El Ministerio de Medio Ambiente en sus pobres monitoreos comprueba que las aguas de los ríos que desembocan en la presa de Hatillo y que alimentan a todas las comunidades de la zona de impacto de la Barrick Gold, es decir, a más de 3,600 personas, están altamente contaminadas de metales pesados y sulfuros.

Fuente: 7 Días
Si en algo ha insistido pública y privadamente la minera canadiense Barrick Gold es en los positivos resultados de su esfuerzo para remediar el pasivo ambiental heredado cuando se instaló en el país. 

Apenas el pasado jueves, su gerente de Comunicaciones, Jorge Esteva, declaraba en visita a Diario Libre que la empresa solo está a la espera de que el Ministerio de Medio Ambiente apruebe el plan de administración ambiental para dar inicio al proceso de descontaminación de la parte del pasivo dejado por la Rosario Dominicana fuera de la mina y que, por estas mismas circunstancias, corresponde al Estado limpiar.

No lo dice expresamente, pero la empresa, a través de Esteva, hace cargar al Estado con la responsabilidad de los problemas medioambientales en las inmediaciones de la mina de Pueblo Viejo, Cotuí. Según Esteva, y aparece escrito en la nota de DL, este pasivo debió ser limpiado de manera conjunta, “pero al Estado alegar que no tenía fondos, la Barrick asumirá el costo, estimado en 75 millones de dólares. De esa manera, se espera recuperar 180,000 metros cúbicos de suelo contaminado”.

Los ríos Sin y Yuna, cuya única evaluación data de septiembre de 2010, también presentan irregularidades. El primero muestra niveles altos de plomo, hierro y cinc, y el segundo, plomo y hierro.

Lo del esfuerzo puede ser cierto. Lo que no parece serlo tanto es que la descontaminación haya sido tan exitosa como se pregona. Los pocos y vagos estudios del Gobierno que no han visto hasta ahora la luz tienden a afianzar lo que la empresa considera una desinformada campaña de “algunos ecologistas”.

Lo que dicen los monitoreos

Ministerio de Medio Ambiente tampoco parece haber sido convenientemente diligente en sus monitoreos, pero los hallazgos en los pocos realizados comprueban que las aguas de los ríos que desembocan en la presa de Hatillo y que alimentan a todas las comunidades de la zona de impacto de la Barrick Gold, es decir, a más de 3,600 personas, están altamente contaminadas de metales pesados y sulfuros.

 

Aunque la información que ofrecen las evaluaciones es escasa y dejan de lado la medición de contaminantes tan relevantes como el cianuro, lo poco que muestran es motivo de preocupación.

En los tres años que lleva Barrick instalada en Pueblo Viejo, el Ministerio solo ha llevado a cabo cuatro monitoreos de los ríos de la zona, o al menos esto alega. El último, de fecha 11 de abril de 2013, reveló en el arroyo Margajita, principal afluente de la presa, una presencia de cobre (1,800%), plomo (950%), cinc (2,800%) , hierro (787%) y sulfuros (700,000%) por encima de los niveles aceptados como tolerables por las normas ambientales.

También un PH de 4.41, altamente ácido, lo que genera un ecosistema desfavorable para la vida y reduce sus posibles usos, pues un agua ácida no es ingerible, puede provocar irritación al ser usada para bañarse y crea un ambiente propicio para el desarrollo de multiplicidad de enfermedades.

 

Pero, lo que es peor, potencia la peligrosidad de los contaminantes que ya residen en esas aguas, pues, según explica el presidente de la Comisión Ambiental de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Luis Carvajal, aumenta su “biodisponibilidad” para plantas, animales y humanos.

Al comparar los muestreos tomados en marzo y septiembre de 2010, abril de 2012 y abril de 2013, se concluye que al momento de la última prueba, los niveles de estos contaminantes en el río Margajita habrían aumentado, en especial en el último año.

Este es el caso del platino, cobre y plomo, así como los indicadores de salinidad, el PH y los sólidos totales, tanto disueltos como solubles, que sirven para evaluar la calidad del agua. De acuerdo con estas pruebas, no hay se ha producido la mejora que se esgrime a favor de la responsabilidad ambiental de la Barrick.

 

Los ríos Sin y Yuna, cuya única evaluación data de septiembre de 2010, también presentan irregularidades. El primero muestra niveles altos de plomo, hierro y cinc, y el segundo, plomo y hierro.

Los efectos de estos metales pesados en la salud humana son diversos y, cabe agregar, al extremo dañinos. De acuerdo a la publicación “Efecto de los metales pesados en el medio ambiente y la salud humana”, de Ramón Pérez Vázquez, el cobre “en altas dosis puede causar anemia, daño del hígado y del riñón, y la irritación del estómago e intestino”.

Solo a partir de un monitoreo constante, secuencial y completo, advierte, es posible iniciar una discusión profunda del tema que pueda invo lucrar academias y especialistas, además de las autoridades y representantes de la empresa.

En tanto el plomo, incluso en una exposición reducida, produce, fatiga, dolores de cabeza, dolores óseos, dolores abdominales, trastornos del sueño, dolores musculares, impotencia, trastornos de conducta, y otros.

Una mayor puede provocar anemia, cólicos intestinales, nauseas y vómitos, enfermedad renal, impotencia sexual, delirio, esterilidad, daños al feto, hipertensión arterial, estreñimiento agudo, afectación de los nervios, enfermedad ósea, problemas de cáncer e incluso la muerte.

 

El cinc es menos nocivo y su impacto negativo en la salud se percibe luego de altas dosis. Los síntomas que genera incluyen náuseas, vómitos, diarreas, cólicos y fiebre. Finalmente, el hierro “puede provocar conjuntivitis, coriorretinitis, y retinitis “si contacta con los tejidos y permanece en ellos”.

Pausa para la discusión

En vista de las pruebas que apuntan a la alta contaminación en la zona, capaz de afectar la salud de personas, plantas y animales, lo que procede es un cese provisional de las actividades para evaluar estos efectos, afirma Carvajal.

Solo a partir de un monitoreo constante, secuencial y completo, advierte, es posible iniciar una discusión profunda del tema que pueda involucrar academias y especialistas, además de las autoridades y representantes de la empresa.

Reprocha, sobre todo, la absoluta indiferencia de las autoridades de los ministerios de Salud, Medio Ambiente e Industria y Comercio, este último a través de la Dirección de Minería.

“La falta de monitoreo y control frente a la alta peligrosidad del cianuro nos dicen que el país está indefenso ante una sustancia que en todas partes del mundo es objeto de la mayor observación”, insiste.

Estos datos son, claramente, insuficientes. Son requeridas estaciones de monitoreo permanentes, cuyos costos sean asumidos por la empresa que desarrolla el proyecto, “como ocurren en todos los casos que no se llaman Barrick Gold en República Dominicana”.

De esta medición debe surgir un sistema de información a través del cual se publique periódicamente la variación en estos indicadores, sobre todo si alguno de ellos se aproxima o sobrepasa el límite permitido. De esta manera las entidades correspondientes pueden tomar medidas oportunas en caso de alarma o identificar tendencias en la salud y medio ambiente, agrega.

Para Carvajal, se podrá hablar de las numerosas técnicas para el control y cuidado de la compañía, pero los ejemplos de derrames de cianuro y otros accidentes en lugares donde hay cuidado, atención, monitoreo y responsabilidad, abundan.