizaciones con mayor riesgo de ser alcanzadas por las llamas.
Focos de incendios
Evolución del número de reportes en todo el país
Cifras alarmantes
Al poner los datos sobre la mesa, se dimensiona la magnitud del fenómeno y también su complejidad. Según cifras oficiales del Servicio Nacional del Manejo del Fuego, los reportes de incendios han crecido de manera progresiva, al menos desde hace ocho años. Sin embargo, las provincias de Córdoba, Neuquén, Rio Negro y Chubut no son las que más focos han sufrido. Desde 2017 hasta el 2024 representaron poco menos del 15% del total de incendios.
La situación cambia al hablar de extensión: Río Negro es la tercera provincia con más superficie quemada en ese período. Córdoba es la quinta, Chubut, la décima y Neuquén, la decimoquinta. En conjunto, los incendios cubrieron, entre 2017 y 2024, un área casi tan grande como la ciudad de Buenos Aires.
Al poner la lupa en los números generales, La Pampa y Mendoza en conjunto llevan más superficie comprometida que las otras cuatro provincias juntas que, aun así, son las más críticas de acuerdo a los especialistas.
En los últimos 10 años, se extendieron a casi el doble las zonas boscosas en las que se construyeron casas en el sur del país, indica Godoy.
Riesgo alto. Los incendios en Sierras Chicas, Córdoba, son frecuentes y las poblaciones cercanas pueden sufrir las consecuencias del fuego.
Las tres condiciones que confluyen en drama
Para que un incendio cobre magnitud se requieren solo tres condiciones. La primera es el combustible. Tiene que haber, en la naturaleza o en las ciudades, materiales suficientemente secos y abundantes para que el fuego se extienda. Después, se necesita viento que potencie las llamas. Por último, y quizás lo más pequeño y destructivo, debe existir una chispa. En la Argentina, esa chispa es provocada en el 95% de los casos por el hombre, según datos oficiales. Más personas, significan más incendios. En esa afirmación coinciden todos los especialistas consultados.
Sofía Nemenmann, comunicadora y activista, lleva diez años viviendo en El Bolsón y tiene un vasto conocimiento territorial sobre los incendios en la zona. Destaca tres razones por las que alguien puede iniciar un foco: negligencia, algún interés -inmobiliario o silvícola, entre otros- y piromanía.
“Se puede prender fuego por dejar una botella de vidrio en el bosque, que a su vez hace un efecto lupa y enciende la hojarasca. Puede ser también una colilla de cigarrillo o una fogata mal apagada”, ejemplifica la activista mientras el sonido de aviones hidrantes suena de fondo. “Entristece lo que está pasando ahora, porque no nos sorprende. Todos sabemos cuándo es la temporada de secas. Pienso que falta mucho trabajo de prevención”, lamenta.
Según los reportes anuales de la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías, al menos desde 2019, tanto la región patagónica como Córdoba sufrieron sequías fuera de lo común, que oscilaron entre las categorías leves, moderadas y severas. Duraron como mínimo tres meses y llegaron hasta 31 meses, o sea, más de dos años. Ocurrió en 2024, cuando la Patagonia registró una de las sequías moderadas más largas.
Regiones de sequía prolongada
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Fuente: Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías
Según pronostica el reporte síntesis del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, las dos zonas urbanas más vulnerables a ser alcanzadas por las llamas, tanto las Sierras Chicas de Córdoba como la Patagonia, evidencian altas probabilidades de tocar temperaturas extremas. También reporta la posibilidad de que la región se vuelva más árida. Y, si bien no vaticina vientos más fuertes, Argañaraz explica que los propios incendios, cuando son de magnitud, al calentar el aire pueden provocar cambios de presión y, por ende, corrientes que disparan para direcciones no previstas.
Entonces, un incendio, en lugares relativamente secos y calientes, es capaz de impulsar vientos que, a su vez, potencian aún más el fuego. Para dimensionar: Godoy indica que las llamas que se forman de los bosques tienen chances de crecer hasta tres veces su tamaño. Un árbol típico del paisaje que los habitantes suelen ver en su casa o camino al trabajo podría formar una flama de la altura de un edificio de cinco o seis pisos.
Además, hay árboles que se encienden con más facilidad que otros. Algunos estudios apuntan a la plantación de pinos y de eucaliptos, como dos especies más propensas a arder y que además modifican la humedad del suelo. “Es verdad que en un laboratorio el pino probablemente sea más inflamable, pero el tema principal es el manejo”, opina Godoy.
