Great Western Woodlands, el mayor y mejor conservado bosque mediterráneo del mundo, situado en el suroeste de Australia, no podrá ser protegido si ello supone la prohibición de la minería en su suelo. Así lo ha manifestado Bill Marmion, ministro de minería de Australia Occidental, el estado al que pertenece.
Fuente: Conciencia Eco
Esto supone un obstáculo para la protección de esta zona única y para la iniciativa que pide una conversión en Parque Nacional que asegure la protección de estos territorios. Algo, a todas luces, incompatible con la minería, una actividad comercial tremendamente destructiva para cualquier ecosistema. Sin embargo, hablar de prohibir la minería parece complicado en Australia Occidental, donde es la principal actividad económica.

De hecho, la intención del gobierno estatal es seguir abriendo minas. Muestra de ello es el proyecto para iniciar dos nuevas explotaciones en la zona conocida como Aurora & Helena Range, una cordillera de gran valor medioambiental situada a 200 kilómetros de la costa. A pesar de que la agencia australiana de protección del medio ambiente lo declaró inaceptable, desde el punto de vista ambiental, el gobierno es reticente a abandonar el proyecto.

Los bosques de Great Western Woodlands cubren más de 15 millones de hectáreas que albergan alrededor de 3.000 especies de plantas, incluidas el 25% de todas las especies conocidas de eucaliptos del planeta. Sin embargo, tan solo el 12% de las variedades vegetales presentes en estos territorios están protegidas, un dato demasiado bajo para un ecosistema tan único como vulnerable.

Más del 20% de las especies de plantas del continente australiano, cuya biodiversidad es única, viven en estos bosques. Centenares de especies raras de eucaliptos, numerosas variedades del peculiar género Banksia y flores que sirven de base alimentaria para insectos, aves y marsupiales, conviven en un paisaje sin igual en todo el planeta. Hasta treinta especies amenazadas de vertebrados dependen de este ecosistema.

La convivencia de la minería y la protección ambiental no es imposible. Para conservar los ecosistemas más importantes, es vital encontrar un punto de entendimiento entre las necesidades de la población (en este caso, en términos económicos, por los beneficios que aporta la minería) y las amenazas del medio natural.

En cualquier caso, no se puede anteponer ninguno de los dos intereses, especialmente el monetario, ya que se pueden buscar alternativas para el desarrollo socioeconómico de la región, pero no se podría recuperar el valor natural de estos emplazamientos si se llegasen a degradar (más de lo que ya han sufrido en los últimos siglos). Estas zonas son merecedoras del nivel más alto de protección, el de Parque Nacional o, al menos, del suficiente para que se tenga en cuenta su riqueza antes de modificarlas.