“En los últimos veinte años, Canadá se ha convertido en una herramienta y en un instrumento de la industria extractivista. Las embajadas de ese país tienen órdenes de defender la industria minera a todo precio. Las agencias gubernamentales de apoyo internacional que antes cooperaban en mitigar la pobreza en el tercer mundo, ahora utilizan sus recursos para darle apoyo a las mineras en su imagen internacional”

El falso mito del Canadá minero.

 

La gran mayoría de las multinacionales auríferas y de otros minerales utilizan a ese país del Norte como un paraíso legal y financiero para asentar sus negocios a cambio de beneficios impositivos. Es decir, Toronto no apuesta al modelo productivo extractivista como las cámaras mineras suelen promocionar con entusiasmo. Por Emiliano Guido

Las cámaras empresariales mineras suelen rebatir la acusación de que el modelo extractivista es aplicado sólo en territorios periféricos, argumentando que un país central como Canadá apuesta y confía en este tipo de desarrollo económico. Y la prédica ha dado sus frutos en el imaginario social: cuando se piensa en Canadá, automáticamente, se asocia al país del norte con la minería al igual que con otros fuertes rasgos identitarios como el hockey sobre hielo o la bella arboleda de los arces rojos.

Pero, según recientes libros de investigación publicados en Toronto, dicho vínculo no sería tan cierto. O, por lo menos, habría que replantear el enunciado porque Canadá estaría más cerca de ser un paraíso legal y financiero para las multinacionales mineras que de constituir una plataforma productiva que fomenta la economía real del socavón, aparte de otorgar fuentes de trabajo a los proletarios de casco amarillo.

“Alrededor del 50% de los proyectos mineros que poseen las empresas registradas en la Bolsa de Valores de Toronto (TMX) se ubican fuera de Canadá. Es más, muchas de las firmas registradas en la TMX ni siquiera son titulares de concesiones mineras en territorio canadiense. En total, el 60% de las empresas mineras de exploración del planeta están inscriptas en esta bolsa de valores; que representa, además, el 80% de las transacciones del sector y el 36% del capital minero mundial”, dispara, el académico canadiense William Sacher en su obra Imperial Canadá Inc. El paraíso judicial de la industria mineral mundial.

La nación de América del Norte representaría, entonces, para las corporaciones mineras lo que Suiza para las inversiones financieras o Panamá para la industria naviera. Es decir, un territorio legal donde el Estado hace la vista gorda a nivel impositivo y jurídico para recibir, a cambio, numerosas inversiones extranjeras directas.

Otro investigador del mismo centro de estudios al que pertenece Sacher –Ressources d’Afrique, cuyo principal objeto de estudio es el Canadá como potencia minera–, Alain Deneault, en su libro Canadá Noir, advierte algo parecido: “La ausencia de rendición de cuentas ha llevado a que las empresas mineras registradas en Canadá pueden cometer cualquier tipo de abuso en aras de maximizar sus ganancias. En definitiva, el gobierno local confiere un apoyo multiforme a dichas multinacionales a través de significativas exenciones fiscales, préstamos, garantías de financiamiento, apoyo diplomático y logístico clave en el extranjero. Todo esto hace del Canadá un paraíso judicial y financiero para las empresas del sector extractivo. Esto explica, por otra parte, por qué la Bolsa de Valores de TMX se ha vuelto la capital mundial del negocio minero”.

Y eso explica también por qué se desarrolló, por estos días, precisamente en Toronto la convención anual minera más grande del mundo. Y, en ese sentido, fue muy valioso el testimonio de esta semana de un ciudadano argentino, Jorge García Orgales, radicado en Toronto, donde es parte del sindicato metalúrgico minero, por Radio Nacional. “Las empresas se registran en Canadá, pero no existen realmente en dicho país. Al contrario, la mayoría de estas firmas, probablemente, tendrían dificultades funcionando diariamente.

Por lo menos, con nuestro sindicato, porque su comportamiento, como lo conocemos en otras partes del mundo, no es del tipo que nosotros aceptaríamos, ya sea con respecto al medio ambiente, con las comunidades o con los trabajadores”, respondió Orgales cuando Eduardo Anguita le preguntó en Hoy más que nunca si, en definitiva, dichas corporaciones mineras la única inversión real que habían hecho en suelo canadiense era en un estudio de abogado y en una casilla de correo.

En un párrafo de la investigación, Sacher hace una pregunta abierta a los lectores: “¿Qué hace que inversionistas mineros estadounidenses, suecos, australianos o mauricianos escojan a Canadá para gestionar sus proyectos en África, América latina, Indonesia o Asia?”. Y la respuesta es tan precisa como irónico el interrogante: “Desde su origen, la reputación de las Bolsas de Valores canadienses es la de verdaderos casinos. A punto tal que la famosa revista económica 

Forbes calificó a la Bolsa de Vancouver de capital mundial de las estafas”. Además, William Sacher aporta un dato político que en la Argentina tiene su parangón cuando en el país brillaba el negocio de las Afjp: “La disponibilidad de capitales en Canadá es otro aspecto que atrae a los inversionistas mineros. La población canadiense en su conjunto financia a las empresas mineras a través de inversiones personales y, sobre todo, de fondos púbicos y privados de jubilación de una gran parte de la clase media colocados masivamente en la Bolsa de Toronto”.

Por el contrario, los países europeos son mucho menos contemplativos con las corporaciones mineras. Ya es sabido que el Parlamento de la Unión Europea prohibió el uso de tecnologías mineras a base de cianuro por sus efectos contaminantes pero, además, Alain Deneault recuerda en Canadá Noir que: “En enero del 2009, el fondo de pensión del gobierno noruego retiró sus inversiones de la empresa Barrick Gold después de haber concluido que su gestión ambiental en Papúa-Nueva-Guinea fue catastrófica. En su informe, el gobierno noruego reporta además los alegatos de expropiación brutal de mineros artesanales en Tanzania, que al parecer fueron enterrados vivos en agosto del 1996”.

Pero, en definitiva, el gobierno canadiense ha priorizado la alta rentabilidad por sobre los pruritos éticos. “En los últimos veinte años, Canadá se ha convertido en una herramienta y en un instrumento de la industria extractivista. Las embajadas de ese país tienen órdenes de defender la industria minera a todo precio.

Las agencias gubernamentales de apoyo internacional que antes cooperaban en mitigar la pobreza en el tercer mundo, ahora utilizan sus recursos para darle apoyo a las mineras en su imagen internacional”, contextualiza y precisa Jorge García Orgales. “En Canadá, los medios de comunicación, la educación, la propaganda gubernamental y el filantropismo ostentoso de los magnates mineros venden una imagen idealizada de la minería”, aporta William Sacher. Es curioso, pero la fiebre del oro y el cortoplacismo parecerían haber borrado las fronteras entre centro y periferia.