A los que aún no paran de morir se les tilda o describe como radicales antimineros, que dicen No a Conga-Espinar por puro gusto ideológico; que se oponen a la explotación minera por oponerse.

Por Guillermo Olivera Díaz

29/05/2012. No advierten, con avivato sesgo, que aquellos gobernantes que no paran de matar son mucho más radicales o extremistas, con enceguecido tanatismo y homus belicus dentro, como traduce la conocida expresión “Conga va, Sí o Si”, apenas bajado del avión que los trajo de Estados Unidos estrechando manos con Barack Obama y Nadine, por supuesto, tomándose fotos en contraste de talla con la primera dama de ese país.

Los que solo mueren circundan los asientos mineros, viven allí con sus hijos y nietos, achicando sus vidas paupérrimas, respirando aire y bebiendo agua contaminados con mercurio o plomo, imposibilitados de un buen pastoreo y viendo los inmensos tajos hechos a sus terrenos superficiales y que poco a poco sus acuíferos, lagunas y bofedales terminan secándose tal como los ofrecidos reservorios, por cuyas razones protestan, se desgañitan sin ser escuchados, y al final toman los caminos mientras mueren, a la par que el oro, plata u otros minerales lugareños se esfuman y los dejan aún más empobrecidos (La Oroya, Hualgayoc, etc.).

Aquellos que están asidos al poder de gobernar, elegidos con votos de engañifas, como nuestro actual presidente Humala, y los anteriores García, Toledo, Fujimori y demás, viven lejos del explotado yacimiento minero sin sufrir los estragos del que protesta y luego muere inclemente. ¡El daño no lo experimentan ellos!

Estos, residen en Lima, a miles de kilómetros de distancia, arrellanados en lujosas residencias y manejando costosos vehículos de lunas polarizadas, administrando las gruesas cantidades de dinero que el oro produce y simultáneamente siendo, y a la postre también, archimillonarios con cuentas bancarias descomunales, con dinero suficiente para tentar más tarde ser reelegidos nuevamente. ¡Nunca les falta una Keiko de reemplazo!

¿En cuál de los dos sectores, que unos matan con el sadismo de las armas y otros mueren con inexplicable masoquismo, anidará el llamado puro “gusto ideológico”?

La respuesta es suya respetable lector. La mía fluye a borbollones en la presente semblanza de la iniquidad.