La gran nación septentrional que tanto Inglaterra como Francia se adjudican es el país más extenso de América y el segundo del mundo. Ahí, la civilización registra un manifiesto retroceso, nadie como ellos recurren a la mayor crueldad contra los animales y a la más grave irresponsabilidad ecológica en la actividad minera.

Por: Jesús González Schmal

03/03/2010. Como nueva fiebre del oro y con irrefrenable voracidad, los canadienses contra América Latina, están acechando a la región desde México a la Patagonia, donde los consorcios mineros aprovechan los últimos resquicios de añejas leyes como la mexicana y argentina, que en materia ecológica no prohíben expresamente (aunque en la mexicana estaría prohibido por el estudio de impacto ambiental) la explotación minera de tajo a cielo abierto por el procedimiento de explosión y pulverización de inmensos volúmenes de piedras para ser disueltas en su forma arenosa mediante lixiviación para decantar los miligramos de oro de inmensos macizos que quedan pulverizados.

En países como Australia, Alemania, Turquía, dicho procedimiento está terminantemente excluido porque devasta y arrasa kilómetros y kilómetros de serranías y cordilleras que se convierten en eriales que no servirán absolutamente para nada sin vegetación ni vida animal que queda extinguida, y los mantos freáticos agotados y contaminados por la extracción de agua en cantidades exorbitantes que se regresa al suelo con el cianuro mezclado. Los canadienses en una de las siete concesiones que disfrutan para explotar sin límites en México, la que se ubica en el Cerro de San Pedro, en las goteras de la señorial capital del estado, San Luis Potosí, han contado con la complicidad de las autoridades de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) que les concedió la autorización para el método de explotación a cielo abierto y del gobierno del estado, entonces conducido por el panista Marcelo de los Santos.

La comunidad potosina se ha tenido que defender a través de Pro San Luis Ecológico como parte del Frente Amplio Opositor (FAO), que logró echar abajo la concesión después de diez años de lucha y gracias a un amparo que obligó al Tribunal de Justicia Fiscal y Administrativa ordenar a la Semarnat el revocar la autorización.

No obstante ello, la empresa canadiense, que en México se denomina New Gold, logró, por un mecanismo seguramente bien remunerado, que otro juez de Distrito detuviera la clausura de la mina y le permitiera reiniciar actividades apenas a finales del año pasado.

En Argentina, nada menos que en Los Andes, están padeciendo una afrenta parecida. Allá la empresa se denomina Barrick Gold y su arcaico método de depredación de tajo a cielo abierto por lixiviación con agua y con cianuro, es idéntico al empleado en México.

También allá la sociedad se ha organizado y plantea el cierre de la mina que se ha logrado igual que en México, pero a los pocos días se coluden con las autoridades del Estado de San Rafael y se reabren para dinamitar la hermosísima cordillera a 4 mil 600 metros de altura s.n.m., dejando los amplísimos caminos por donde se mueven los inmensos camiones y trascavos que rompen y trasladan las piedras, como la muestra más elocuente de la capacidad del hombre para destruir y aniquilar la naturaleza. En Los Andes no existe, hasta donde se sabe, afectado con dicha concesión un pueblo colonial, con tesoros arquitectónicos como si lo hay de San Luis Potosí, que se esté desplomando por el efecto de las explosiones cercanas a cientos de metros.

En Argentina, los parajes naturales de Los Andes son de la misma forma transformados en vastos terraplenes para privar del paisaje a las próximas generaciones.

¿Qué pasa en Canadá? Hasta dónde la barbarie y la codicia por ganar dinero los detendrá para seguir como lo están haciendo en busca de oro en Guatemala, Bolivia, Argentina, Ecuador, México, hasta donde se sabe y, sin el menor escrúpulo, se cuelan en leyes permisivas, pero, sobre todo, en colusiones con las autoridades venales.

National Geographic nos mostró a los canadienses en el Ártico matando con crueldad inusitada a las focas de ese lugar. Desde entonces, un pueblo que tenía fama de civilizado ha perdido todo recato y se lanza a explotar a América Latina aprovechando la corrupción de muchas de sus autoridades.