En la entrevista con los asambleístas de Jachal –San Juan- realizada el 1 de Marzo pasado ud. hizo una pregunta: desconozco si ahí la contestaron, aún así, ahí va mi respuesta, mi prolongada actividad profesional (50 años) me permiten exponerla.

Por: Dr. Carlos A. Seara

Lo primero que hay que preguntarse es: ¿con la megaminería estamos verdaderamente, frente a una real minería?, estos son mis argumentos: La “Geología de los Diseminados” (así se denominan a estas litologías de campo, de gran extensión, actualmente en explotación, que precisan para su puesta en valor hacer un uso abusivo e irrestricto de agua pura proveniente del derretimiento de los glaciares, de los cursos superficiales de ríos y arroyos caudalosos y de las circulantes por corrientes o acuíferos subterráneos, nos lleva a concluir que: SIN AGUA ESTA SUPUESTA MINERÍA ES IMPRACTICABLE.

Me inclino a pensar y creer que la megaminería no es minería y por tanto no está alcanzada por los beneficios que otorga el paquete de leyes mineras y sus modificaciones sancionadas y vigentes desde la década del 90 del siglo pasado. Se trata más bien de una actividad donde se mezclan la hidráulica (por el concurso del agua) y la química (utilización de productos químicos naturales y de laboratorio) (de los cuales ud. conoce y sabe por su condición de Bioquímico) por lo que las denominaciones más apropiadas serían: “HIDROQUÍMICA” o “HIDROMETALURGIA”, en ambos casos se considera la concentración de los metales (lixiviación) mediante el empleo del agua con aditivos la mayoría de ellos tóxicos.

La explotación de estos yacimientos diseminados es imposible de realizar sin utilizar millones de litros de agua por día pasando por tanto a ser éste, el ingrediente principal del proceso extractivo.

El agua, su utilización por parte de las empresas mineras y su posterior devolución contaminada, al ambiente, por filtraciones o rebalses desde los diques de colas, muchos de ellos sin impermeabilización de las bases por aplicación de geotextiles es una de las causas de conflicto con las poblaciones que para su sustento y el de sus economías regionales hacen uso del mismo líquido pasado por las pilas o los valles de lixiviación con el consabido perjuicio para la salud humana y las producciones regionales provenientes de los oasis de riego.

Visto la imposibilidad de conciliar bajo este perverso sistema, por las nefastas consecuencias de la megaminería, a “minería sí, vida sí” es que aclaro que esta propuesta fue compatible con las explotaciones desarrolladas en nuestra Argentina hasta aproximadamente 1980 cuando el sector y desde lo más encumbrado de su dirigencia, abandonó aquella pacífica convivencia para arrojarse de cabeza en un mar donde desconocíamos la manera de navegar, donde los timoneles fueron siempre avezados filibusteros que se aprovecharon de nuestra ingenuidad en unos casos y de los camanduleros que hicieron su propio negocio asociándose a espaldas del pueblo y desentendiéndose de sus legítimos derechos sean estos de los poblados y pobladores establecidos hace años o los de los pueblos originarios, sus santuarios y sus lugares de peregrinación.

Decía más arriba que “minería sí, vida sí” fue el modus vivendi de la actividad extractiva ya que siempre se consideró que Argentina era un país con minería, no un país minero. Los paladines de la época como los Grales. Savio y Mosconi; el Dr. Abel Peyrano descubridor de los yacimientos Mineros “Aguas de Dionisio”, Catamarca, que luego donara todos los derechos a favor de la Universidad Nacional de Tucumán; el Ing. Hércules Agosta un profundo investigador de los yacimientos de plata de baja ley de los alrededores de la localidad de Soto en la Pcia. de Córdoba y tantos otros que mientras realizaban sus tareas de explotación minera, mantenían un pleno respeto por las condiciones ambientales. Mientras todo esto se desarrollaba había un banco –Banco Industrial-, luego Banco Nacional de Desarrollo, que financiaba los emprendimientos; el Banco tenía sus propias Agencias de Rescate de Minerales, recuerdo una en Villa Carlos Paz y otra en Abrapampa –Jujuy-. En ese tiempo la riqueza minera quedaba y se comercializaba en el país y se explotaba según nuestras necesidades. Nunca faltaron insumos para el desarrollo nacional.

Es muy distinto a la realidad actual: los que explotan ahora, no atienden necesidades internas, se llevan afuera nuestras riquezas dejándonos, tan solo una sucia moneda amén de la contaminación, socia omnipresente de las megamineras, aquí y en todos los países de América Latina donde han asentado sus reales. El único país que se había mantenido al margen de éste latrocinio fue el nuestro, ahora quedan todos en igualdad de condiciones y sujetos a caprichos e intereses ajenos a la realidad, necesidad y tradición de nuestras poblaciones las que en modo alguno tampoco han sido beneficiarias del progreso tan prometido.

Ud. ha manifestado desconocer la temática ambiental de lo cual también deduzco que es un neófito en las cuestiones de explotación de recursos o como yo acostumbro a nominar “bienes naturales”, por esta cuestión me atrevo a sugerirle que no se deje encandilar por las promesas de pro mineros ni de los interesados de afuera por obtener pingües beneficios a costa del empobrecimiento de nuestro país y de los connacionales que en el futuro deberán soportar las consecuencias de los compromisos adversos que asumimos.

Sin otro particular hago propicia la oportunidad para saludarlo atte.

* Geólogo – Ex experto en Hidrogeología de Naciones Unidas

carlosseara@hotmail.com