En las zonas de interfase, la vegetación suele estar a solo metros de cualquier urbanización. Precisamente en la Patagonia hay plantaciones abandonadas de pino en cercanías de las casas. “Y las ramas de estos árboles, como las de los demás, salen volando y caen sobre todo en los techos”, precisa la experta.
¿Cómo afrontar este fenómeno?
Sin duda, es cada vez más complejo mitigar un incendio en cualquier parte del mundo. Sean de forma natural o provocadas por la mano humana, las llamas crecen más rápido que antes. Si bien, como retrata Godoy, en el 97% de los casos los incendios son apagados, hay un 3% que pueden ser completamente devastadores.
En la Argentina, la tarea contra el fuego es llevada a cabo en primer término por los municipios y las provincias, y luego por Nación. Hoy, tanto en la Patagonia como en Corrientes, brigadistas y bomberos de la zona o de otras partes del país ponen el cuerpo para combatir los focos. También hay voluntarios que aportan dinero y recursos.
Desolación. Epuyén ardió este verano al igual que otras localidades del sur del país.
Desde distintos sectores, sobre todo activistas y políticos, cuestionan la falta de presupuesto a la hora de atender el drama de los incendios. “Lo que alarma es que no haya una respuesta estatal preparada para una reacción inmediata a un problema que ya sabemos que puede pasar”, afirma Nemenmann.
El director del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, Santiago Hardie, reconoce que hay un ajuste dentro del área, aunque asegura que “los recursos para trabajar de manera eficiente e inteligente están y alcanzan”.
Según el último informe del Monitor Ambiental del Presupuesto de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, las partidas para el manejo del fuego para el año pasado eran de 14.145 millones de pesos y en los primero ocho meses cayeron un 46,7%. De eso, se ejecutó solo el 22%. Matías Cena Trebucq, autor del estudio, advierte que el presupuesto proveniente del Ejecutivo no se había utilizado de manera correcta “hasta que los incendios del sur se hicieron mediáticos a inicios de este mes”.
“El fuego no comienza cuando arranca el incendio, ni se termina cuando se apaga. Es un trabajo que tiene que estar todo el año, aunque no haya un incendio vigente, se tienen que tomar medidas y se tiene que pensar que es una ciudad, una población que vive en zona de interfase”, reclama Paula Galansino, de la Asociación Civil Circuito Verde.
Desde el Servicio Nacional de Manejo del Fuego aseguran lo siguiente: “En cuanto a que la ejecución del presupuesto 2025, no se refleja todavía. Hay que tener en cuenta que, todo lo que se está volando y la gente que se está moviendo a las zonas de emergencia, de parte del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, se va a reflejar en la ejecución del presupuesto cuando se comiencen a hacer los pagos, que siempre son con dos y hasta tres meses de diferido. Hasta ese entonces esos pagos van a descontar del presupuesto”.
Cena Trebucq también marca que otro problema es el acceso a los datos oficiales: “Los informes técnicos que publican no están actualizados. El último es de octubre del año pasado. Los reportes diarios de focos de incendio no son públicos como antes”.
Urbanizaciones del sur con alto riesgo de peligro
Figura 1. A) Localización del área de estudio en la parte oeste de las provincias de Río Negro y Chubut en Argentina B) IUR en 1981-82; C) IUR en 2016; D) puntos de ignición y superficie cubierta por los incendios entre 2010 y 2015, superpuesta con la presente IUR. WUI (wildland urban interface) significa IUR (interfaz urbano rural) por sus siglas en inglés. Wildfires significa incendios forestales.
Fuente: Rapid WUI growth in a natural amenity-rich region in central-western Patagonia, Argentina. Autores: María Marcela Godoy, Sebastián Martinuzzi, H. Anu Kramer, Guillermo E. Defossé, Juan Argañaraz y Volker C. Raneloff.
Hardie asegura que desde el organismo que dirige, recientemente dependiente del Ministerio de Seguridad, realizan un relevamiento en tiempo real de lo que ocurre en todo el país y que solo intervienen cuando las provincias lo solicitan. “Con el Sistema Nacional de Monitoreo de Emergencia, no solo vemos los focos de incendio, sino también inundaciones, tormentas y otros fenómenos meteorológicos”, describe. El funcionario explica que la falta de ordenamiento territorial, en especial con el crecimiento de las zonas de interfase, propicia incendios, pero también daños sociales.
Hace pocos días, en El Bolsón, tuvieron que evacuar a 150 familias por riesgo de que el fuego llegara a sus hogares. Las pérdidas aún no se pueden determinar ya que las llamas siguen irrumpiendo tanto en la región patagónica como en otras partes del país. Es probable que las zonas de interfase continúen creciendo de forma desordenada y, en consecuencia, los focos de incendio sigan ese camino.